Mi memoria tiene una relación especial con la amplitud modulada. Esto para aquellos que procedemos de la zona rural y que, por circunstancias de sobrevivencia, nos hemos desplazado a la ciudad. La radio en A.M. es un viaje nostálgico hacia el pasado, hacia la memoria y la imaginación de lo que pensamos fue o de lo que recordarmos con dolor como verdad histórica personal. Las vivencias del pasado exigen su curso mientras las interferencias de los edificios imposibilitan escuchar lo que se ha dejado de escuchar. Los sentidos apenas despiertos y atentos al tránsito. El pasado galopa y circunda todo lo presente. Eso somos al final, un manejo de hilos dispersos que vamos orquestando y tejiendo como unidad de fragmentos; toda una vida comprimida en recuerdos, sueños, vivencias que hilamos desde la imaginación y el cuerpo cansado.

Primer recuerdo: la navidad tenía como centro al niño Jesús que nació en Belén. Los villancicos y las mañanitas invitaban a contemplarlo: el niño Dios nacido en pobreza. La representación del belén, las lecturas del nacimiento y las misas de adviento. Eran tiempos de lluvia, de frutos que albergaban la esperanza del año nuevo. La felicitación de inicio de año; el abrazo reparador era un don, una apuesta por el nuevo inicio. La esperanza de que todo será mejor y distinto.

Segundo recuerdo: el sol se deja caer lentamente, como un sabio poderoso que ha dicho adiós al día. La naturaleza se recoge para el descanso. En la radio se escucha el santo rosario, a lo lejos lo sagrado se interrumpe y da paso a lo mundano, al jolgorio musical de la bachata entristecida o del “perico ripiao”. Hay un aroma a café de la tarde. La montura cansada indica el final de la jornada, su jinete apenas saluda levantando su mano; se detiene y comparte las vicisitudes de la jornada, la salud y lo que quedó para mañana, otro día de trabajo. Un “queden con Dios” da la señal de que continuará su camino.

Tercer recuerdo: regresar a la acera era un paraíso. Continuar el juego en la misma posición y con el mismo marcador del día anterior. El beisbol era más que promesa disfrute inmediato, felicidad en sorbo de refresco rojo. ¿Para qué pensar en el mañana si repetíamos cada tarde la hora del juego?

Cuarto recuerdo: la política era algo distante e importante para los adultos. La tribuna democrática marcaba la hora del descanso medianero. Aquella voz fuerte convocaba y despertaba las conciencias dormidas. Se sabía que los adultos escuchaban ciegamente la voz del líder de masas, del orador incansable que ejercía su don de la palabra. Aquel carisma nos invadía también y pensábamos en ser como él, delante del pueblo, despertando a la lucha, al compromiso por los demás, por el honor, por el futuro revolucionario y democrático.

Entre uno y otro recuerdo el semáforo cambia: de rojo a verde. El conductor del Sonata piensa que todavía está en su moto y que puede acelerar y partir como un rayo. Otro sabio quiso aprovechar el último instante del amarillo, creyó tener poder en su jeepeta a gas y pensó que aquí hay que ser más vivo, que nadie es pendejo. El golpe seco, los cristales rotos, la presión de la combustión interna se detiene; salen los contricantes como fieras del infierno. Uno simula sacar un arma del costado, el otro se abalanza dispuesto a todo. En la escuela solíamos hacer lucha con los lápices y una gomita, alguna vez fui el campeón del curso, me río y para salir del tumulto vuelvo a la Frecuencia Modulada.

La FM tiene un sonido más fiel y pulcro. La ciudad sigue su curso mientras las bocinas reclaman poder continuar. La alcaldía de la ciudad decidió que la navidad ya no tiene como centro al niño Jesús que nació en Belén, en un establo junto a animales y que fue esperanza para los pobres. Las luces reflejan la silueta de los pinos, de los regalos, del inmenso letrero que tiene que recordar siempre que esto lo hizo la administración actual, siempre estamos en mala política.

Veo por el retrovisor el esfuerzo inútil por volver a la paz soñada de navidad.