“Los cementerios son también parte de la cultura universal, diversa y plural, y constituyen conjuntos culturales que permiten, a partir de una lectura compleja de las sociedades del pasado, de sus valores artísticos, arquitectónicos, no solamente la confluencia y aporte de todos los sectores de la vida intelectual en una práctica interdisciplinaria y holística, sino también la comprensión de la sociedad en su evolución para la conformación de una visión más solidaria, tolerante y humanizada del mundo actual”; (Ver: Amparo Chantada: El cementerio de la Avenida Independencia y Santo Domingo Amurallada, Eds. Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2017, p. 15)
Las geografías de la vida y de la muerte dialogan entre sí, a partir de las relaciones entre sujetos y espacios de movilidad, lenguaje e imagen. Los cementerios constituyen un espacio de sensación pasiva y de significación cultural como población memorial. Dentro de los planes de una ciudad, el cementerio ocupa un lugar de reserva y un marco histórico basado en la imagen de vida y en la imagen de muerte. La huella es el sentido de un pacto y un locus simbólico-memorial. En él se consuma el acto de nacimiento y muerte como un signo y un símbolo escatológico particularizado en el sujeto social. El cementerio es un lugar marcado por una presencia-ausencia de cuerpo, vaciado y catalogado.
Con el difunto, se entierra también un cuerpo codificado por la presencia y los elementos que el otro justifica en un orden vital, circunstancial o familiar. “Ya no lo veremos más”, dice la tradición cristiana; “se irá solo con lo que sólo él sabe”, se lee en textos medievales, tal y como lo ha plasmado el historiador Phíllipe Ariés en su Historia de la muerte en Occidente. (Desde la Edad Media hasta nuestros días, Eds. Acantilado, Barcelona, 2000).
Pero el cementerio tiene sus símbolos, marcas, valores, economías, simbólicas y geográficas. Es esto lo que a lo largo de la presente investigación se deja leer como parte de una concepción crítica de la geografía social y cultural. Lo que pone de relieve y lo que estudia en este libro la doctora Amparo Chantada es justamente lo siguiente:
“El cementerio no es tan solo un locus que nos ilumina respecto de estrategias adaptativas, cronologías culturales, relaciones interculturales, tecnologías, paleodemografias, paleopatologías, de momentos de nuestra historia, sino que nos remite además a la dimensión ideacional y simbólica de la cultura; y si bien es cierto que son espacios manipulados por los que quedan en vida a través de la inscripción en ellas de un modelo de realidad, no menos cierto es que permiten decodificar aspectos sociales, psicológicos, del tiempo pasado”. (Op. cit. p. 17)
Como podemos ver, la obra El Cementerio de la Avenida Independencia y Santo Domingo Amurallada …analiza la memoria urbana y las identidades que subyacen y están determinadas allí como huellas de un cuerpo y un territorio cuya economía simbólica surge de una vida en movimiento pero que a la vez revela un estar en el lugar real de la muerte. En efecto, los cementerios “…se convierten en museos a cielo abierto de arquitectura funeraria, en auténticos libros de historia de una insólita majestuosidad, donde vida y muerte se confunden en una sola madeja”. (Ver, p.19)
El campo definicional de la investigadora se sostiene en una crítica del caso estudiado:
“Es el caso del cementerio de Ciudad Nueva o de la Avenida Independencia, en la avenida del mismo nombre, cementerio céntrico, pero ignorado, en un Santo Domingo que, con 500 años de existencia…no ha podido sacudirse de la triste imagen de ciudad sucia, descrita por Eugenio María de Hostos” (Ibídem. Op cit.).
Es importante destacar en este sentido, que los objetivos y la metodología de este libro orientan el campo intelectual y conformativo de este libro, a la luz de una concepción diacrónica y sincrónica de la geografía crítica y de la urbanología integradora que investigan y analizan los estados, estructuras, formaciones e imágenes de lo social en contexto y en movimiento.
Los objetivos de esta investigación están claramente posicionados en este libro (Ver pp. 21-22), debidamente unificados como conjunto y particularidad de trabajo. De ahí que:
“El estudio del cementerio demuestra que es imprescindible protegerlo, que se debe trabajar en él, para una reambientación interior y su posterior transformación en parque urbano, patrimonio nacional, rescatando las tumbas deterioradas con valor arquitectónico o indispensable para la reconstitución de todos los momentos de la historia dominicana. Lo que ha de hacerse con premura, ya que el cementerio se deteriora, las lápidas desaparecen, se pierden nombres, las tumbas se vuelven anónimas por el efecto indetenible del tiempo, los robos, el vandalismo diario. Mucho se ha perdido ya, bajo la indiferencia de los vivos”. (Op. cit. p.22).
