Quasimodo no solo fue poeta y traductor. En 1919, cuando su familia decide abandonar Sicilia y se dirige a Roma, el poeta mira hacia rumbos nuevos abrazando con interés la literatura y las matemáticas a través de la ingeniería, asumiendo esta carrera por asunto de campo de trabajo y oficio. Quasimodo ingresa al Politécnico de Roma y luego de cursar allí hasta avanzar en la carrera, decide abandonar sus estudios técnicos y buscar otros horizontes ligados a la literatura.
Se dedicará, por aquel entonces, a traducir del griego y el latín y a escribir con más decisión sus libros de poesía, además de publicar en la revista “Solaria”, donde se va escribiendo y publicando Acque e terre (Aguas y Tierras), un libro que nació con cardinal hermética y que anunciaba en sus ejes imágenes diferenciadas en la perspectiva de su poética del futuro poema integrador.
Italia vivió aquel momento literario que acogía la poesía joven de entonces, donde no faltaba el ismo creador de nuevos lenguajes y mundos expresivos en el espaciamiento del poema asumido como letra, relación, mensaje y sentido. Lo lírico y lo épico se pensaba y expresaba como práctica de lenguaje y actitud. Las líneas de inclusión de lo real como daimon persecutor, asocian ritmo, metáfora, alegoría y mundo que determinan la travesía de una imagen crítica de lo real.
Los casos que menciona Max Henríquez Ureña en su ensayo sobre Quasimodo, plantean la pregunta sobre la diáspora como fenómeno de espaciamiento, búsqueda y territorio en la poesía italiana del siglo XX. MHU insiste en su análisis y lectura de poetas italianos que para entonces eran conocidos y reconocidos en Italia y el resto de Europa.
En el caso de Montale MHU explora su momento como traductor de poesía, narrativa y a la vez lector de Shakespeare, Cervantes, Melville, Marlowe y otros:
“Y aunque Montale ha sido, al igual que ellos, un traductor de alto mérito, en su caso no sería prudente guiarse por los autores que ha traducido, porque muchas veces lo ha hecho, más que por impulso propio, por encargo editorial. Él mismo ha dicho: “Soy traductor de un poco de todo”. (Ver, op. cit. p. 250)
Sin embargo, el mismo Max entiende que Montale ha logrado traducir más a novelistas y a dramaturgos que a poetas:
“Aun así, bueno es observar que ha traducido poco a los poetas y mucho a los novelistas y los dramaturgos, empezando por Cervantes y por Shakespeare, sin olvidar a Marlowe y, partiendo de Melville, a buen número de escritores de los Estados Unidos de América. Es, pues, un traductor de lo narrativo o, mejor dicho, de lo episódico, y en sus versos se mantiene, aunque no en forma sistemática, sino dispersa, esa misma tendencia a reflejar sentimientos y estados de ánimo mediante rasgos episódicos. Así lo evidencian sus breves poemitas psicológicos, como Dora Markus”. (loc. cit.)
MHU se distinguió en sus ensayos por la agudeza comparativa, biográfica y estratégica en cuanto al juicio puntual. La práctica del encuadre analítico y el uso de líneas cardinales de caracterización literaria, transparentan la vida y arte de loa autores que selecciona en sus proyectos intelectuales, algo que se hace notorio en sus ensayos sobre literatura europea.
De ahí que al establecer diferencias entre poetas-traductores italianos nuestro ensayista atilde la doxa crítica sobre tipos específicos y especiales de poetas focales, no solo de Italia, sino también de toda Europa. En el caso de un poeta como G. Ungaretti, Max lo caracteriza en el marco donde su obra ha logrado imponerse de manera decidida:
“Se ha dicho que Ungaretti es un poeta del dolor, o mejor aún, el poeta del dolor, y así basta a justificarlo el título de su libro más leído: Ildolore; y también se ha dicho que Montale es el poeta que siente más hondamente el mal vivir, según su propia expresión”. (Ibídem.)
Pero su juicio no se queda ahí. Nuestro crítico insiste en que “… los versos de Montale nos dejan a veces una sensación de escepticismo o un ansia de evasión. No así los de Ungaretti, porque el dolor es ley de la vida y cantarlo no es una negación de la vida”. (Ibíd. loc. cit.)
MHU vuelve a Quasimodo, pues sus tesis sobre el mismo surgen como respaldo a un trabajo poético visible en el contexto de la modernidad y la ultramodernidad europea. Todo lo cual invita a Max a plantear una diferencia a propósito de Quasimodo:
“Quasimodo, en cambio, ni canta al dolor ni repudia la vida. En su inicio llevó al verso una resonancia sutil, acaso algo apagada, de sus inquietudes y sensaciones, con el recato del que no quiere presentarse desnudo ante su auditorio, y por algo se le clasificó entre los herméticos”. (Vid. p. 251)
Sin embargo, el poeta atiende zonas de su visión como sujeto que se pronuncia desde su hermetismo metafísico y poético, teniendo en cuenta la sensación, la evasión dentro del continente-contenido ontológico y existencial de su poesía.
“Sin ser un evangelista del optimismo –prosigue MHU- su verso nunca deja sensaciones de dolor o de angustia, ni provoca ansias de evasión, pero sí traduce emociones recónditas unidas a un hondo sentido de comprensión humana”. (Ibídem.)
Al referirse al espíritu de “comprensión humana”, MHU señala que: “Ese espíritu…se acentúa en la última etapa de la obra lírica de Quasimodo, que floreció en el intermedio de dos guerras. Al sobrevenir en 1939 la última de esas dos catástrofes de la civilización humana, Quasimodo abandonó el lirismo personal contenido en sus libros anteriores (Aguas y Tierras, 1930; Oboe sumergido, 1932; Olor de eucalipto y otros versos, 1933; Erato y Apolo, 1936)”. (Ibídem.)
La historia literaria italiana de la segunda mitad del siglo XX, documenta a Salvatore Quasimodo como poeta, lingüista, crítico literario, traductor, periodista, entre otros oficios literarios. En su libro de ensayos titulado El poeta y el político (1960), Quasimodo atilda su condición epocal y política en cuanto a visión cultural y crítica basada en la dialéctica ideología-poesía. Su pensamiento y creación sufrieron desde comienzo de los años 50 cierto cambio, debido a la depresión económica y política de toda Europa en el marco de la guerra fría.
Así las cosas, no siempre su obra fue leída en sus líneas constitutivas en Europa o en la misma Italia.
Por el contrario, los diferentes discursos poéticos marcados por el avance y a la vez el desbalance ideológico del marxismo, llegaron a pasar revista y a poner en retiro a los poetas, narradores, filósofos o memorialistas herméticos, místicos o idealismos contrarios al modelo socialista, proliferante a partir de los años 60, y antes a partir de los años 20. La misma Segunda Guerra Mundial preparada en los años 30, propició tal caída ideológica debido a las contradicciones que surgieron en los partidos comunistas, conformados por una izquierda ortodoxa y oficialista.
De ahí que una obra como la del poeta y el político sugirió un modo de hacer poesía “en libertad y apertura”, siendo así que la visión del poeta siciliano se orientó hacia nuevos rumbos poéticos, políticos y existenciales. Su poesía se alejó del artepurismo de sus inicios y de la etapa de los 30 y 40.
El espíritu de una Europa traumatizada y asediada por peligros generados por necesidades económicas, políticas, territoriales y de gobernabilidad, hizo que muchos intelectuales se agruparan o rompieran con sus aspiraciones utópicas o libertarias, asumiendo sistemas conservadores, totalitarios, o democráticos de nuevo tipo.