Se trata de volver a William Shakespeare, que todo lo previno en el alma humana y el poder.

Su obra íntegra se empapa de sueños, sangre y simulaciones, retratos propicios para este tiempo de la República Dominicana.

La universalidad del alma humana hace posible que el conjunto de una obra teatral tan antigua pueda reflejarnos en los retratos miserables, reducidos a piltrafas humanas con discursos demagogos, insostenibles, inocuos despreciables.

En menos de un mes este gobierno agotó su encantamiento, rompió la esperanza para aquellos que se la inventaron, porque sencillamente la necesitaban, algo que en un panorama como el de hoy también se podría comprender.

Ayer domingo se nos sorprende; donde dije digo, dije Diego, no dije nada. Fue la rueda de prensa para hacer feliz a los piltraferos, filotripistas y otros. Dejemos fuera al mejor amigo del hombre, que me merece respeto.

La cosa del Estado de repente se relaja, el efecto interior de la reacción de la calle obliga a gestos desesperados. Hacerse el simpático, según a quien le haya tocado la papa caliente. Pero la pálida estrategia es defender la imagen presidencial de la creciente ira de la población, que ha reaccionado ante el famoso Pacto Fiscal (en realidad Tributario) de modo acre y sin miramientos hacia el poder constituido.

Pero en los manejos de lo agrio y despiadado (así sigue luciendo) hay ciertas torpezas que se ven de lejos, inexplicables, sin sentido.

Como la publicidad del entonces candidato Danilo Medina fue exagerada hasta el aborrecimiento, en la ira, justo en la cima de la ira, retumban los slogans que se yuxtaponen a lo duramente vivido. Ello explica la reacción colectiva, sus niveles casi de rebelión rumiada, servida en bandeja de impotencia inconsolable y fatalizada.

La imagen del Poder Ejecutivo ha quedado abollada profundamente y sus referentes de apoyo comunicacionales han sido lentos y poco originales.

La rueda de prensa de ayer, para recordar cual poesía tablajera que no quiere derramar sangre, que la piltrafa ha sido salvada, nos da una idea de quiénes han comenzado a gobernarnos y qué podemos esperar.

El corazón del poder es frío, si realmente lo tiene. Se advierte que un gobernante de formación protestante pueda tener pesadillas según sus actos y golpes de pecho; es atendible además que tenga miedo sobre su propia imagen, el presidente también es humano. Pero el poder  tiene el corazón gélido y la palabra es un signo de uso, no de cumplimiento…

La reforma Tributaria o Pacto con el Diablo, como se le quiera llamar, envió un mensaje a la población excesivamente transparente. Las palabras sociales como ungüento a las clases medias, no han servido de nada, porque el lenguaje de los números y los impuestos son más elocuentes que discursos gastados dicho por figuras del viejo régimen, cuyo tinte de pelo no renovado, les delata.

Desde el domingo pasado en el Palacio se escriben las memorias de la piltrafa. Son memorias de carnes envenenadas, anzuelo al tumulto previendo un posible río revuelto de la ira popular, maniatada por la miseria y el clientelismo.

Si William Shakespeare estuviera vivo, las memorias de las piltrafas lo hubieran inspirado, porque tienen en su contenido todo el cinismo necesario, la mentira necesaria, el miedo necesario, la simulación necesaria, para hacer un obra que contara de los manejos del actual gobierno, que ayer domingo despertó del terror suicida causado, ante el anuncio masacroso de su Pacto Tributario.

Cae el telón, pero la obra se seguirá escribiendo con las pieles de los contribuyentes dominicanos y dominicanas, que podrán acogerse al sueño del alcalde de la ciudad: vernos a todos muertos.