1- Mendy López un carismático jugador de béisbol amateur
Hay personas públicas de cuyas vidas apenas se conocen detalles. El narrador deportivo de las Águilas Cibaeñas, es una de ellas.
Le conozco y he tratado íntimamente desde que era un bebé recién llegado a Pimentel. Porque es algo que poca gente conoce: Mendy nació en Santiago. Ocurre que Andrés López Serrano, mi pariente cercano (primo hermano de mi madre) y persona muy cercana. En 1940 cuando el niño vino al mundo, convivía con una santiaguera de pura cepa, Herminda Quintero, mejor conocida como Minda, familiar del famoso Boca de Piano, personaje popular de esa ciudad. Andrés era Policía del Tráfico en la esquina más caliente: El sol con 30 de Marzo. Allí lo vi en uno los viajes que hice con mi madre, antes de vivir allá en 1946 cuando fui estudiante de la Secundaria o Escuela Normal, conviviendo en la casa de una hermana de Andrés, Altagracia, casada con el barbero Onésimo Castro, en La Joya.
A los dos meses llegaron a Pimentel con el infante, que no había sido declarado. Ya que Andrés decidió aceptar la pensión de tres meses, cuarenticinco pesos, para ir a trabajar la tierrita heredada a las veras del Cuaba. Como en frente vivía Ramón Chevalier, el Oficial del Estado Civil, declararon el niño como nacido en Pimentel, legitimándolo más tarde cuando casaron. De modo que José Antonio Arismendy López Quintero nacido en Santiago, es un pimenteleño de pura cepa y nadie le puede quitar ese gentilicio.
Tan pronto el niño llegó, mamá y Minda, que se habían conocido y se habían convertido en amigas inseparables, estrecharon más la familiaridad, al extremo de que la llamamos desde entonces la Prima.
Cuando Mendy fue creciendo, su relación conmigo era la de un hermano menor con el mayor, y desde que llegaba en las vacaciones, se mudaba prácticamente a casa. Jugábamos a la pelota y a cuantas ocurrencias se me antojaran; tuvimos hasta una pequeña cancha de fútbol con una pelota de trapo y unos palos improvisados de yaguaciles de unas palmeritas. Conmigo supo de poesía y hasta empezó a escribir uno imitando a un poeta español. Sintiéndose mal cuando lo encontré en un cuaderno en su casa. No sabiendo que todos empezamos imitando a alguien. Imagino los largos que serían para él esos meses de mi ausencia, mitigadas por la asistencia a la escuela y las travesuras juveniles.
Así fue nuestra relación, tan cercana y familiar,que siendo secretario, cuando fui Juez de Paz, lo apadriné en su primer matrimonio con Nelsy Aude, y fui el padrino de su primera hija: la hoy médico Lisette López Aude, y la afectividad con todos ha sido al extremo de que todos los hijos de ellos dos, me llaman Nino Tito, porque con ese apodo me llaman Mendy y las gentes de casa.
Luego de tener no solo equipos de pelota con los muchachos del vecindario en solares donde improvisábamos algún pley, se fue destacando en los deportes, en una época en que había canchas para bolley ball y basket ball y un pley para jugar pelota, hasta llegar a ser la estrella en el siore junto a Rino Croussette del equipo amateur que nos representaba en los campeonatos amateur, igualado sólo por su hijo Mendy López Jr. el primer grandes ligas de nuestro pueblo.
2.- De pelotero a literato, de literato a locutor
Era doble juegos los domingos. De modo que el resto de la semana teníamos los encuentros literarios. De aquel primer fracaso pasó cierto tiempo, volviendo a escribir después de leer muchos de los libros que le prestaba, y llegó a ser uno de los miembros de la Sociedad Literaria Amidverza. Con el seudónimo de Lope del Castillo publicó un poema en la Revista Amidverza que dirigimos Francisco Nolasco Cordero y yo, en marzo y abril de 1961, que en mayo, cuando mataron a Trujillo, todo cambió y la abandonamos. Luego hubo dos emisoras de radio en el pueblo y los jóvenes como él, con buena voz y excelente dicción, comenzaron a en la locución.
Hablando de esto, creo que ha llegado la hora, antes de detallar sus experiencias, de que hablemos de su libro: ¡Si yo fuera narrador deportivo!, editado en Soto Impresores en el 2013.
En él hay un diálogo con Pelegrín Cepeda y Cepeda, hermano del legendario locutor Osvaldo, en el cual se detalla lo que pensaba de lo que debería ser un locutor deportivo, cuando Pelé le dijo:
“–El narrador de anoche no me contó el juego bien. Un narrador debe interpretar las emociones que puedan generar las jugadas y con la fuerza de su expresión y entonación, sin descuidar los detalles elementales de la descripción, lograr que el fanático oyente sienta la satisfacción de vivir la emoción al máximo, sin asistir al estadio, me dijo con seguridad.
–Yo creo, compadre, que resaltar los detalles facilita la complejidad dramática de una jugada y afina más las características del juego con el control del lenguaje; es decir, el esencial dominio del papel que debe protagonizar el narrador. Luego, seguí diciendo: en la medida que se pueda entusiasmar el radioyente, se trabaja en beneficio del equipo para el cual uno labora, porque normalmente esos fanáticos se convierten en parroquianos que acrecientan la boletería, terminé diciendo.
–¡Bárbaro!, gritó, esa es una opinión de un verdadero narrador profesional.
–Sí, así me gustaría trabajar, si yo fuera narrador.
–¡Qué narrador ni narrador, tú vas a ser pelotero! Sentenció
–Okey, pero oye, le pedí, cuando alguien nos cuenta una película y quien nos la cuenta es un buen relator, crece nuestro entusiasmo por ir al cine. En el béisbol sucede igual. Una historia bien contada, con unos protagonistas dibujados con las palabras precisas para acomodar la imaginación del oyente, sin mentirle, alimenta el propósito de ser testigo de los siguientes compromisos de su equipo favorito.”
Confirmando más adelante:
“–Pues bien, el narrador debe tener presente que es eje de la transmisión. Sobre él, más que en ningún otro, descansa la responsabilidad de una buena comunicación. Tomando en cuenta que no habrá dos juegos iguales, la historia será siempre nueva y debe relatarse con la alegría que amerita una locución novedosa. Siempre haré énfasis en que el narrador y sus compañeros de transmisión, o sea, que el comentarista y el locutor comercial no deben permitir que la ovación delate una jugada importante al radio–escucha, porque el matiz descriptivo surgiría sin los colores que la emoción demanda en ese instante. La concentración tiene que ser ciento por ciento y permanente. Concentración en el juego y con la máxima atención de lo que se dice.”
Como diría él cantando un buen strike de un pitcher aguilucho: ¡Liiindo! Creemos que es una lección que no parece de un pretendiente a la narración deportiva, sino de todo un veterano.
En el segundo y último artículo comentaremos su trayectoria de narrador y su actualidad, afectado como fue por el Covit, que lo mantiene recluido en el hogar con serios problemas motrices. Siendo ya octogenario, sin techo propio, sufre de lo que decía Paquito Escribano: “Lo más triste de la vida es llegar a viejo sin casa”, amén de que tiene una pensión que apenas le da en el tiempo muerto para pagar la vivienda alquilada donde reside.