En la República Dominicana, al igual que en Haití, los cambios políticos han sido el producto de retorcidos y longevos procesos de malversaciones que han implicado la quiebra parcial de regímenes autoritarios sin ninguna pérdida económica para los sectores que controlan el poder.
Al igual que lo hizo Trujillo en 1961, los jerarcas del PLD y su cartel de partidos y empresarios aliados están vaciando las arcas del país y llevándose los dineros del pueblo a bancos extranjeros donde los lavan cual vasija de aluminio dejando a la gente en olla.
La imposición de impuestos al granel y el uso de empréstitos que suponen deudas imposibles de pagar por toda la Eternidad, nos mantienen en la ruina, sumergidas y sumergidos en una miseria cuyos trastornos económicos enferman nuestros cuerpos y nuestras mentes. Como diría mi amiga psicóloga Rosa Milagros Rojas, "la población dominicana está emocionalmente enferma como resultado de tanto abuso".
Razón tiene ella y muchas personas al decir que nuestras intelectuales voces de pacotilla tienen al pueblo hastiado de tantas mentiras, diatribas y triquiñuelas jurídicas dirigidas a embaucar y retorcer la verdad. Pues, claro, ellas y ellos son cómplices dialécticos de esta narrativa de mentiras grandes y chiquitas.
Por eso las jóvenes voces y plumas que integran los nuevos movimientos sociales inspirados por la Marcha Verde no creen ni un ápice de sus mentiras. Y, en efecto, están creando una nueva forma de contar y recrear la Verdad.
Si una persona no piensa, no habla y no actúa en consonancia con lo que piensa, dice y escribe, su rol social debe ser aniquilado. Y, como dirían las grandes teorías de las democracias, sus ideas y métodos retrógrados deben ser quebrados para dar paso a nuevas luces con plumas y voces propias, íntegras, coherentes y fuertes.
Como diría la abuela de mi amiga psicóloga, no queremos agua tibia ni ambivalencias acomodaticias situaciones oprobiosas que resultan favorables a mi, a mi familia, a mis amistades y relacionados. No señor, no señora, eso es ponerle una pantalla a su zona de confort. Pues, como diría mi abuela Francisca Polanco, "aquí o cambiamos para mejor o nos jodemos tos'".
Queremos gente auténtica que sueñe, viva, actúe, escriba, hable y piense como vive.