Lo que ocurrió ese año todo el mundo lo recuerda: se anunció con bombos y platillos que llegaríamos a Francia, por medio de la construcción de una torre Eiffel. Dicha torre estaría en algún lugar estratégico de la capital. Pensé en Arde París? de Dominique Lapierre, un libro que está escrito de manera vertiginosa.
Los que han ido a París –y aquí hay mucha gente que lo ha hecho–, pensaron que el chiste no era malo. Había que botar el golpe. La construcción del monumento se parecería a esos lugares donde han reproducido una estatua de la libertad: Francia y China (varias ciudades: Cantón, Huaxi, Shenzhen, Pekín, Shenyang). Lo otro fue el mono, pero ya ahí las cosas cambiaron.
El mono era símbolo de qué, podría preguntarse cualquiera que no tenga el humor suficiente. Sobre la torre, luego supimos que fue trasladada a Los Coquitos. En su prehistoria había servido para adornar una discoteca en un hotel. En el constructo mental de los ciudadanos, está clarito todo el escándalo que suscitó su construcción y todo lo que significó su puesta en marcha, instalación y apreciación por los capitalinos asombrados. La solución fue simple: tomarse fotos en el lugar. París, como en la era de las invasiones, había venido a nuestra tierra.
Hasta hoy, todavía no sabemos quién fue que llevó la mayor parte: Dominique Lapierre o Larry Collins, lo que sí está claro es que el libro, que reproduce el bombardeo a París en la Segunda Guerra Mundial, tiene una velocidad recomendable para quien quiera leer bajo los efectos del estupor. Múltiples escenas tiene ese libro que reproducen, como dijimos, aquella nefasta época.
Con relación a la novela, que inspiró la película del mismo nombre donde sale Kirk Douglas –como George Patton–, Glenn Ford, Yves Montad, entre otros, no sabemos si fue Larry Collins el de las mejores escenas; Collins, que tenía para aquella época la corresponsalía del Newsweek en Francia, y que también hizo la película El último virrey de la isla. También leímos sus libros muy recordados, El Quinto Jinete (1980, también con Lapierre), Oh Jerusalén, y Arde Nueva York? que está ambientado en el gobierno de Bush. Como saben sus lectores, los dos escritores saben cómo escribir novelas de suspenso. Uno de los más celebrados libros de Lapierre es La ciudad de la Alegría (1985), escenficado en Calculta, un libro que fue base de la película dirigida por Roland Joffé en 1992.
Puede hablarse que en esa noche de la inauguración de la torre, la gente lo tomó como chiste y tuiteaban para expresar lo que pensaban: era una experiencia casi inaudita. Un París romántico sin bombas y sin incendios estaba entre nosotros. El monumento, aunque estaba basado en uno extranjero, nacería dominicano y sería apreciado por toda la gente de la capital. La gente querría tomarse muchas fotos en él. Los críticos tendrían muchos argumentos.
Aunque ya era época de las redes sociales –estaba muy en boga Twitter–, no tenemos las fotos archivadas de todos los capitalinos que fueron esa noche a la inauguración del monumento al mono. Quedaba en ese parquecito donde también se vendía, es de entender, algunos comestibles para la multitud azorada. Muchos consideraron que era la foto ideal para subirla a Facebook, mientras otros se quedaban estupefactos con el parecido del mono a King Kong, el de la película de Peter Jackson de 2005 que imitaba el clásico de 1933, esta vez con Naomi Watts en el papel de Ann Darrow.
Varias décadas atrás, cuando leí la novela de Dominique Lapierre y Larry Collins en una biblioteca privada, créanme que no pude despegarme hasta que no la adelanté (no diré hasta que la terminé porque es cierto que esa noche no fue la última con esa novela, la seguiría leyendo en los días porvenir). Lo cierto es que la novela, publicada en 1964, ha sido muy leída y es de entender que muy vendida en todo el mundo (Plaza y Janés, 1981). Como dije antes, la velocidad de la narrativa es elocuente.
Para ver el Quai de Conti o el Barrio Latino, recomiendo meterse en Google Earth –que no es lo mismo que Google Maps–, para que se vean las fotos de esos lugares emblemáticos de París. Alguien me preguntará: cuales son los lugares emblemáticos de Santo Domingo, el mono y la torre? Ciertamente que no, y por esto la gente tiene que animarse a reconocer cuales son esos lugares. Con el Street View puedes ver fotos de todos los lugares en el mundo. Se parece a un viaje moderno con cierto tipo de ubicuidad. Puedes saltar de una playa de Hawaii hasta un desierto de Africa, en sólo segundos. Ahora pienso que puedes ver el parque donde pusieron la torre.
Cuando estás en la zona, lo cierto es que al intentar llegar, en un tráfico movido, se puede ver el letrero en verde que señaliza cuando ibas a llegar: Torre Eiffel. Alguno dirá que estaría de acuerdo con que aquí también construyan una estatua de la libertad. Es un mensaje tácito: no tienes que moverte de aquí para ir a Manhattan que por cierto debo decir que en California hay un Manhattan Beach, un barrio cercano a la playa, de hermosa factura, sencillo, pero de calles lindas.
Otra cosa quiero decir sobre Francia: en los últimos días has visto la preparación del país para los juegos de 2024. Pero una noticia sobre Francia nos decía otra cosa: la posibilidad de que Messi fuera al equipo de Paris Saint Germain. Aunque ellos –los directivos del Barca–, han hecho una contraoferta, él ha dicho adiós al equipo.
Messi en Francia será algo espectacular, dicen otros. Y en las noticias lo hemos visto llorando por su partida. Ha estado muchos años en el equipo. Esa ha sido la discusión de los últimos días. La última noticia ha sido que él, en su avión y en compañía de Antonela, su esposa y su padre Jorge Messi, –y sus tres hijos–, estará llegando a Francia en los últimos minutos. Será, como dicen ellos, una nueva aventura.
Entre otras cosas, España nos dejó el idioma, y también los monumentos que hoy vemos con asombro en cualquier periplo colonial de sábado o domingo. Entre esos monumentos, podemos estar con el entusiasmo de esos que van a Paris y toman fotos de la torre que, como se sabe, al principio no era bien valorada y que hoy constituye una de las mayores atracciones de la Francia contemporánea.