En muchas ocasiones el destino o Dios -para los creyentes- trae consigo oportunidades a personas que en muchos casos son aprovechadas, pero en otros no. Hombres y mujeres que llegan a posiciones por una coyuntura en específico, que a lo mejor nunca pensaron podía suceder y se dan las cosas.

Hay quienes aprovechan al máximo y es un punto de partida para su crecimiento personal, social, económico y profesional, explotando todo a su favor y teniendo éxito al final de la jornada. Otros, en cambio, desperdician la ocasión y cometen errores tan grandes en las pequeñas cosas.

Es muy posible que los exitosos tengan la visión de que se trabaja mejor en equipo. Tratan de buscar y no descansan hasta hallar las personas, que por los resultados obtenidos en su historial laboral y personal, pueda conformar un grupo para el buen desempeño y eventual triunfo en sus funciones.

Las personas mediocres, por la falta de capacidad para lo que han sido asignadas, se creen y llegan a jurar que todo gravita en torno suyo. Que tienen licencia para hacer y deshacer, porque son los elegidos y son los que más saben. El egoísmo y egocentrismo no les deja discernir en quién o quiénes se les acercan, dando cabida a parásitos, oportunistas y mentirosos, en  base a adulaciones y dádivas, que los arrastran al fracaso, siendo enterrados sin poder levantarse jamás.