I.- Quebrantos sociales notorios
1.- A veces, el ajetreo diario procurando enfrentar problemas de toda índole nos impide detenernos a pensar en asuntos de suma importancia. El trajinar nos lleva a ver cuestiones de envergadura, como insignificancias, hasta que poco a poco nos formamos la idea de que cada problema social es pura tontería, nimiedades. Pero las muchas ocupaciones no deben servir de motivo para llevarnos a la pasividad y convertirnos en apáticos que nada nos conmueve.
2.- Nada justifica que un ser humano se manifieste despreocupado o simplemente se convierta en un flemático para no hacerle frente a una situación que debe impulsar al asombro y a la búsqueda de solución. Todo aquello que de una u otra forma lesiona a las personas físicas debe motivar preocupación en los hombres y las mujeres que llenos de entusiasmo están llamados a enfrentar los males sociales.
3.- El estado de bienestar material; el disfrute de la riqueza; la prosperidad manifiesta y la holgura no impiden al individuo sensible comprender la necesidad de colocarse allí donde las circunstancias le mandan a estar al lado de los menesterosos.
4.- Por muy encantadora que se le presente la existencia a una minoría insignificante de la sociedad, el estado desgarrador que vive la gran mayoría del pueblo debe impulsar a la modificación del statu quo asfixiante para los que permanecen en condiciones insufribles. El bienestar social no se mide por la aprobación de bonanza que proclaman aquellos que creen que el mundo es el estrecho círculo donde se mueven, olvidando que a su alrededor está toda una población llena de miseria.
5.- De la misma forma que 7 ml de sangre sirven para comprobar el estado de todo el torrente sanguíneo del cuerpo humano, los hechos degradantes constantes ocurridos en un medio social sirven para identificar la descomposición existente. Algo anda mal allí donde se combina una gran masa de pobretones de todas edades y la enorme opulencia de un pequeño grupo.
6.- Las muchas dolencias, las expresiones de desánimo, las molestias continuas en el organismo de un individuo son síntomas que mandan mensajes de una o varias enfermedades. Los asomos de que no andamos bien son anuncios de que necesitamos ser tratados por un médico a los fines de que nos examine y de ser necesario prescriba los medicamentos, o nos someta a una intervención quirúrgica.
7.- La especie humana sufre de quebrantos que no requieren de exámenes profundos ni de la intervención de conocedores de las ciencias médicas. En ocasiones hasta un brujo, un curandero cualquiera, sabe lo que aqueja al paciente, porque la lesión está a la vista y el enfermo no necesita una amplia consulta, el envío de muestras al laboratorio ni la intervención de imágenes.
II.- La sociedad aquejada por enfermedades sistémicas
8.- La sociedad dominicana está aquejada de toda una serie de achaques que para comprobarlos no hay que ser un gran conocedor de las taras que colocan a un ordenamiento económico y social en situación de enfermo que manda una atención urgente porque está tocado en varios de sus órganos vitales. Las lacras que a diario vemos nos dicen que estamos en un medio que reclama cuidados profundos y de inmediato.
9.- Lo que dice la realidad dominicana es que el cuerpo social del país está sufriendo de diferentes quebrantos que imponen una actuación rápida, porque las afecciones son de una variedad tal que deben llevar preocupación hasta a los más aprovechados del sistema. Aunque no se conoce el origen de la patología, los signos que se observan hacen suponer que los trastornos en los órganos dañados son sumamente graves.
10.- El ordenamiento económico y social predominante aquí, por su propia naturaleza es enfermoso, lo que se evidencia por las contradicciones internas que lo hacen malo de por sí, y al descansar en la desigualdad trae como consecuencia enfermedades tales como injusticia, discriminación, imposibilidad de desarrollo humano integral y fenómenos dañinos que le son inherentes como pobreza, desempleo, analfabetismo, insalubridad, prostitución, corrupción, criminalidad, odio y otras taras semejantes.
11.- El sistema está convertido en un paciente que motiva irritación en amplios sectores de la población dominicana llevándoles a perder la paciencia; a estar fuera de sí; hacerles saltar y moverse de un lado a otro ahítos de rabia. Las enfermedades de que adolece el modelo llevan al acaloramiento; a perder los estribos y hasta hariscarse al más tranquilo. De ahí el encabronamiento que cada día más enfurece a dominicanos y a dominicanas.
12.- Las enfermedades que ocasiona el cuerpo social dominicano mantiene a la generalidad de los dominicanos viviendo en condición delicada y con expresiones que les presenta enclenque, con signos de malmarriento. El rostro escolimado de una gran mayoría de los nuestros es un claro reflejo de que de tanto ponerse enfermo se supone tiene un tumor maligno que ha hecho metástasis porque las dolencias se han reproducido en distintos órganos. Es posible que no sea muy difícil la identificación de los tumores alojados en la masa corporal que constituye la sociedad dominicana.
13.- El hecho de que la familia está agrietada revela que el sistema en el cual está sustentada la sociedad dominicana no goza de buena salud. Sin ser un especialista de la medicina social se advierte que si la principal célula -el órgano familiar-, demuestra estar decaída, los otros miembros también carecen de la cualidad de sano.
