En nuestros barrios marginados, compuestos en gran parte de personas que migraron del campo a la ciudad, el lazo con la naturaleza se hace rápidamente tenue. A veces unas personas mayores cultivan en latas unos ajíes, o unas matas de orégano que buscan el sol, que apenas crecen en el ambiente hacinado de los callejones.

¿Cuáles pueden ser entonces los lazos de los niños, niñas y adolescentes de estos sectores con su medio ambiente?  Muchos de ellos, a pesar de residir en la capital, ni siquiera han visto el mar; si hay flores en sus casas son de plástico y tiran cualquier desecho a la calle, como lo hacen los adultos acostumbrados a que la basura arrope las calles.

Las condiciones de insalubridad ambiental, la marginalidad, las condiciones de pobreza y las carencias educacionales, afectan directamente la relación de los  moradores con el medio ambiente, la alimentación saludable, el reciclaje, el manejo de desechos y su reducción.

El proyecto ahora está en pie y se propone iniciar con pequeños cambios progresivos, comenzando con la educación de los niños, niñas y adolescentes y la participación de la comunidad

La pregunta es, ¿cómo infundir respeto y amor por su entorno a una niñez que tiene tan pocos lazos con la naturaleza y cuyas preocupaciones están muy alejadas de  su medio ambiente cuando la necesidad de  crear una sociedad ecológicamente responsable se hace cada día más apremiante a nivel local y mundial y en todos los estratos de la sociedad.

En años recientes en nuestro país se han sentido algunas iniciativas verdes en diferentes direcciones: producción ecológica, reciclaje de basura, huertos, sociedades ambientalistas y fundaciones dedicadas a la preservación, entre otras.  Se trata de proyectos todavía limitados e iniciativas aisladas que no se inscriben en un gran plan nacional para la preservación de nuestros recursos naturales y a favor de una ética ambiental. Los mensajes de nuestras autoridades son difusos e incoherentes. Así se contraponen acciones acertadas, como el reciente propósito de preservar el parque nacional de Valle Nuevo, y  otras que van en contra del medio ambiente como la construcción de  plantas de carbón en Punta Catalina.

A defecto de coherencia institucional uno no se puede quedar de brazos cruzados y una de las tareas es la de sembrar en los niños y en sus familias conciencia de la necesidad de proteger y mejorar su entorno.

Para lograrlo a un nivel micro la Fundación Abriendo Camino inició en el sector de Villas Agrícolas, hace dos años y de manera empírica, la creación de un huerto urbano en azotea para usar el techo del edificio y el sol que tenemos todo el año. Suena fácil y no lo es. Hubo varios intentos, algunos palos de ciego y excelentes sorpresas, hasta llegar a un programa  que pretende hacer de Villas Agrícolas un sector más verde y sano en términos de medioambiente así como en materia de nutrición. El proyecto ahora está en pie y se propone iniciar con pequeños cambios progresivos, comenzando con la educación de los niños, niñas y adolescentes y la participación de la comunidad

Se trata de una intervención que pretende servir de ejemplo, motor y acompañamiento para reconvertir pequeños espacios barriales en lugares más verdes, limpios y  atractivos, por consiguiente  más respetuosos con el medio ambiente dando a las familias mejores prácticas de consumo, nutrición y limpieza.