“Quasimodo ha declarado que el poeta no puede permanecer indiferente en el seno de la sociedad. Para él, poesía es libertad y verdad, y no modulaciones abstractas de sentimientos. Con esas palabras queda definida la posición que asume ante la inquietud universal ese gran renovador de la poesía italiana de nuestro tiempo”. (Ver, Max Henríquez Ureña: “Quasimodo y la nueva poesía italiana”, en, De Rimbaud a Pasternak y Quasimodo, Ed. Tezontle, México, 1960, p.253)
Max Henríquez Ureña no fue solo lector de Quasimodo, sino también del fenómeno poético y artístico italiano de la alta modernidad. Ligado como intelectual y creador al arte y la literatura italianos, MHU recorrió los aportes de las vanguardias del siglo XX, deteniéndose en grandes poetas, novelistas, dramaturgos, ensayistas, cuentistas y otros creadores literarios y artísticos del gran siglo XX.
Nuestro estudioso, comparatista, poeta y traductor había conocido y estudiado al poeta y también traductor italiano Salvatore Quasimodo, antes de que se le otorgara en 1959 el Premio Nobel de Literatura, hecho éste que provocaría gestos de sorpresa, no porque dicho poeta fuera un creador sin los debidos aportes, ni el reconocimiento necesario para tal premio, sino porque su fama se mantuvo alejada de la trompetería de los círculos italianos y europeos que para entonces promovían sus altas figuras de brillos y representación.
En efecto, como poeta y traductor de clásicos y modernos, Quasimodo acercó y releyó tradiciones poéticas occidentales de valor y forma en el trazado literario europeo de anteguerra y de postguerra. Tal y como lo pone de relieve Max, al analizar poesía y traducción en Quasimodo:
“Para penetrar en la esencia íntima de la poesía de Salvatore Quasimodo, Premio Nobel de 1959, fuerza es volver los ojos primero a su producción como traductor, ya que las traducciones, por lo general, acusan una preferencia y a veces una orientación. Cabe afirmar que Quasimodo sólo ha trasladado al musical idioma de Dante aquellas obras que mejor se avienen con su propio temperamento”. (Vid. Op. cit., p. 244)
Para comentar la labor del poeta y traductor italiano, MHU se pregunta:
“¿A quiénes ha traducido Quasimodo? Tratándose de un humanista como él. La respuesta resulta obvia: a los griegos. Primero los líricos, seleccionados de acuerdo con sus personales preferencias en un volumen antológico, Liricigreci, que data de 1949”. (Ibídem.)
MHU destaca las preferencias del poeta italiano, a partir de su selección en cuanto a poetas griegos del período clásico:
“De los épicos elige a Homero, pero en vez de La Iliada, pródiga en cóleras y violencias, traduce los cantos más sugestivos, y más ricos en poesía pura, de La Odisea, sin preocuparse en dar una versión completa del poema. Por último, de los grandes trágicos Esquilo, Las coéforas, donde se inicia y llega a su paroxismo la tremenda tragedia interior del ejecutor de Clitemnestra”. (Ibídem. loc. cit.)
En la Italia moderna y contemporánea se ha trabajado mucho la relación dialéctica entre poesía y traducción, tal y como lo señala el mismo MHU. Abundantes antologías poéticas que serían difícil numerar en el presente ensayo, así lo demuestran. Sin embargo, los diversos “idiomas” o idiolectos poéticos del poeta-traductor o del traductor-poeta extienden los mundos imaginarios del poema como lenguaje y creación en la modernidad y la ultramodernidad.,
Resalta nuestro también poeta, crítico y traductor que, al Quasimodo traductor y poeta:
“Los autores latinos no le atraen en igual grado, pero si alguno le seduce es Catulo, el poeta de los Cármenes, cuyo parentesco con los griegos puede advertirse más que en ningún otro aeda del Lacio. Además, Virgilio, pero no el de La Eneida; tampoco el de las Églogas, sino el de las Geórgicas, que nos traen un eco de Hesíodo y que desde el punto de vista de la forma son acaso la creación más acabada de la poesía latina. Quasimodo separó un ramillete primosoro de los mejores momentos de la obra y le puso por título: IlfioredelleGeorgiche”. (Op. cit. pp. 244-245).
