Este mes de mayo tiene características históricas, pues el próximo día 20 los dominicanos y dominicanas habremos de escoger a la persona que regirá los destinos del país, lo que sin dudas constituye un enorme reto para quien resulte ganador, quien tendrá que enfrentarse a gravísimos problemas  que hoy día nos mantienen acorralados.Pero también mayo precede al mes en que se cumple el 53 aniversario de la gesta heroica de junio del 1959, cuando lo mejor de nuestra juventud entregó su vida por la libertad, enfrentándose—armas en mano—al adocenado ejército del mayor tirano que registra la historia latinoamericana.

Se trató de una derrota militar, no política, por cuanto los expedicionarios que retornaron a nuestra tierra dejaron sembrada la semilla que finalmente germinó y acabó con aquel oprobioso régimen de espanto, que durante 31 años de oscurantismo oprimió al pueblo dominicano.

Hoy como ayer, la juventud de nuestro país tiene un gran compromiso, que es el de hacer prevalecer la justicia contra la impunidad; la honestidad frente a la corrupción; la justicia social contra la exclusión; la seguridad contra la delincuencia; el manejo pulcro de los bienes del Estado contra la dilapidación alegre; que tendrá que imponer sus bríos juveniles para que, con un voto consciente y razonado, acabe con un estado de cosas que ha devenido en un verdadero desorden.

Nuestra juventud, sin exclusión de género,  debería inspirarse en los ideales de los expedicionarios de junio de 1959, que se fundamentaban principalmente en un Programa Mínimo de Liberación Nacional, que consigna la elaboración de una Constitución a través de una Asamblea Constituyente, verdaderamente representativa, bajo un gobierno democrático libremente elegido.

Sería funesto para el país que se mantengan las actuales estructuras políticas y económicas, que no han hecho más que empobrecer a más de un 50 por ciento de la población, perdiéndose así su incorporación al trabajo y el bienestar que anhelamos todos.

Sería también irracional que continúe el predominio de una élite que se ha enriquecido bajo negocios turbios en perjuicio del Estado, como si fuera su única propietaria, pero que además controla todos los mecanismos judiciales y electivos que impide que ese grupo sea sancionado como se debe.

Como han dicho muchos, criterio que compartimos, el gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se ha convertido en una especie de Corporación, cuyos accionistas son los principales funcionarios que se valen del Poder para hacer lo que les da la gana, sin control alguno. Es decir, se aprovechan de la política y de los cargos para su ascenso social. Ese es un dañino ejemplo para la juventud, puesto que se trata de hacer creer que el enriquecimiento ilícito es el camino más fácil para hacer fortuna, en lugar de motivarla a que se prepare técnica y académicamente para que se incorpore al desarrollo del país.

En este mes de mayo, tendremos la oportunidad de demostrar nuestro orgullo para derrotar a quienes se creen por encima del bien y el mal, actuando con una impunidad asombrosa en perjuicio de los sagrados intereses de la República Dominicana.

Pero no pasarán.