1. El lío de la Educación Nacional. Ahora o Nunca

Cuando al fin se consiguió el 4 % del Presupuesto Nacional para la Educación, propusimos que a los maestros había que educarlos primero, que trajeran profesores de fuera si aquí no había suficientes y los que más se opusieron fueron los únicos que no debían haberlo hecho: Los de la ADP, que ha demostrado que le importa más tener maestros casi analfabetas que alumnos aprovechados. Lo mismo hacen los ministros, que se pliegan a sus exigencias o que políticamente andan por rutas incorrectas.

La mala educación de un pueblo es peor que un crimen político. Es un asesinato de lesa patria. Son generaciones perdidas. Un país ineducado es lo peor que pueda acontecer en el mundo.

Que se olviden de la politiquería, esto es un asunto demasiado serio. Da vergüenza saber que muchos con titulazos, maestrías, hasta doctorados cometan las más groseras y  elementales faltas ortográficas y desconozcan cosas tan elementales como la diferencia entre un adjetivo y un sustantivo.

Aquí hay que revisar catedráticos, maestros, a todos, porque es una incuria nacional. Pasamos vergüenzas internacionales cuando nuestros alumnos van a realizar pruebas, tanto en gramática como en matemáticas. Sin que se sonrojen las Adepeces ni los Ministros ¿Qué es lo que está pasando? ¿Quiénes son los cómplices de este crimen cultural?

Decimos estas cosas porque admiramos al Presidente, y creemos que tiene buena fe, por eso quisiéramos que este gobierno saliera airoso en todos los frentes, como está iniciando en la justicia.

Si no hay buenos maestros, sucederá lo que indicó el señor José María Reyes en su artículo “Educación de calidad” en Diario Libre este fin de semana pasado.

El gobierno, con todas sus buenas intenciones, fracasará estrepitosamente, no solo el Ministerio o la ADP acostumbrados a estas vagabunderías, sino el país, las nuevas generaciones, el futuro nacional.

Si al final de estos cuatro años no ha superado los errores, no han enfrentado la necesidad de mejorar y superar con lo poco bueno que tenemos la educación nacional, no tendrá más de un 4, sino más de un cincuenta por ciento de desaprobación.

Ahora o nunca.

Que esto suceda en pleno siglo XXI en la patria de Pedro Henríquez Ureña, el Maestro de América, donde Salomé sembró una semilla fecunda y Eugenio María de Hostos plantó un árbol que fructificó durante todo el siglo XX, debe darnos vergüenza y horrorizarnos. Ojalá nos oigan.  Están a tiempo de salvarse y de salvar al país.

A enseñarles a los que enseñarán, es la consigna. Aquí debe haber profesores excelentes de Cuba o Venezuela, donde hay tradiciones de excelencias magisteriales , o traerlos sería fácil. Estamos a tiempo de darles clases a quienes van a educar  a las nuevas generaciones

Mejorar la educación es asunto de civilización o muerte. ¡O que se hunda la isla!

Pedro Henríquez Ureña.
  1. La institucionalidad por encima de todo 

Lo segundo que vamos a tocar hoy es sobre la institucionalidad. Que los demócratas hayan sido más desordenados y más corruptos que los empleados de las dictaduras, es otro tema candente.

No hablamos de las dictablandas como las de los del Consejo de Estado o del Triunvirato o los doce años primeros de Joaquín Balaguer, cuando se empezaron a relajarse las costumbres y las instituciones, que también fracasaron durante los siete meses de Juan Bosch. No.

Sucede que todos los partidos mayoritarios tienen el mismo origen: El PRD, sea el boschista o el peñagomista. Malas mañas tienen los perredeístas de todos los tiempos, y algunas persisten, no importa el color de los partidos.

Lo he dicho otras veces y lo voy a repetir hasta el cansancio, lo más importante que podría hacer un gobierno democrático es descentralizar el poder.

Un ministro nombra directores o administradores. Pero estos directores y administradores, salvo excepciones, no gobiernan sus departamentos. Les envían paracaídas, regularmente ignorantes de sus funciones, porque son del Partido, porque quieren un cargo importante, porque necesitan un buen sueldo. Esas razones son de una dictadura de extrema derecha llena de ineptos.

El que  sabe lo que necesita es el que está al frente de una institución cualquiera. Una simple escuelita rural o el departamento más insignificante.

Hablo por experiencia. Fui juez y fiscalizador en la dictadura de Trujillo en mi pueblo natal de Pimentel, en Villa Altagracia y en Mao.

Si teníamos necesidad de algún ayudante o secretario o mensajero, se nos pedía que enviáramos una terna y regularmente escogían al que iba a la cabeza. Recuerdo que siendo Juez Alcalde mi padre en Altamira, necesitó un secretario y recomendó  a un señor que residía en Pimentel, diciendo que era excelente mecanógrafo, y se lo nombraron, en 1945.

Sin embargo, cuando fui Juez de Instrucción en San Francisco de Macorís en 1962 durante el Consejo de Estado gobernado por los Cívicos, yo tenía un mensajero a quien le llamaban Fenepia, que se viró cuando ganó Juan Bosch y consiguió que mucha gente lo hiciera. Ese fue una víctima inmediata de los perredeístas, que me enviaron a un campesino que no conocía la ciudad, sin que se me consultara. Y así me fueron cambiando secretarios sin consultarme, ni tuviera tiempo de mostrarles a veces lo que tenían qué hacer.

Por eso dije que eran mañas perredeístas que persisten. Que la siguieron los balagueristas, y han permanecido.

Esa falta de institucionalidad, de respeto a los empleados públicos, se ha mantenido, y se mantiene.

Es hora de cambiar, ahora que se habla de cambios. Es hora de ver lo bueno que hubo en la vida política del país para rescatarlo. Pero es difícil. Son mañas perredeístas y los tres partidos con vocación de poder, vienen de ahí, las tienen, y les afloran.

Es hora de la regionalización. De que haya viceministros en esas localidades, de que haya gentes con poder de decisión. No gobernadores. O sí, un Gran Gobernador de una región. Con Ministerios si fuera menester, por la importancia de alguna producción. Debemos descentralizarnos. Pero es difícil andar de prisa si no tienen motores los que arrastran las carretas.

Seguiremos en las próximas entregas, porque hay mucho que decir de lo que todo el mundo calla, antes de que venga la llevadora y nos arrastre con estos sentimientos de querer ayudar, a quienes parece que no quieren que los ayuden.