La carta que Mercedes Mota (MM) remite a Pedro Henríquez Ureña (PHU) fechada en Puerto Plata el 14 de noviembre de 1904 contiene dos referencias a la vida intelectual dominicana de principio de siglo XX. La más importante es el juicio que el joven clarividente de 20 años emite sobre un personaje que colaborará con el invasor yanqui en 1916.
MM le refiere a PHU los buenos ratos que pasó con Ortega en Nueva York, donde ambos recordaron a los hermanos Henríquez Ureña, estantes en La Habana, pero ¿de cuál Ortega se trata? En la nota 94 de la página 109, Bernardo Vega afirma que los saludos que MM envía: «a Franz i a Ortega», este último es Julio Ortega Frier (1883-1953, quien a la sazón tenía 15 años, se graduó de la secundaria en Nueva York y regresó al país en 1909, y según Mon Ureña, para aquel año, enseñaba en el Liceo Dominicano (Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña. SD: Academia Dominicana de la Historia, 2015).
Esa afirmación no está clara, pues MM no da el nombre del personaje, pues eran dos hermanos, Virgilio y Julio, quienes vivían en Nueva York. Por una carta de Enrique Jimenes a PHU, fechada en aquella urbe, sabemos a qué se dedicaba Virgilio: «A propósito de Coristas, como buzo viejo, he podido conseguir algunas minas, que por cierto han venido mui bien en este tiempo de arranque y de frío intenso. Brilla, en esa ópera realista, como estrella de primera magnitud, el experto transformista Virgilio Ortega.» (BVega, 154-155).
Es decir, que ambos hermanos viven en Nueva York y PHU en sus Memorias alude a ambos hermanos: «Con nosotros fue a vivir al flat [espacio grande sin divisiones que servía de depósito, transformado luego en apartamento en alquiler, DC] Virgilio Ortega, y poco después llegó de Santo Domingo su hermano Julio, a quien su familia enviaba a americanizarse.» (México: FCE, 2000, p. 87). ¿Con cuál de los dos Ortega Frier pasó MM “buenos ratos”? Queda por determinar.
La otra referencia de MM es a Osvaldo Bazil, quien le ha aconsejado que publique su primer libro y ella le dice a PHU: «Pero ocurre que todavía no he sentido ganas de hacerlo.» (BVega, 192). Jamás publicó, en vida, ningún libro. Tampoco Leonor Feltz. De lo que se dolió PHU. MM se contenta con constatar el desarrollo intelectual de su amigo: «Otro día hablaremos de tus trabajos literarios que tanto han llamado mi atención últimamente. Veo que se vigoriza tu cerebro, y que no pierdes el tiempo intelectualmente.» (Carta a PHU del 24 de abril de 1905, BVega, 163).
La propia MM sigue atormentada y en el desconsuelo: «¡Si siempre fuera posible realizar lo que [se] desea! Yo misma vago, vago infinitamente, i pienso que tal vez me sorprenda la noche, la noche interminable, en medio del hastío i la desesperanza. Sin saber muchas veces lo que deseo, ni lo que amo.» (BVega, 163. Le da también noticias de que el poema “Mariposas negras”, de PHU, fue quizá publicado en la revista Pandemónium, dirigida en Lima por Lomónaco, amigo a quien conoció en Puerto Rico, porque según ella fue reproducido en El Álbum de Santiago de los Caballeros, y concluye: «No me agrada enviar trabajar [trabajos, DC] a lugares con los cuales hai poquísima comunicación, o mejor dicho, ninguna (..) Porque ya ves, que uno [sic] pierde su tiempo de todos modos.» (BVega, 162). Al parecer, “Mariposas negras” solamente fue publicado en La Cuna de América I (2, 1903: 11).
Cuando PHU le pintó el cuadro socio-literario de Cuba, MM previó el próximo viaje de su amigo, pero no acertó que sería a México el 4 de enero de 1906. El compilador afirma en la nota 139 que PHU se marchó «…después de recibir una semana antes su libro Ensayos críticos, publicado en La Habana.» (BVega, 163) y esa primera obra le catapultará a la fama: «Me dices tanto malo de la Habana, que desearía saber que la abandonas i que te vas otra vez a New York, o que te marchas para París.» (Ibíd.).
Y PHU le reitera a MM el estado de situación cultural habanera: «Aquí se publican muchos libros, aunque no se venden gran cosa los nacionales, y la literatura cubana es muy mediocre: «…sé que la instrucción está muy atrasada (…) Predomina el sistema irracional de los españoles y se dan lecciones de memoria y se pega. (…) Mientras tanto, nadie quiere enviar sus niños a las escuelas públicas, que está a la americana, porque dice que allí quieren enseñar a los niños sin libros, y todo el que puede, paga una escuela particular.» (Carta del 25 de abril de 1905, BVega, 164).