14.- Las dificultades que aquí a diario ocurren en grupos emparentadas entre si nos indican que estamos viviendo una etapa complicada. Hechos sumamente lamentables que se dan entre consanguíneos, sirven para marcar como calamitoso a todo el medio social dominicano. Son habituales los conflictos entre parientes, extendiéndose a acciones escenificadas de padres a hijos y de esposos a esposas. Un cuerpo social comienza a exhibir sus enfermedades desde los hogares, y precisamente es ahí donde las estamos presenciando.
15.- Ese mal que comprobamos en la familia dominicana, en igual sentido lo confirmamos cuando somos testigos de que aquí el 61 por ciento de los niños de 6 a 11 meses padece anemia, y al constatar que la mortalidad infantil experimenta un aumento del 31.9 por ciento interanual, y en lo que va de 2018 el número de los infantes muertos asciende a 793. Estos datos nos dicen con claridad que el cuerpo social dominicano no está en condiciones de salubridad, que está insano y que, aunque sus defensores quieren presentarlo como una manzana, la realidad evidencia que está huero.
16.- La mortalidad infantil no es el único signo que caracteriza el nivel de enfermedad del modelo económico fallido que aquí impera. Son muchas las lacras que revelan lo lesionado que está el cuerpo social que lo único que ofrece es intranquilidad permanente; desasosiego espiritual; desazón y proliferación de malestar colectivo. La nocividad que padecemos es sistémica, y la salubridad no se desarrolla en cuerpos moribundos.
17.- El cuerpo social bajo el cual estamos viviendo está convertido en una podredumbre; una carroña que por cualquier parte que se toca bota pus con secreciones de diferentes colores, pero siempre con malos olores que hacen la hediondez inaguantable. Un órgano tiene que estar muy deteriorado para un hijo dar bofetadas a su anciano progenitor; un nieto violar a su abuela; un hermano paga sicarios para que asesinen a su pariente por diferencias económicas; la conducta ética sexual de los sacerdotes preocupa a su iglesia. La purulencia que emana del sistema que padecemos es prueba de que la putridez con el tiempo se torna insoportable.
18.- No hay que visitar centros médicos internacionales muy acreditados para conocer lo insanable que se encuentra un enfermo en condición terminal. Males como narcotráfico, sicariato, parricidio, infanticidio, asaltos, atracos, violaciones sexuales a menores de edad y toda una variedad de crímenes agravados y teñidos de sangre solo ocurren en un medio que se manifiesta inmedicable.
19.- La descomposición a que ha llegado el actual modelo económico y social, cada vez manda señales de que para las grandes mayorías nacionales está preñado de nocividad y por más que se quiera someter a curación sus lesiones lo hacen insalvable. Es insano un sistema que no estimula la honestidad; fomenta la desigualdad de oportunidades; genera lacras de diferente naturaleza; desprotege a los niños y a los ancianos; descuida el servicio de salud y el educativo; desabriga el medio ambiente, y hace posible la criminalidad, la violencia y el odio.
III.- La gravedad de los males sociales nos debe preocupar
20.- En un ambiente enfermo no es posible vivir con tranquilidad espiritual porque las lesiones traen el malestar que mantiene alterado el ánimo, crea agitación y alarma continuamente a la comunidad. Los quebrantos siembran en la conciencia la intolerancia, el fanatismo y el apasionamiento que conduce a la permanente discordia. Los males sociales hacen la vida en sociedad inadmisible, indignante y vergonzosa, porque allí donde predominan estructuras rígidas el medio se intoxica por el veneno de la maldad que corrompe hasta los nobles sentimientos que se anidan en el cerebro del ser humano excelente.
21.- Para conocer la gravedad en que se encuentra el escenario donde a diario hacemos vida social, solamente hay que despojarse de fanatismo político e ideológico y armarse de ecuanimidad. La realidad nos está diciendo que un cuerpo social tiene que estar enfermo para poder contar en su seno con personas que con su proceder demuestran que están desprovistas de sentido humano y compasivo, y que en ellas ha prendido la crueldad, la insensibilidad y la atrocidad.
22.- El mensaje que nos traen a diario los hechos que ocurren en el país y nos causan repugnancia, es que debemos de hacer una interrupción por el camino que vamos, para reflexionar con detenimiento y razonar en el sentido de que no debemos continuar viviendo como hasta ahora, que estamos en un lodazal, en una especie de pocilga.
23.- Acomodarse a permanecer aceptando lo peor no es lo normal en una comunidad de mujeres y hombres que luchan por construir un país en el cual la capacidad y el trabajo sean las condiciones que deben adornar a los miembros más sobresalientes. Los males sociales presentes en el país son la consecuencia directa de un ordenamiento económico y social que ya no da para más, y adolece de tachas que lo hacen inservible.
24.- Nuestro país cuenta con fuerzas motrices interesadas en cambiar el statu quo que ya cumplió su vigencia histórica y se mantiene achacoso, enfermizo permanentemente. Se impone crear un sistema que haga posible la existencia de un cuerpo sano, salutífero; que sea vigoroso; muy reluciente, y se vea rozagante, enteramente lustroso. Un cambio para lo bueno y sano es posible.