MHU se pregunta acerca de la influencia de sus traducciones y lecturas en su poesía original y establece una diferencia entre sus selecciones de textos griegos y latinos y su escritura tardomoderna y hasta comprometida en parte.
Max se pregunta, con todo y esto si:
“¿Se transparentan en las poesía originales de Quasimodo esas preferencias? ¿A qué dudarlo? Quasimodo es un poeta de hoy en cuya obra hay resonancias de la poesía antigua. Cuida de la forma sin sujetarla a cánones. No gusta del conteo silábico ni impone restricciones a la medida de sus versos. Al igual que los antiguos ignora la rima; pero también a la manera de muchos clásicos, se vale de un vocabulario sencillo y de una forma de expresión sin complicaciones, a no ser las elipsis ideológicas a que apela en el enlace de los conceptos”. (Ibídem.)
En efecto, la obra de Quasimodo se fue conformando desde su acentuado sentido de inmanencia y auto-trascendencia poética y metafísica. De ahí que sencillez y hermetismo se expliquen como contraste en una poética asegurada por su mundo-lenguaje particularizado sobre la base del concepto de forma poética.
Según MHU:
“Tiene, por otra parte, profundo sentido del paisaje y de la naturaleza, cosa que no es sorprendente en un nativo de Siracusa, que desde que abrió los ojos a la vida pudo embriagarse con los cuadros llenos de sol y de colorido, en que es pródiga la naturaleza siciliana”. (Ibíd. loc. cit.)
La caracterización puntual que hace nuestro estudioso es taxativa en cuanto a la determinación de lo antiguo y lo moderno en la vida-obra de Quasimodo:
“La fusión entre la sencillez de los antiguos y la retorcida expresión de la sensibilidad moderna culminan en una paradoja: Quasimodo es un griego, pero un griego de vanguardia. ¿Y por qué no? De la poesía renovadora de nuestro tiempo tiene, junto con las elipsis ideológicas, el libre juego del ritmo interior; pero es sencillo como un griego de la Antigüedad –recuérdese que Homero supo, como nadie, ser sencillo sin ser vulgar-, y hasta la prescindencia de la rima lo acerca y une a los líricos griegos, que no necesitaron de ese artificio para poner en sus exámetros enorme musicalidad”. (Vid. pp. 245-246)
En el contexto de la modernidad y de la tardomodernidad la presencia griega a través de sus obras, autores y mitografías, ha tenido gran influencia en grandes autores europeos, hispanoamericanos, africanos, orientales y otros espacios del mundo de hoy. Poetas, dramaturgos, narradores, directores de cine, guionistas, artistas visuales y otros han bebido en las fuentes griegas y latinas.
MHU destaca un punto curioso sobre Quasimodo como poeta y autor:
“Los que conocen a Quasimodo como geómetra y saben que ha colaborado en obras de ingeniería atribuyen a su conocimiento de las matemáticas la estructura arquitectónica de sus creaciones poéticas”. (Vid. Ibídem. p.246)
La obra publicada por Quasimodo y que refiere como lectura MHU, en tanto que obra no solamente lírica sobresale por su calidad y su ritmo, por sus tonos, matices, cualidades composicionales, niveles de eufonía expresiva y tensiones alegórico-metafóricas en su espacio de superficie y profundidad verbales. (Véase títulos como: Aguas y tierras, 1930; Oboe sumergido, 1932; Olor de eucalipto y otros versos, 1933; Erato y Apolo, 1936, entre otros).
Apartir de los años 40, Quasimodo publica libros donde lo social y el compromiso se acentúan debido a los males, injusticias y destrucciones provocadas por la segunda guerra mundial y que Max Henríquez Ureña destaca en su ensayo: Y de súbito ya es de noche, 1942; con el pie extranjero sobre el corazón (1944), Día tras día (1946), La vida no es un sueño (1949), Il falso e vero verde (1953).
La riqueza de lenguaje, forma y atributos poéticos universales, en la obra de Quasimodo lo llevaron a obtener era 1959 el Premio Nobel de literatura.