"El mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años; el segundo mejor momento es ahora." – proverbio chino
Hace exactamente treinta años, el 18 de junio de 1988, fue el mejor momento para emprender una cruzada ciudadana por el rescate de la educación básica en la República Dominicana.
La ocasión la pintan calva, y en el caso que nos ocupa la oportunidad llegó en forma de una breve intervención del Ing. Gustavo A. Tavares Espaillat dirigida a la junta de directores de Acción Pro Educación y Cultura en su reunión anual de reflexión celebrada en Puerto Plata, alertando sobre la grave crisis de la educación básica y las costosas consecuencias para la nación. Con la autoridad de haber sido fundador y primer presidente de APEC, y como ciudadano comprometido y de acción enérgica, nuestro padre se atrevió no solo a dar la voz de alarma, sino a proponer para la discusión algunas ideas sobre las posibles vías de acción para alcanzar la universalidad y mejorar la calidad de la educación básica de todos los dominicanos.
La conmemoración del trigésimo aniversario de esa feliz iniciativa nos induce a una reflexión sobre la visión expresada en esa ocasión y su significado, basada en una lectura retrospectiva del referido documento, reproducido in extenso a continuación:
La sociedad dominicana está en crisis
"No me refiero a la crisis provocada por el colapso de la CDE, el desorden fiscal y monetario que nos abate, ni los demás problemas diarios que nos agobian desde hace varios años, y que bien cierto son muy preocupantes.
La principal causa raíz de estos apremiantes problemas es el colapso de la instrucción primaria en nuestra sociedad y el retroceso del nivel de educación general de nuestra población, agravados por el aumento en la densidad demográfica de nuestra isla. El abandono y colapso de nuestro sistema educativo básico contrasta con los enormes avances logrados en las sociedades desarrolladas en el siglo que ha transcurrido desde que Hostos y sus coetáneos dieron el impulso inicial a la enseñanza primaria en el país, por lo que nuestro retraso relativo se hace mucho más grave en un mundo cambiado por la propagación de complejas tecnologías que requieren de una siempre mayor preparación intelectual para su manejo y aprovechamiento.
Ante la seriedad de esta crisis, debemos abocarnos a tomar el liderazgo en la urgente búsqueda de soluciones para dotar a la sociedad dominicana de un adecuado sistema de instrucción primaria, como primer paso hacia la reforma de todo el sistema educativo nacional.
A continuación me permito lanzar tres ideas concretas sobre proyectos que debemos emprender a la mayor brevedad.
1) Una campaña sostenida para “concientizar” a las fuerzas vivas de nuestra sociedad sobre la necesidad de dedicar mayores recursos tanto monetarios como humanos en la enseñanza primaria de todos los ciudadanos, sin importar su capacidad de pago por estos servicios, como única forma de desarrollar nuestros recursos humanos para el bien común. Esta campaña debe llevar eventualmente a la convicción popular de que es responsabilidad del Estado (sociedad) garantizar a cada ciudadano una educación que le permita ser productivo para la colectividad en la medida de su capacidad intelectual y física.
2) Canalizar esfuerzos y recursos del sector privado y el Estado en la formación de nuevos maestros y el perfeccionamiento de los maestros existentes para mejorar la educación primaria de los que normalmente la reciben y extender la cobertura de la instrucción básica a los miles de ciudadanos que actualmente carecen de ella. Promover la creación de escuelas normales y un sistema de certificación que avale la idoneidad de maestros especialmente preparados para la enseñanza primaria.
3) Promover mediante legislación levantar localmente y obtener los fondos internacionales, y cualesquiera otros medios para adecentar los salarios y aumentar los ingresos de los maestros primarios a un nivel conmensurable con la delicada tarea y alta responsabilidad que los maestros debidamente preparados y certificados deben asumir. Trabajar para garantizar que los recursos invertidos en la preparación de maestros sean debidamente aprovechados, y que estos luego no se dediquen a ser camareros por no percibir la remuneración debida por sus labores docentes. Quizás un primer paso sería promover el establecimiento de un salario mínimo para los maestros primarios públicos y privados expresado en relación al salario mínimo nacional, por ejemplo, 50% por encima del salario mínimo en el sector privado. De lo contrario los esfuerzos por perfeccionar los conocimientos de los antiguos y formar nuevos maestros certificados serán borrados por las fuerzas del mercado laboral, como sin duda ha ocurrido hasta la fecha.
No es factible realizar la urgente tarea que debemos emprender con demagogia y espíritu partidista, por lo que necesariamente la iniciativa y el liderazgo debe provenir del sector privado hasta tanto la sociedad haga debidamente conciencia y el Estado pueda asumir la responsabilidad que le corresponde de garantizar una óptima instrucción pública para todos los ciudadanos.
Por eso este llamado a la acción en las tres vertientes que nos permitimos sugerir como prioritarias y una última sugerencia, que es la de enlistar la colaboración de la Iglesia Católica en este empeño, pues esta institución ha tenido y mantiene una importante participación en el campo de la educación y cuenta con importantes recursos físicos y humanos que sin duda coadyuvarán en la apremiante tarea que nos proponemos.
La crisis es profunda, pero si tenemos la voluntad de emprender el liderazgo, nuestros nietos verán la luz al final del túnel".
En el sucinto documento resalta la claridad de visión de hace treinta años, el énfasis en el fomento de una cultura de la educación para lograr una mayor asignación de recursos, humanos y materiales, y la priorización de los educadores, su formación y su adecuada compensación, como estrategia para recuperar las escuelas públicas. Es un potente llamado a la acción colectiva, expresando sentido de urgencia por la profundidad de la crisis, al mismo tiempo que llamando a la perseverancia por la magnitud del reto y profesando fe en el eventual, aunque dilatado, triunfo: “nuestros nietos verán la luz al final del túnel”. Pero sobre todo fueron palabras que se convirtieron en acción inmediata con el compromiso de los colegas que en ese momento acogieron el reto lanzado y emprendieron el liderazgo para priorizar la educación de todos, como instrumento de desarrollo y justicia social. Nueve meses después de ese llamado nace EDUCA.
Pasando balance, debemos reconocer la ingente labor realizada en treinta años de esfuerzos sostenidos, al tiempo que admitir que aún falta mucho más por hacer para mejorar las oportunidades de aprendizaje de todos y durante toda la vida.
Como testigo del mejor momento hace tres décadas y de las innumerables batallas en el largo camino, nos atrevemos a afirmar que hoy es la mejor ocasión para sumarse a la cruzada por una cada día mejor educación para todos.
El mejor momento es ahora, y no lo debemos dejar escapar. Aprovechemos el legado de treinta años de esfuerzos, aprovechemos el “momentum”. Carpe diem.