Y hasta donde pudo, el compilador del epistolario entre MM y PHU transcribió de ella la última carta de que se tenga noticia, pero será labor de la próxima generación de investigadores reunir en volumen toda la correspondencia de MM diseminada en tierras del Caribe, Estados Unidos, América Latina y Europa, así como todas sus colaboraciones escritas en distintos periódicos y revistas de nuestro país y del extranjero por la inolvidable maestra, hija adoptiva de Puerto Plata.
Esa última y provisional misiva está dirigida a PHU, radicado ahora en Veracruz, donde le llevó la promesa ilusoria del cubano Arturo Carricarte de un paraíso mexicano está fechada en Puerto Plata el 19 de abril de 1906: «De antemano, conocía a Carricarte, tu amigo i compañero. (…) El proyecto que ustedes se proponen realizar es magno i altamente simpático (…) Ojalá puedan establecerse mui pronto en la Capital.» (BVega, 188).
PHU le comunicó a MM su llegada a Veracruz y los planes que pensaba desarrollar en aquella ciudad donde él y su amigo Carricarte fundaron una revista con el nombre de El Dictamen. La etapa veracruzana, la decepción que sufrió con Carricarte y su llegada a la capital azteca están narrados por PHU en Memorias. Diario. Notas de viaje (obra citada, supra). Y las colaboraciones que publicó en la revista que fundó junto a Carricarte figuran en el tomo 3/1899-1910/II, 223-253 de las Obras completas de PHU compiladas por Miguel D. Mena y publicadas en 2013 por el Ministerio de Cultura de nuestro país.
MM dice que conoció a Carricarte. ¿Pero dónde y cuándo? Ella le respalda en su decisión «…abandonar el campo del comercio, para dedicarte decididamente a una ocupación que armoniza con tu vocación i tus sentimientos. Allá en Méjico, encontrarás propicio ambiente para sus espiraciones. Luego…; ¿quién sabe ¡Eres hombre! El mundo te ofrece dilatados horizontes. ¿El polluelo ser torna en águila audaz que con vuelo majestuoso recorrerá el purísimo azur, de lo Ynfinito?” (BVega, 188).» (BVega, 188).
Pregunta retórica esta última, pues la pitonisa conocía el futuro de PHU, guiada por la información del poema “Mi Pedro”. Y MM fue, sin duda, una de las primeras personas en recibir la primera obra de PHU: «Estoi leyendo ya tus Ensayos Críticos.» (BVega, 189).
¡Lástima que esta correspondencia se haya interrumpido¡ Nuestra república de las letras perdió una parte de su historia literaria. MM se irá en 1919 a Nueva York. No se sabe si el epistolario entre ellos continuó en aquella urbe, porque no veo razón para que se interrumpiera. Si lo hubo, ¿dónde reposarán esas epístolas? Quizá en los polvorientos archivos que guardan sus sobrinos nietos en Nueva York. ¿Y qué fue de la casa en Cedarville? ¿Y las fotos de MM, que se fizieron?
Quizá todas estas preguntas quedan respondidas por el compilador en la nota 159: «Este es el último intercambio entre [PHU y MM] (…) que aparece en el archivo. Sin embargo, en 1913 intercambiaron correspondencia mientras ella estuvo en Europa. (Ver José Luis Martínez, Alfonso Reyes-Pedro Henríquez Ureña. Correspondencia, 1907-1914, 250). En 1916 murió su hermana Antera y en ese mismo año publicó su último artículo en la prensa dominicana. Admitió que el dolor por la muerte de Antera le paralizó para siempre su vocación de escritora.» (BVega, 190).
Y, como colofón de aquella vida atormentada por su programación emocional, a ella no le quedó otra alternativa que aceptarla sin protestar o tratar de eludirla y cultivó, con esmero, como los griegos antiguos, su ineluctable “destino” y declaró su última voluntad a PHU: «Escríbeme a menudo. Háblame de ese bello país, i cuéntame de tus impresiones bajo el espléndido cielo mejicano, cuando la vida te ofrece en áurea copa satisfacciones i alegría, en tanto que yo, ¡pobre de mí! Sueño en un país remoto… ¡donde no se despierta nunca!»
No fue una pulsión de muerte muy fuerte, como en los románticos, pues vivió 84 largos años para contarlo. Ante el dolor, la huida. Quizá el infortunio de Mercedes Mota fue el no haber podido soportar tres duelos: el abandono paterno y la muerte de su madre y la de su hermana Antera. ¡Qué carga tan pesada!
(*) Publicado en el suplemento Areíto, del periódico Hoy, el 17 de septiembre de 2016 y reproducido con permiso del autor en Acento de la misma fecha.