Desde el compuesto vegetal de la Señora muller no había visto un producto que haya generado semejante reacción social. Aunque debo ser justo y hacer una mención de honor a la malta alemana que junto a la leche condensada se convirtió en la Batman y Robin de la salud en nuestros campos.
No había malestar, por grande que fuera, que no se recomendara una malta alemana siendo esta un presente obligatorio cuando se visitaba un enfermo. La otra mención de honor corresponde al forty malt, un brazo de poder en cada cucharada, que convirtió a Jack Veneno en el invencible de la lucha libre.
Como un oráculo caído de no sé dónde nos llega la moringa, una planta que en nuestros campos es conocida como libertad. Asumo que nuestros campesinos desconocían todas las propiedades que hoy se le atribuye o quizás la utilizaban sin saber el nombre que le ha dado fama nacional.
En un país tan sediento de certezas la gente busca aferrarse a alguna verdad que le conceda el mínimo aliento de seguir justificando la vida y esa terrible obstinación por estar vivos. Cuando esas certezas se derrumban, como afirmara Thomas Kuhn, viene la crisis, la sustitución de un paradigma por otro y la crisis post-paradigma o sea la que se produce como resistencia al cambio una vez se ha efectuado.
Pero mientras los paradigmas se establecen ¿qué le queda al pueblo para sonreír? Nuestro país es pintoresco, reconocido a nivel mundial por la celebridad de su gente, por esa inclinación al gozo desmedido y a la sonrisa aunque no haya motivos. Y es que el dominicano si no encuentra excusas pa’ una fría se las inventa, pero hay que beber en el fin de semana porque es lo único que nos llevamos, afirman al punto de compartir un trago a pico’ e botella.
Desde hace tiempo vengo observando con cierto temor que diferentes clases sociales, principalmente los políticos, se están empleando a fondo para robarle al pueblo su sonrisa, quitarnos la alegría no sé con cuáles fines. En esta intención fatal y fatalista se circunscriben los grandes escándalos por corrupción, lavados de activos, narcotráfico, la jodida violencia y la delincuencia que nos azota a diario, los feminicidios y demás desgracias de esta sociedad post-.moderna con letrinas y sonrisas cuando llega la luz.
Como caída del cielo ha llegado ella: La moringa y ha metido al país en un proceso extraño de añoranzas y sonrisas. Aparentemente, aunque conspiren contra nuestra felicidad, aparecerá algo o alguien que nos la devuelva. Más que el sentido curativo de la planta yo aplaudo el sentido sociológico de la misma.
Menos mal que existe la moringa porque los escándalos con el déficit fiscal, corrupción, los “intercambios de disparos de la policía” más los problemas mencionados anteriormente amenazan la paz social y sobretodo la alegría.
Este es un país que ama la libertad más que la vida, que no ha nacido para doblar la frente y aunque muchos puedan decretar su muerte a su gente jamás podrán envilecerle el alma, un pueblo que lleva en lo más profundo de su ser algo dentro que encadenar no pueden: Su alegría.
Menos mal que ha llegado la Moringa.