La generalidad lo sabe, pero no está de más resaltar la relación que existe entre el mercado, la política y los medios de comunicación masivos. La analogía resulta vinculante con el universo de los poderes fácticos globales. En su marcha, esta sociedad ha devenido en ser el acicate que entorpece el desarrollo de un sistema de información al servicio de la democracia y la identidad cultural.

Es inadmisible, creer que se puede construir democracia en coherencia con la identidad cultural de un pueblo, el dominicano en este caso, basado en las industrias culturales. Según Rosalba Mancinas Chávez, “La industria cultural quiebra la cultura, la convierte en mercancía y con ello se da la transformación del acto cultural en un valor, destruyendo la capacidad crítica y disolviendo las huellas de una experiencia auténtica”.

Con ello, continua Rosalba, “La cultura se convierte en mercancía generando la industria de la conciencia. Es una industria que afecta al nivel psíquico de las personas. Pero, en lugar de desarrollar la capacidad crítica, los medios de comunicación de masas provocan mentalidades rígidas y homogeneidad psíquica. La población va aceptando acríticamente las estructuras de persuasión que los medios canalizan. La cultura se convierte en ideología. Ese es el resultado del capitalismo cognitivo”.

En otras palabras, lo que insinúa Rosalba, es, que los medios masivos de comunicación, convertidos en industrias culturales son los que están construyendo las ideologías de los pueblos.  Visto así, el rol del Estado, los partidos políticos y las iglesias, principales constructores de ideologías, están en vía de una pronta extinción. O cuando menos, una reducción considerable de sus poderes.

De su lado, la mayoría de los comunicólogos concluyen que, “El objetivo fundamental de la comunicación es convertir al hombre en agente efectivo que le permita alterar la relación original que existe entre su organismo y su medio circundante. El hombre se comunica, entonces, para influir y afectar incondicionalmente en los demás”.

Si nos adscribimos a la definición consensuada entre la mayoría de los científicos de la comunicación, y no hay razón para negarse a ello, debemos concluir que los medios de comunicación son o deberían ser un instrumento para propiciar el desarrollo desde una perspectiva humana. La dinámica comunicacional, debe obrar para que las comunidades más pobres y aisladas tengan acceso a la información de su interés en tiempo real. Y con ello, emprender la tarea de la transformación social.

Con razón, modernamente se consigna la comunicación como uno de los derechos fundamentales del ser humano. Igual, lo consagra la Carta Magna dominicana.

En consecuencia, el Estado dominicano tiene la oportunidad de desarrollar medios de comunicación alternativos de calidad. La red de emisoras comunitarias es, sin dudas, la flecha que duerme en su vaina, en espera de un actor que la ponga en el arco y la dispare al infinito.

A su vez, las 96 emisoras comunitarias deben abordar alianzas con los diarios digitales que se editan en sus respectivas comunidades. Concomitantemente,  debe estructurarse una red de periódicos digitales locales, que facilite el intercambio de información entre ellos, las emisoras y los canales de televisión existentes. En este entramado mediático alternativo, es de rigor integrar también otros medios, es el caso de los que están en propiedad de las iglesias, católicas y evangélicas.

En paralelo, debe propiciarse un proceso de capacitación permanente para el personal de estos medios. La formación deberá estar orientada hacia la creación y fortalecimiento del periodismo ciudadano, concentrado en reconstruir los valores democráticos y culturales de la sociedad dominicana. La puesta en marcha de semejante iniciativa, demanda un esfuerzo adicional para articular un consorcio con los organismos de cooperación internacionales, las universidades, las ONG y el gobierno como garante.

Este, y no otro, es el compromiso que deben asumir los monopolios mediáticos nacionales, el Estado y el gobierno dominicano.  Si estas instancias insisten en evadir su compromiso, la sucesión de acontecimientos devastadores en el espectro mediático será inevitable.

El Estado dominicano, a través  del gobierno, debe asumir cuanto antes su responsabilidad frente a los mass media. En ese sentido, es urgente asumir desde el Estado estas iniciativas, garantizar su financiamiento, y gestionar inversión internacional de parte de los organismos multilaterales.