Entre las tantas precariedades del sistema educativo, está su énfasis en la memorización, con  el peligro de un pensamiento acrítico, dependiente y al servicio, muchas veces, de antivalores, autoritarismos, arbitrariedades, y propiciador de genuflexiones y abjecciones vergonzosas.

Con una ingenuidad impropia de alguien tan calificado como Roberto Fulcar, Ministro de Educación, con su pronunciamiento en la semana de la celebración del natalicio de nuestro padre de la patria, Juan Pablo Duarte y el inicio del mes de la patria, no pudo desnudar más nuestro sistema escolar.

Efectivamente, el Ministro Fulcar reveló que nuestra enseñanza no sólo estaba, sino que sigue anclada en un pasado deformador, alejado de la formación cívica y en valores, y fundamentado en la memorización y la repetición de contenidos, sin ningún tipo de profundidad.

Afirmar que nadie obtendrá un título de bachiller en la República Dominicana si no se sabe el Himno Nacional completo -y los símbolos patrios-, es un atavismo, un pensamiento comprometido con un pasado educativo que no contribuye a formar estudiantes con pensamiento crítico.

De lo dicho por un hombre de tanta experiencia educativa y el mayor responsable de la política educativa escolar dominicana, como el actual Ministro de Educación, Roberto Fulcar, se infiere que nuestros profesores no enseñan y, lo peor, no deben formar estudiantes capaces de identificar, analizar, evaluar, clasificar, interpretar y desarrollar conclusiones propias del mundo circundante, habilidades imprescindibles para todo estudiante en una sociedad democrática y avanzada.

Según esto, el aprendizaje memorístico o repetitivo, el que se basa en la retención mental de datos sin procesarlos detenidamente, es el que debe continuar impartiéndose el nuestro país. De ahí que lo importante no son los contenidos comprendidos, producto del análisis de su significado. Basta con repetir como gallaretas el Himno Nacional, los símbolos y fechas patrias, aunque no es ello lo que nos hace más dominicanos, ni más patriotas.

Repetir palabras o himnos como loros, irreflexiva e irracionalmente, es propio de una tradición que nos recuerda a las dictaduras del pensamiento, propia de sociedades autoritarias, sin memoria histórica -aquí sí que es un recurso necesario- e incapaces de que sus individuos piensen y actúen por sí mismos.

Sin restarle valor a la memoria, prefiero estudiantes que lean el himno y los símbolos patrios, que conozcan sus derechos y deberes patrióticos y los pongan en práctica, con conciencia ciudadana y pensamiento propio y no meras veletas, mecanizadas educativamente y capaces de repetir como papagayos nuestros símbolos patrios.

Lo que necesitamos son estudiantes capaces de dialogar y debatir, que aprendan haciendo, protagonistas de su aprendizaje, con confianza en sí mismos y aptos para desarrollar su creatividad y con una educación de significado, como única forma de construir un mejor futuro.

Un patriotismo -incluido memorizar el himno nacional dominicano y los símbolos y fechas patrias- sin compromiso cívico y con los valores de la dominicanidad y universales- es como la fe sin obras: fariseísmo puro y duro, hipocresía patriótica.

Es, simplemente, un patrioterismo papelero y cínico. Ojalá que todos nos aprendamos de memoria los símbolos patrios; pero conscientes de que cantarlos o recitarlos no conlleva un conocimiento y traducción práctica de sus contenidos y significados en nuestras vidas.

La tarea educativa, de calidad humana y de contenidos útiles y profundos, es la cumbre de nuestro compromiso y sobre todo de las autoridades gubernamentales. No creo que sea un simple desliz del Ministro de Educación; pero le doy el beneficio de la duda. Tiene tiempo para enderezar entuertos.

¡Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos! (Juan Pablo Duarte y Diez).