Al analizar el texto y el contexto de una novela como Me llamo rojo, fácil es advertir la adherencia de su autor Orhan Pamuk al islamismo, al orientalismo y al occidentalismo. Pamuk se nutre de escritores como Tolstoi, Dostoievski, Goethe, Flaubert, Firdusi, Stendhal, Proust, Mann y otros modernos. El autor se nutre también de poetas, narradores y artistas visuales de la Turquía moderna y tradicional.

Orhan Pamuk(1952), es culturalmente musulmán. Su carrera de escritor comienza a finales de los 70 y de manera circunstancial. En 1985 escribe y publica la novela El astrólogo y el sultán y justamente con Me llamo rojo se construye su fama internacional.

La ambientación de Me llamo rojo (1998 (2009), se desarrolla en la Estambul del siglo XVI, en el reinado del sultán Murad III, y donde, como veremos, ocurren hechos contextualmente mágicos misteriosas, reflexiones artísticas sobre la pintura, la ilustración de libros, el artesanado y reflexiones que tienen que ver con El Corán y sus tradiciones de lectura.

La historia de la moderna república turca sería un buen marco para entender Me llamo  rojo de Orhan Pamuk, pero también la historia misma del país, de su literatura y arte tradicionales.Influido por la problemática de los crímenes perpetrados contra un millón o más de armenios en 1915 y miles de kurdos, Pamuk denunció esta situación a nivel internacional y por este hecho fue condenado por haber criticado este acto sangriento e inhumano, basado en prejuicios sociales y religiosos. El escritor turco fue tildado de traidor a su patria. Pamuk ha mantenido una crítica en contra del llamado nacionalismo radical turco y debido a ello ha tenido que vivir temporadas fuera de su país, donde hay pareceres a favor y en contra de sus posiciones políticas, culturales y religiosas. Junto a algunos escritores jóvenes ha formado parte de una crítica generadora de rechazo por su obra y su personalidad intelectual.

Las declaraciones de Pamuk a nivel internacional han ocasionado polémicas diversas en torno al problema de la identidad turca. Amenazado de muerte en muchas ocasiones por fanáticos y políticos de vertiente nacionalista, Pamuk ha hecho giras por Alemania y ha impartido cátedras en Columbia, de suerte que su ausencia episódica de Turquía ha sido y aún se debe a invitaciones con fines literarios y culturales.

Antes de ganar el premio nobel en el 2006, Pamuk tuvo un despliegue publicitario por sus obras, publicadas por sus constantes declaraciones a la prensa internacional y a cierta prensa independiente de su país.

Luego de los conflictos que provocan la denuncia del asesinato del periodista turco-armenio, Hrant Dink en enero de 2007, Pamuk, amenazado también de muerte por el radicalismo nacionalista turco, se retiró a los Estados Unidos para dar conferencia en Columbia University. En ese mismo año y luego de una intensa jornada intelectual regresó a Estambul para escribir una obra literariamente significativa titulada Museo de la inocencia(2008); dicha novela sirvió de base para crear en Estambul un museo también llamado el Museo de la inocencia, tomado a partir de dicha novela en un barrio de Cihangir, en Beyogly, y donde representa su crítica al radicalismo xenófobo contra etnias consideradas contaminantes y sin espacio identitario detrás de la Turquía moderna.

Me llamo rojo es la épica histórica de una Turquía marcada por el comercio, la religiosidad islámica y la huella de una iconografía donde el oficio de pintor, ilustrador de libros y seguidor de El Corán construye los caminos de toda una mentalidad cultural, devocional y política basada en una vida bajo los ecos de aquella Constantinopla real e imaginaria.

El novelar asumido por Pamuk, se acoge a dos tradiciones incidentes en su concepción como escritor: la tradición oriental y la occidental, pero la más incidente en su formación como escritor profesional es la que él mismo declara e inscribe en El novelista ingenuo y sentimental (2011 (2012):

“El paisaje general de la novela cobra vida –más  allá de lo que ven los protagonistas- con los sonidos, los olores y los momentos de contrato de ese mundo…

Escribir una novela significa pintar con palabras, y leer una novela significa visualizar imágenes a través de las palabras de otra persona”. (Vid. p. 76 (Ed. Española en Mondadori, Barcelona, 2012)

Pamuk ha dado a conocer su visión novelesca no solo en El novelista ingenuo y sentimental sino, y principalmente, en su escritura novelesca. Me llamo rojo es un ejemplo de aplicación del proceso narrativo a su obra de creación. La imagen-núcleo del novelar la encontramos también en la siguiente afirmación:

“Cuando digo pintar con palabras, me refiero a evocar una imagen muy clara y nítida en la mente del lector mediante el uso de las palabras cuando escribo una novela, frase a frase, palabra a palabra (dejando a un lado las escenas de diálogo), el primer paso siempre es la formación de una imagen en mi mente. Soy consciente de que mi tarea inmediata consiste en aclarar y enfocar esta imagen mental” (Ibídem. Op. cit. p. 76).

Lo que se hace observable en Me llamo rojo es que Orhan Pamuk asegura su eje como cardinal de sentido y escritura.

“Pongo un más de cuidado en la división del libro en secciones y en su estructura… Mientras me preparo para transformar mis pensamientos en palabras procuro visualizar cada escena como la secuencia de una película, y cada frase como un cuadro”. (Op. cit. pp. 76-77).

Ciertamente, y, tal como podemos leer en Me llamo rojo, el autor escribe como ve y hace de la escritura una alquimia visual, pero también hace de la escalera un retablo, una escena o una secuencia cinematográfica. La escritura como pintura es una de las principales cardinales técnicas visibles  que pueden ser percibidas en la prosa narrativa de Pamuk. Todo el conflicto que encontramos en la pavorosa muerte de maese Donoso a través de un asesinato por supuestos  heréticos, desarrolla las principales líneas narrativas de Me llamo rojo.

Justamente al comienzo de la trama, ocurre el crimen del pintor, ilustrador de libros religiosos y del Corán, Maese Donoso. Este personaje, importante para entender el contexto de la novela, es asesinado por la intransigencia ortodoxa islámica. La crítica que a través de personajes como Negro, Seküre, Ester, Aceituna, Cigüeña, Tio, Alif, y otros personajes alegóricos y simbólicos, cobra valor en esta novela que se va articulando en todo el proceso como alteridad y vuelta permanente a sus raíces culturales, tal  y como se puede observar y leer en un texto también memorial titulado Estambul. Ciudad y recuerdos (Eds. Random Mondadori, Barcelona, 2006; trad. de Rafael Carpintero Ortega, 436 págs.)