“Hay un país en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol. Oriundo de la noche. Colocado en un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol. Sencillamente liviano…… Sencillamente claro….. Sencillamente frutal. Fluvial. Y Material. Y sin embargo, sencillamente tórrido y pateado como una adolecente en las caderas” Pedro Mir, gran poeta nacional.
Y estas primeras estrofas de una poesía magistral, que vivirá a través de los siglos, sirven de telón de fondo a este breve artículo.
En realidad nos han pateado tantos años que ni lo sentimos. Pero todo evoluciona. Hace 5 siglos con la conquista y las matanzas, después con la esclavitud, mas tarde por las invasiones extranjeras, más recientemente con la tiranía y en las últimas décadas, con la desinformación y la mentira. Aun sin despojarnos de muchas de esas viejas patadas, ahora vivimos en un mundo oscuro, manipulado, tergiversado y agredido por la maldita costumbre de mentir. De mentir en todo los que se dice, en todo lo que afecta la vida del ciudadano, en el quehacer del gobierno y sobre el entorno político, social y económico en que vivimos. Aquí no se puede creer en las cifras oficiales, en las no oficiales y tampoco en las extraoficiales. La mayoría de las encuestas también son un manojo de mentiras.
La mentira se ha convertido en dogma, en parte de las políticas públicas y no públicas, en algo que se repite tantas veces que muchos llegan a creer que es verdad. Mentiras verdaderas.
Cree usted posible que la Policía Nacional siga engañando a todo el mundo afirmando que la delincuencia va en declive. Que los casos se reducen respecto a tal a cual año. O que esa delincuencia es más que nada un problema de percepción. Y mientras eso sucede, los depredadores de lo ajeno se expanden como pólvora, protegidos precisamente por esas mentiras.
¿Le convienen a la Policía Nacional seguir mintiendo? Porque si es verdad que la delincuencia esta estereotipada, entonces para que aumentar los salarios de los agentes, o para que hacer reformas e invertir en mejorar la calidad y preparación técnica de los que se suponen deben protegernos. Para que lanzar militares a las calles. La mentira siempre genera sus propias contradicciones. Y tarde o temprano les da en plena cara a los mentirosos.
La delincuencia es una epidemia en este país. De cada 10 dominicanos, 8 han sido asaltados en las calles, sus casas robadas o han sufrido la muerte o heridas graves de algún familiar victima de esa delincuencia. Y si extendemos los casos al robo de un celular, un vidrio retrovisor de su vehículo o una llanta, entonces es difícil encontrar a un dominicano libre de ese flagelo.
Muchos pensaran que eso solo sucede en las grandes ciudades. Falso. Pregunte a cualquier agricultor o ganadero si no ha sido víctima de los delincuentes y el porcentaje le dará 95% afirmativo. Se roban desde los plátanos hasta el ganado, se roban los alambres de las cercas, se roban implementos agrícolas, se roban los arboles, se roban las gallinas y se roban personas. Así como lo oyen, secuestros rurales que muchas veces ni las autoridades se enteran.
A la Policía Nacional le conviene decir la verdad. Porque si revela todo lo que sabe y todo lo que pasa, es posible que hasta se realicen maratones para recaudar fondos para ir en su ayuda. Si se pone al desnudo la magnitud de esa delincuencia, el gobierno no tendría otra alternativa que tomar cartas inmediatas en el asunto, alejándose de los anuncios rimbombantes sobre planes y estrategias, que adornan las primeras páginas de los medios de comunicación y después se olvidan. Con esas verdades crudas, las autoridades tendrían que lanzarse de inmediato a una profunda reforma de la Policía Nacional, depurándola y tecnificándola, pero ante todo, dignificando el salario de hambre que hoy reciben los agentes del orden público. Nadie que se respete o este en su sano juicio, arriesga su vida por ese salario. Y por eso todo termina en manos de los delincuentes, que pagan mejor que el gobierno.
Siempre hay sus excepciones y esos pocos policías honestos, que de verdad cumplen su deber y arriesgan su vida pasando hambre y penurias, deben condecorarlos con la orden de Duarte Sánchez y Mella.
Dejen de mentir porque continuar esa práctica es condenar a la Policía Nacional a seguir siendo lo que es y lo que la mayoría de la gente piensa. Entiendan eso de una vez por todas.