¿Por qué se llevó a cabo esta investigación? Según la autora de la misma:
“La investigación del cementerio se realizó porque se hacía un estudio del urbanismo de la Zona Colonial y de las modalidades de su expansión en un perímetro original limitado por murallas en ruinas y puertas de entrada, simbólicas hoy pero que hasta los albores del siglo XX funcionaron como “especie de puerta de entrada” donde se pagaba un impuesto para entrar y poder vender. En la época colonial, seguramente se abrían y se cerraban de noche para proteger la ciudad y sus habitantes. Ese urbanismo de ciudad fortificada medieval, en estado de sitio desde su fundación y de letargo prolongado algunas veces, replicó bajo los trópicos cálidos, un modelo urbano vigente en Europa con su damero, sus plazas e iglesias, su jerarquización del espacio y su característica, segregación socioespacial entre la parte llana y elevada”. (Vid. Op. cit. p.23).
Según Amparo Chantada:
“El estudio del cementerio de la Avenida independencia se integró a esa investigación sintetizada de la Ciudad Amurallada de Santo Domingo, espacio de apenas 1km2 y algunas cuadras, y de su evolución poblacional, para entender las modalidades de los entierros, un tiempo en las iglesias y después en ese lugar específico, apéndice de la ciudad”. (Ibídem.)
Un aserto crítico-histórico significativo en esta investigación sobre el cementerio, conceptualizado desde una geografía histórico-crítica fiable, es el relativo al ars moriendi que revelan las tumbas, el sujeto mismo de la muerte y el elemento clasista y determinista del lugar de cada sujeto o grupos sociales en la geografía del cementerio:
“En ese cementerio que podemos estudiar como si fuera una pequeña ciudad, la arquitectura funeraria refleja los gustos evidentes en ese entonces, con los materiales de las tumbas y las lápidas. Las clases sociales se evidencian por la ubicación de las tumbas, con el tamaño de las sepulturas, sus adornos y el tipo de material. Sin embargo vemos cómo nadie, rico o pobre, puede escapar a las enfermedades y epidemias del siglo pasado que arrastran sus tragedias en las numerosas tumbas de infantes y adolescentes. El cementerio exhibe las otras grandes tragedias, que se unieron para formar el ser dominicano, como la tragedia de Cabo Hatteras, el maremoto que hundió al Memphis, el ciclón de San Zenón de 1930 y la Guerra de Abril de 1965”. (Vid.p.4).
Como ésta es una investigación, interdisciplinaria, intradisciplinaria y transdisciplinaria, la cita anterior sugiere declives epistemológicos que acogen la arqueología, la historia del arte, la estética y el campo iconográfico, en tanto que dominios y metodologías que ofrecen posibilidades para el análisis de las diversas productividades artísticas, y así, nuestra investigadora acoge concepciones e interpretaciones de la muerte y el morir como parte de su investigación.
A propósito de investigación significativa e interpretación de la muerte, Chantada expresa que:
“Una de las principales ideas del pensamiento religioso y filosófico, constante en todas las épocas, es la convicción de que todos los bienes mundanos son efímeros y perecederos. Entre estos bienes se incluye la vida. Esta idea ha encontrado una expresión variable tanto a lo largo de las tradiciones como en las diferentes situaciones. Este enfoque condiciona la gran cantidad de iconografías que existen, transmitiendo a través de ellas diversas alusiones simbólicas, muchas estremecedoras y otras llenas de expresividad. La muerte es un fenómeno que en última instancia enfrenta al hombre a su trascendencia y en ello radica la gran importancia que le atribuye toda sociedad” (p.27).
No deja de llamar la atención en este libro-investigación, la asombrosa iconografía que respalda el cuerpo teórico-metodológico que le sirve de base a esta obra, así como la documentación geohistórica estudiada y visible en el trazado visional de la misma. Cabe destacar que en cuanto a los diversos desarrollos propuestos en los cuatro capítulos del libro, subyacen cardinales de sentido, espacio-tiempo y niveles de relación que sustentan todas las líneas y trazados interpretativos de las mismas. El cementerio patrimonial de la Avenida Independencia es un espacio que presentifica arte funerario, arquitectura funeraria, lápidas, formas tumbales, esculturas, nichos y otros elementos propios de esa geografía de la muerte que evoca signos, símbolos, ritualidades, entierros y otros complementos constructivos. (Ver cap.1)
En efecto, existe un análisis sobre los entierros y sus formas en Santo Domingo Amurallada. La autora de esta obra acoge el análisis diasincrónico de las formaciones tumbales y espaciales, así como sus interpretantes simbólicos, icónicos, poblacionales, arquitectónicos y geográficos descritos en las páginas 40 y 42 del libro.
