Antífona del mes de diciembre: “Nuestro Rey y Salvador se acerca: vengan y adorémosle”.
El mes de diciembre es un período de altas y bajas en múltiples fases de las vidas personales y de las sociedades de la Civilización Occidental. Muchas son las variables que se experimentan al fin del año secular: se enmarañan los sentimientos; se incrementan las actividades comerciales; hay inventarios y análisis contables de activos y pasivos; crecen los actos litúrgicos para conmemorar y recrear la profecía del advenimiento de Jesucristo y la expectativa su segunda venida; hay actos culturales, fiestas y alegrías eufóricas; pero también tristeza, melancolía, y depresión psíquico-mental o desconsuelo espiritual.
Los templos cristianos, las viviendas, los comercios, los parques de recreación, y aun las calles, son engalanados con luces multicolores, artefactos, y muñecos de influencia foránea. Algunas personas intercambian o reciben regalos, bonos, un decimotercer mes de salario, u otras donaciones y regalos. La animación y las fiestas de la época, antes, durante y después de la Navidad, se hinchan como masa de harina fermentada con levadura; más se decae prontamente, y puede dejar estragos de amargura y condiciones emocionales devastadoras. Lo que viene después de las festividades del mes de diciembre azota comúnmente a todos los miembros del pueblo, de una forma u otra.
El período en espacio y tiempo de celebraciones y gozo es efímero y pasajero, porque deja estelas de metas no alcanzadas, excesivos gastos innecesarios, y problemas de deudas a pagar con mucha dificultad. Por no pensar y actuar correctamente, muchas personas se dejan llevar de la animación durante del mes de diciembre, para luego caer en un profundo abismo de desilusión, complicación económica, resaca espiritual, y complejidad emocional.
El mes de diciembre es un tiempo en que se debe pensar bien, ser ponderado, y actuar con prudencia, para no estropear y desvirtuar el curso normal que se debe llevar en la vida de una persona sensata, y de una familia bien organizada.
La vida llevada a cabo sin la adecuada disciplina, visión, equilibrio, estabilidad emocional, puede llevar a la persona, a la familia y al conglomerado social, a una existencia que parece un estanque vacio, pozo seco, plantío sin roció, desierto árido, rió desecado, o como túnel sin salida. Cuando no se hace lo que es apropiado y posible según los recursos que se manejan, se encaminará y caerá en el despeñadero económico, desliz espiritual, y por esta consecuencia habrá quebranto mental y descorazonamiento.
Diciembre puede ser un tiempo de vivencia social, de emprendimiento comercial, de reuniones familiares y fraternas, de remembranzas del nacimiento de Jesús el Salvador, de esperanza del retorno del Juez y Redentor, un tiempo de alegría y gozo. Sí, pero hay que pensar y actuar con moderación y buen juicio, para luego estar en sosiego y cantar con alegría: “¡Oh santísimo, felicísimo, grato tiempo de Navidad!”