Tiró su nariz luego que, a partir de una corta reflexión, decidiera que el público que le aguardaba no era tan sofisticado como para merecer sus escrúpulos formales. Se detuvo un instante para mirar a su alrededor. Fue aquí, en Ardenas, dónde hace cinco años vino a vender su “Trabajar más para ganar más”. En ese entonces todo el mundo le creyó.
Miró a los ojos a un obrero. El cansancio le habrá quitado algunos años de vida. Hoy, una vez más a un año de las presidenciales, viene a ofrecer otro hueso a estos perros. Se aclaró la garganta, antes de dar rienda suelta a su diarrea verbal. Escupió las ya conocidas excusas prefabricadas para todos sus problemas. Crisis económica y demás hierbas hediondas. Preparó el ambiente. Puso palabras al sufrimiento del público. Les dijo que los entendía.
Que sentían que valían menos que los zapatos de su jefe. Tan poco los respeta que vino a tirarles sobre la mesa el truco más viejo en el libro: Prometer huríes a los hambrientos. Aseguró que es importante para los empleados sentirse valorados por sus compañías. Las elecciones presidenciales en Francia están a tan sólo un año de distancia. Impopular entre impopulares, Nicolás Sarkozy necesita pues el voto de estos bípedos. Por eso viene hoy a ofrecerles primas, congelación de precios de combustibles y alimentos, subsidios, lo que sea…
La industria de la compra de conciencias parece ser la maldición caída sobre los pecadores de poca monta que somos. El año pre-electoral abre camino al proceso de venta de ilusiones que constituyen las campañas proselitistas. La pena, la gran pena, es que en el mercado de los sueños del hombre los precios son altos y con frecuencia se restituye con decepción. Eso así, primero, porque el hombre, como la mujer, es un insatisfecho por naturaleza, ya que la fantasía supera con creces a la realidad. Y segundo porque los sueños no se compran, se ganan. Hay que echar manos al barro y modelarlo. En el partido oficialista se acabó el tiempo de deshojar Margaritas, parafraseando a César Pérez.
Ni el León ni su señora esposa se presentarán a las próximas elecciones. Danilo, a menos que algo extraordinario ocurra, será el candidato presidencial del PLD. Lo que aún no se sabe es si Medina podrá cohesionar alrededor suyo todas las facciones del PLD y reforzar las alianzas que han constituido hasta hoy la fórmula ganadora de su partido.
Eso dependerá, en mucho, de Leonel ¿Querrá el mandatario compartir su liderazgo en el seno del partido o preferirá una victoria del partido blanco? Por su parte, el PRD se encuentra en un equilibrio frágil entre Vargas y Mejía. Le queda además demostrar que puede gobernar sin generar una hecatombe económica y política. Pero todo eso ya nos alejó del tema, el cual es, les recuerdo, el mercado de las conciencias. Por un lado tenemos las promesas, que en la boca nada pesan. Danilo ya ha comenzado a lanzarlas sobre la mesa. Ellas buscan, como creo haber dicho, conquistar las ilusiones de la gente. Por otra parte, está el clientelismo político que se presenta a las urnas religiosamente.
Para la clase dirigente pocos negocios son tan rentables como la miseria del pueblo. Pocas tristezas generan tanta felicidad. El proceso electoral que se aproxima conjuga la paradoja de la naturaleza humana, entre el deseo de cambio y el miedo al mismo. Estamos cansados del régimen vigente, pero el recuerdo de la experiencia del 2000-2004 nos carcome el cerebro. Guatemala o Guatepeor. Está en las manos de Danilo saber distanciarse del modelo leonelista y poder, a la vez, conseguir el apoyo del grupo más poderoso dentro de su partido.
“No esperen de mí ninguna medida económica populista por el hecho de que tengamos elecciones de aquí a un año… No queremos construir una base sólida de aquí a un año. Este país deberá tener un ciclo de crecimiento sustentable de diez o quince años si desea transformarse un día en un país definitivamente desarrollado”
Luiz Inácio Lula da Silva, Junio del 2008
En ese sentido, las amenazas de Hipólito contra los funcionarios del PLD pueden ser, para Medina, una mano amiga. Los procesos electorales dominicanos han estado marcados por el clientelismo político y el uso de los recursos del Estado. El mismo Danilo Medina, dirigente del partido oficialista, dijo en el 2007, refiriéndose a las primarias del PLD, que lo venció el Estado. Lo cierto es que tan pronto se acercan las elecciones todo se olvida. La única realidad futura que existe son las elecciones. Una única cosa es importante: quedar arriba, para evitar la sodomía estatal. Un solo lema tiene sentido: Engañar (¿Comprar?) al pueblo para hacer festín. Temo, por el tono y el lento discurrir de estas ideas, que el lector termine por tomarme por un romántico, lo que -¿Por desgracia?- soy.
No por eso habrá de repetírseme lo obvio. Que, para hacerse elegir, un candidato debe encontrar al público, debe vender su propuesta. De lo contrario, por buena que ella pueda ser, no verá frutos. Lo que se me puede explicar, sin garantías de que entenderé, es por qué el futuro nacional, como cosa que ya poco importa, es subordinado al bienestar personal. No le escribo al candidato, que por algo es candidato.
No quiero que todo quede en señalar algunos defectos -lo son a mis ojos- del sistema que persisten incluso en países desarrollados. El ciudadano, salvo en ideales autoritarios, nunca fue pensado para ser un ente pasivo. Así que comencemos por ser más ciudadanos. Tanto yo, que escribo, como usted, que lee, somos responsables de reclamar que los políticos hagan su trabajo.
El futuro, el que usted y yo queremos, no se construye en un día. La construcción de un futuro con esperanzas requiere políticas pertinentes, concretas, y relativamente estables a largo plazo. Dígase que es un trabajo constante, diario, que se logra con sudor y no sólo por parte de los funcionarios públicos. Es también un deber de la masa civil, es un trabajo suyo y mío. Recordemos que los cambios significativos en el sistema democrático provienen indefectiblemente de obras conjuntas. Echemos manos al barro: procuremos que las leyes sean leyes, todos los días…