El mismo trayecto diasincrónico aparece en las explicaciones de los siglos XVI y XVII, con los sitios, valores y descripciones formativas, así como en los diversos funcionamientos, lugares y diferencias funerarias que se establecieron en los registros tumbales-patrimoniales en el ámbito de los cementerios de la época colonial. Los detalles geohistóricos entre 1500 y 1520 sobre iglesias, iglesia-hospital, Convento de los Dominicos (1511) Plaza Mayor. “En cuanto a enterramientos, en las catorce capillas existentes…se enterraron los dignatarios de la isla, representantes de la corona española, de la administración de la justicia y de la iglesia y de las familias que vivían en la ciudad”. (Ver, p.44)
¿En cuáles iglesias existieron tumbas o cementerios según nuestra autora? En:
- Catedral Santa María La Menor
- Iglesia Santa Bárbara
- Iglesia Conventual Santa Clara
- Imperial Convento de Santo Domingo
- Iglesia Conventual de Las Mercedes
- Iglesia de San Miguel
- Iglesia Hospital de San Lázaro
- Iglesia Nuestra Señora del Carmen
- Monasterio de San Francisco
- Hospital San Nicolás de Bari
Así las cosas, el libro ofrece en tal sentido, las imágenes de lápidas de grandes personalidades eclesiásticas y personalidades representativas de la República Dominicana. La abundancia de datos que ofrece este libro-investigación, invita a pensar y reflexionar sobre todo el trazado de los cementerios y su arte funerario en el mapa de la Ciudad de Santo Domingo, pero también abre la posibilidad para una investigación de la historia de los cementerios en todo el espacio geográfico de la República Dominicana.
La escogencia del Cementerio de la Avenida Independencia permite explicar la formación de una ciudad silente de concreto abierto. Como parte de la memoria urbana, esta investigación monográfica ensancha todo un universo de investigación a partir de dicho espacio funerario.
¿Qué descansa allí como forma y memoria, como dato o datos del sujeto silencioso? De hecho, el Cementerio de la Avenida Independencia es la memoria de una ciudadanía anclada en la historia y la geografía de la muerte y el cuerpo como huella y cadáver depositado, separado del movimiento de la vida social.
En el capítulo III asistimos a las “peripecias” en torno al cementerio tales como: La Ocupación Haitiana 1822-1844 y la Revolución francesa; Santo Domingo en la Ocupación Haitiana; Santo Domingo durante la Anexión a España; Santo Domingo a finales del siglo XIX. El cálculo territorial y geográfico-histórico explica la formación material y formal del cementerio, así como la visión arquitectónica de construcciones que ofrece datos sobre la experiencia funeraria en Santo Domingo (Ver pp. 61-80)
El cuarto capítulo de esta obra analiza y explica el Cementerio de la Avenida Independencia, ayer y hoy, aportando datos y detalles etnográficos y la presencia de minorías culturales en Santo Domingo, ubicadas en dicho recinto funerario.
Según Amparo Chantada:
“El Cementerio de Santo Domingo (llamado también de la Sabana) o Cementerio Católico fue inaugurado durante la segunda ocupación haitiana por el presidente Jean-Pierre Boyer, el 29 de agosto de 1824”. (Vid p.81)
Así las cosas, Chantada describe el espacio del cementerio por comunidades etnoculturales, deteniéndose en el caso de la población judía que aún hoy reposa, está allí enterrada, destacándose así los apellidos de familias judías que allí aparecen: De León, De Marchena, López-Penha; Pardo, Levy, Curiel, Pereyra, Namias; Cohen; Henríquez y García, Moisés De Castro y otros. (Ver, p. 87)
Nuestra autora ofrece datos sobre las tumbas de judíos:
“Estas tumbas, excepto una, están muy deterioradas, sin lápida, con signos de vandalismo”(Ibídem)
El fechado de lápidas, nichos, íconos y adornos tumbales presenta en muchos casos valores artísticos y formales, por cuanto los procedimientos escultóricos utilizados se inscriben en las posibilidades de una historia de artesanos y artistas que intervinieron en la conformación arquitectónica y escultórica de dicho cementerio.
El hecho de que las inscripciones revelan valores simbólicos, literarios y visuales resultan significativos para la misma historia literaria, cultural, religiosa, familiar, artística y onomástica del Santo Domingo moderno y contemporáneo.
