La mirada panorámica y direccional de Max Henríquez Ureña particulariza diversos campos propios de la crítica lírica, épica, artística, historicista y estilística, entre otros movimientos de la lectura percepto-sensorial. Su obra ubicada a todo lo largo del siglo XX posee diversos registros temáticos, formales y puntuales, apoyados en los consabidos tópicos y espacios de representación que asumió desde la poesía, el cuento, la novela, el teatro, el ensayo, la crítica, la música, la historia y otros géneros textuales.
Esta concepción orgánica y seleccionada de lo que es la creación literaria y artística participa de una estética filosófica y literaria donde lo que es el sentido estético-literario determina las relaciones entre sujeto-obra-lector, atendiendo a las preceptivas literarias modernas. Su camino, en este sentido fue arduo, insistente o persistente si entramos a los diversos mundos de su extensa obra.
Los frecuentes tratamientos visibles en la obra de MHU se justifican en un concepto de estilo que se expresa entre lo clásico y lo moderno, toda vez que los ejes que influyen en la tradición literaria misma, extienden el registro de una obra que adquiere su valor en el sujeto de la lectura, lo histórico, lo social y lo imaginario entre uno y otro acto de creación estético-verbal.
Max Henríquez Ureña quien, fue también un musicólogo y dramaturgo, así como versátil, un conferencista extraordinario, acentuó una vida de las formas poéticas, narrativas y discursivas dominadas por el realismo histórico, el modernismo, las vanguardias históricas y otros caminos de la modernidad. Al igual que su hermano Pedro Henríquez Ureña, frecuentó escuelas, fuentes, ejemplos creadores de géneros y fuerzas interpretativas que influyeron en la primera y la segunda mitad del siglo XX.
Nuestro autor, inspirado en los modernos (Darío, Rodó, Hostos, Tolstoi, Quasimodo, Galdós, Baroja y otros) orienta su búsqueda literaria, histórica y crítica a favor de una concepción donde la lengua, el estilo, la tendencia crítica y estética en progreso, justificaba y determinaba en parte el concepto y el pulso verbal de la obra. Al entender que la creación literaria, musical, teatral, narrativa y verbal eran (y son) mecanismos de producción, interpretación y memoria, la imaginación creadora se reconoce como forma, valor y ritmo ideal en un tramado textual y expresivo, muchas veces implícito y otras veces explícito. Lo que su obra promete en este sentido no es un pretexto creador de un orden poético, narrativo y teatral registrado en su memoria intelectual escrita e inscrita.
Aquello que registra y promete la obra reunida hasta ahora de MHU es la propia significación de textos y contextos afirmados a partir de una práctica de la lectura fundada en una experiencia oral y escrita del sujeto que acoge y asume una travesía analítica, instruccional y creadora. Los tomos relativos a Letras de América y Literatura no hispanoamericana representan un valioso archivo de ideas, informaciones y núcleos de un trabajo literario orientador acerca de la productividad y el momento creador no solo de lo que se ha hecho en Hispanoamérica sino también en el mundo europeo a partir del concepto de universalidad.
Las reseñas, ensayos críticos y literarios, así como las lecciones que como acto de divulgación literaria asumió MHU, constituyen un gran legado y una línea orientacional sostenida e invaluable en nuestro contexto caribeño y latinoamericano.
Los tres tomos titulados Literatura no hispanoamericana y literatura no hispánica X (1), XI (2), XII (3), nos presentan el resultado de un trabajo literario marcado por un concepto de literatura universal abarcante de los orígenes, desarrollos, criterios de evolución, historias nacionales europeas, conocimiento y reconocimiento de un legado universal que se define y explica a través de una visión ilustrada que afirma el criterio axiológico de la literatura surgida como valor, paradigma epocal, narrativa crítica, ensayismo literario y crónica literaria.
En efecto, lo que se hace observable en los tres volúmenes ubicados en Obra y Apuntes es la intención más bien educadora y divulgadora, a partir de la cual se muestra claramente el concepto de guía y orientación de su actividad como profesor en la Escuela Normal para Maestros de Santiago de Cuba, donde laboró como profesor por mucho tiempo. Leer estas páginas resulta importante, por cuanto se hace observable un trabajo compendioso y sobre todo una vocación de maestro que partía de su núcleo familiar de aquella línea cardinal visible en la familia Henríquez y Carvajal y Henríquez Ureña.
En los señalados volúmenes encontramos comentarios de textos, autores y contextos autoriales, cuestión ésta respaldada por los conocidos hábitos críticos y filológicos provenientes del comparatismo literario, así como por la expresión propia de la práctica divulgadora, asumida por legiones de investigadores europeos que desde finales del siglo XIX se plantearon introducciones generales, lecciones, clases, cursos, cátedras, manuales, tratados, programas, guías y otros instrumentos propios de la orientación académico-docente.
Es el comparatismo literario de comienzos del siglo XX lo que marcará como práctica el trayecto intelectual de nuestro autor. Desde un conocimiento de la trayectoria intelectual de nuestro autor, y en el marco de un conocimiento de la tradición moderna y contemporánea que involucra una concepción propia de la literatura signada por los datos de contexto, cronología, periodización, presentación y pronunciamiento se expresa y desarrolla un tempo visional y literario a través de la lección y el ejemplo de un alumnado en muchos lugares de América, tal como lo prueba su Epistolario, organizado en tres volúmenes (Vid. Obra y apuntes…) y publicado por primera vez por la Presidencia y el Ministerio de cultura (Ver Op. cit.)
Los tres volúmenes que conforman el Epistolario de Max Henríquez Ureña, constituyen una prueba eficiente de su universalidad y sobre todo de una intelectualidad y un alumnado que lo siguió hasta su muerte en 1968, tal y como se puede verificar en el tomo XXVI, Vol. 3 (Ver cartas de José Juan Arrom, Luis Monguió, Alberto María Carreño, Alfredo Roggiano, Alfonso Reyes, Jorge Mañach, Andrés Iduarte, Julio Rodríguez Luis, Manuel Pedro González, Ezequiel Martínez Estrada, José Rodríguez Feo, Juan Jacobo de Lara y otros).
El horizonte intelectual de este también “Maestro de América”, sugiere búsquedas y fuentes de estudio hasta hoy no frecuentadas por hispanistas, comparatistas, profesores de literatura, historiadores de la literatura universal e hispanoamericana.
Los tres tomos del Epistolario constituyen un aporte justificado en el conocimiento de la literatura, autores nacionales y universales.
Pero la concepción historicista y taxonómica de don Max le sirvió a miles de estudiantes y especialistas a los que ofreció en Cuba, Estados Unidos, Argentina y México entre otros países. Los cursos que ofreció en Puerto Rico, Brasil, Estados Unidos, República Dominicana y otros, aportaron a la historia de las literaturas del Caribe, Latinoamérica y Europa.
Las relaciones literarias, educativas, históricas y culturales siempre fueron significativas para MHU. Las cuerdas intelectuales que abarcaron y a la vez orientaron una obra elaborada como escritura, pensamiento, cronología y productividad académica. Su magna obra extiende sus puntos fuertes en cuanto al ensayismo hispanoamericano, la cátedra pública y la cátedra especializada en los lugares y escenarios que le tocó enseñar literatura, historia cultural de las Antillas, historia de la literatura dominicana cursos sobre modernismo o Historia de la literatura española en cuyos temas o sumarios se crea un campo visible y legible, en torno a los valores de estas literaturas y culturas de América, Europa y la India entre otros países orientales.