Contrastando con las agradables temperaturas atmosféricas que disfrutamos los dominicanos en días recientes, la Tierra alcanzó una temperatura récord en 2016, aventajando la plusmarca establecida el año anterior. Y 2015 también había batido ventajosamente el récord de altas temperaturas de 2014. La última vez que se registraron aumentos de temperaturas por tres años consecutivos fue terminando en 1941, y ese récord ya ha caído al lugar 37 en la relación de los años más calurosos. En los 75 años desde entonces hemos establecido nuevas marcas en 36 ocasiones, casi el 50% del tiempo. Además el proceso se acelera, pues de los 17 años más calientes, 16 han ocurrido desde el 2001. Si lo que queremos es calentar el planeta, estamos ganando la carrera con amplia ventaja, y de seguir igual seremos campeones.
A nadie le interesa ganar este campeonato, pero a muchas personas les importa un pito si el planeta se calienta, que para los fines y efectos arroja el mismo resultado. A muchos les da igual porque no saben que la Tierra se calienta desde hace un siglo, y mucho menos comprenden lo que eso significa. A otros porque creyendo que saben mucho dicen que son cuentos chinos, porque hoy hace muchísimo frio donde residen y categóricamente desmienten el calentamiento global. Para justificar su negación de la evidencia científica, confunden condición atmosférica local con clima global. Incluso hay gente que aun sabiendo que los científicos tienen pruebas del cambio climático, sus causas y consecuencias, se le importa porque lo que quiere es disfrutar su vida a plenitud sin restricciones, y luego que entre el mar (literal y figurativamente). Cree que su estirpe es la elegida para sobrevivir el diluvio como Noé y los demás que se jodan. Sus descendientes que se guarezcan en su torre climatizada a observar desde su penthouse los daños colaterales.
Cada día somos más los terrícolas y cada uno de nosotros consume mucho más. Es evidente que una población creciente con aspiraciones a mejores niveles de vida aumenta la demanda por bienes y servicios que a su vez requieren de muchos insumos para su producción, sobre todo agua dulce y energía. Si no ejercemos la debida disciplina en la producción y el consumo agotaremos los recursos. Sabemos que así funciona en lo personal, familiar, y en los sucesivos estadios de organización sociopolítica hasta llegar a nivel global. El galopante aumento del consumo en el último siglo viene alterando el equilibrio ecológico del planeta de manera acelerada y el termómetro es un excelente instrumento para medir el grado de esa alteración y su tendencia en el tiempo.
La Nasa nos muestra gráficamente la variación en la temperatura global desde 1884 hasta nuestros días. Observamos que desde que se intensifica el uso de combustibles fósiles a partir de la primera Guerra Mundial, hay una tendencia alcista sostenida que se viene acelerando. De esa misma fuente- que no es cuento chino- aprendemos que de mantenerse la tendencia de los últimos 35 años las consecuencias las habremos de lamentar. Aunque los de nuestra generación no sufriremos sus efectos catastróficos cumulativos, ya podemos ver algunas señales de la fuerza destructora del cambio climático. Todo está bien documentado y razonado por científicos que no tienen por qué engañarnos ni andan predicando el fin del mundo. Todo lo contrario, los científicos quieren evitar que el cambio climático empañe el brillante futuro que ellos facilitan en base a la investigación y la experimentación éticas en tantas disciplinas útiles a la humanidad. Pero hay muchos intereses contrarios que propugnan por un uso indiscriminado de los recursos y sin evaluar con consciencia el impacto de nuestras acciones en el futuro, porque solo quieren lucrarse aquí y ahora.
No solo los científicos nos advierten constantemente sobre esta comprobada amenaza. Muchos líderes espirituales aceptan la preponderante evidencia científica y sienten la necesidad de guiar a sus seguidores a poner de su parte en la urgente tarea universal de revertir el calentamiento global. El papa Francisco lo ha hecho en su elocuente encíclica de 2015. El Dalai Lama lo viene haciendo con insistencia desde mucho antes.
El que no hace nada por revertir el cambio climático contribuye entre pitos y flautas con el calentamiento global. Hoy en día no tenemos excusas para no estar enterados de lo que significa el cambio climático y seguir indiferentes a sus causas y efectos. Además, hay tantas maneras de contribuir con la causa de combatir el calentamiento global, desde ser mejores consumidores hasta incidiendo en las políticas sobre el uso de los recursos naturales y la conservación del medio ambiente. Existe mucha literatura para guiarnos a ser mejores consumidores. Tenemos disponible el generoso apoyo de organizaciones dedicadas a guiar nuestros primeros pasos y acompañarnos en nuestros empeños. Podemos también participar en una o más de esas instituciones trabajando proactivamente por la salud del planeta. Solo tenemos que decidirnos a ser parte de la solución en lugar de observar atónitos la marcha del rápido calentamiento global. No debemos lavarnos las manos ante el atropello de nuestro planeta y sin importarnos que entre el mar.
Lecturas puntuales:
https://hipertextual.com/2017/01/ola-de-frio-cambio-climatico
https://www.ncdc.noaa.gov/sotc/global/2015/13/supplemental/page-1
https://www.ncdc.noaa.gov/sotc/global/201613
http://climate.nasa.gov/news/2537/nasa-noaa-data-show-2016-warmest-year-on-record-globally/