Dedicatorias, poemas, tumbas de poetas, literatos, y artistas, fragmentos en latín, glosas, fotografías, madres cristianas dolorosas, monumentos, túmulos y otras creaciones caracterizaron el territorio del cementerio en sus bordes, centros y demarcaciones constructivas. El elemento direccional es indicador de líneas señaladas como formas de acceso y propiedad en una economía de la muerte sustentada en la neutralidad.
Encontramos en el Cementerio de la Avenida Independencia los rasgos de una ciudadanía multicultural, determinada por una intrusión y una instrucción multiculturales, marcadas por el detalle de sus significados, íconos, interpretantes, grafías, y culturemas visuales.
De esta manera la autora de esta monografía ofrece también un detalle importante sobre los muertos de 1965 en la Revolución de Abril (Ver listado en pp. 156-157). El libro concluye con informaciones y elementos para proseguir dicha investigación sobre difuntos, recomendaciones técnicas sobre esculturas, bóvedas, panteones, nichos, mensajes, materiales de construcción, idiomas de las lápidas, colorimetría aplicada, materiales especiales (mármol, piedra caliza, granito, hormigón, ladrillo, losetas, texturas, adornos, verjas de las tumbas, organización de las sepulturas, inventario de tumbas de infantes, edad de los muertos, nacionalidad, circulación interna del cementerio y otros aspectos significantes y significativos. Sin quererlo, a lo mejor, Amparo Chantada reconstruye la sintaxis, semántica y pragmática sociales y culturales del cementerio.
La reflexión final y la bibliografía del libro orientan, aún más, las cardinales de esta investigación valiosa por sus aportes, ajustes y análisis pertinentes, comunicadores de detalles ideológicos, económicos, artísticos, culturales, sociales, políticos, familiares, religiosos, y étnicos, entre otros. La comunidad de sensación representa un conjunto donde los restos son el expediente de lo confluyente y lo fijado como posicionamiento de ambigüedad y sin-sentido.
De ahí que el cementerio tal y como lo ha “vivido” el sujeto en su mundo vital y acentuado en sus afectos, fuerzas y orientaciones en una intensiva recuperación de los objetos de arte, se sostiene en el peso que tiene su trabajo en cuanto a su consistencia, comparación y descubrimiento geohistórico; el mismo se pronuncia desde, y, ante los elementos, vectores de vida y de muerte, propios de una fuerza social con un espesor real y localizable. Sin embargo, el orden establecido en ese espacio-espesor, resulta ser un interpretante en su horizonte mental, funerario y familiar.
La práctica artística y artesanal en la construcción, ubicación, funcionamiento y emplazamiento de los cementerios se hace visible en los niveles de presencia de algunas familias, nombres, lugares, zonas de enterramiento, adornos,materiales,elaboraciones escultóricas, inscripciones, frases y otros signos y agregados observables para cada nivel en nichos o monumentos funerarios.
El espaciamiento funerario tiene su determinación y marca para cada nivel o estrato familiar (francés, judío de la diáspora, español, norteamericano, libanés, palestino, dominicano y otros) que desde los comienzos del cementerio fueron enterrados en dicho cementerio.
Finalmente, es importante destacar que el libro fue subido al blog de la Red Internacional sobre Cementerios en el marco de la Cuarta Red Internacional sobre Cementerios Patrimoniales que tuvo lugar en Montevideo, Uruguay, coincidiendo con la puesta en circulación del este mismo. Otras contribuciones bibliográficas de interés, en este sentido, son los libros del escritor e investigador dominicano, Franklin Gutiérrez, residente en los Estados Unidos de Norteamérica, titulados Las tumbas de los Trujillo (Ed. Búho, Santo Domingo, 2016), y De Cementerios, varones y tumbas. Múltiples casos de la muerte en la cultura y la literatura dominicana, (Eds. Ministerio de Cultura, Santo Domingo, 2012).
Para el caso puertorriqueño, y en lo tocante a la iconografía funeraria, resulta importante destacar por su inscripción, aporte y análisis, el libro de Doris E. Lugo Ramírez (Ante el espejo de la muerte. Aproximación a la iconografía funeraria en Puerto Rico: Análisis de tumbas y pinturas puertorriqueñas representativas de finales del siglo XIX al inicio del siglo XXI, (Eds. Isla Negra-Instituto de la Cultura Puertorriqueña, San Juan, Puerto Rico, 2016). Dicha tesis está bien documentada, escrita y conformada al respecto.