Los pedimentos, cláusulas, soluciones y principios del Derecho Político Internacional, así como el derecho de los gobiernos a sostener sus leyes o preceptos constitucionales, tienen una historia larga en lo que han sido los tratados, acuerdos, condiciones y ejecutorias de planes nacionales. Los requerimientos sobre el respeto a las soberanías nacionales de los pueblos hispanoamericanos, tienen también sus cláusulas y figuras constitucionales a partir de acuerdos, relaciones y proposiciones jurídicas mediante las cuales cada país otorga valor a sus principios y leyes gubernamentales.
El 14 de enero de 1919 y desde Santiago de Cuba, Max Henríquez Ureña le dirige un llamado “Al Congreso y al Pueblo de los Estados Unidos de América” que refleja el sentir y la lucha de su pueblo, ocupado militarmente por el Ejército de los Estados Unidos de América. Nuestro autor hace el llamado por considerarse (y porque así ha sido), un “Amigo sincero de los Estados Unidos, porque “En el seno de aquel país viví durante los mejores años de mi primera juventud”.
Las consideraciones que emite MHU sobre el pueblo y el gobierno de los Estados Unidos se desprenden de su práctica intelectual y política panamericana y sobre todo de la ideología del panamericanismo adoptada por los pueblos y principios adoptados en varias conferencias que como las de Lima, Buenos Aires y otras propiciaron el respeto a los acuerdos y tratados sobre paz, soberanía, libertad y defensa de sus territorios y leyes.
MHU escribió Los yanquis en Santo Domingo para ofrecer la verdad cruda, real y política de la Ocupación norteamericana, tal y como ocurrieron los hechos a partir del 29 de noviembre de 1916, cuando la República Dominicana quedó sometida “a un gobierno militar establecido por orden del Gobierno de los Estados Unidos y bajo la autoridad del mismo”. (Op. cit. p. 8). El gobierno de los Estados Unidos violaba así los acuerdos de la Segunda conferencia de la Paz de 1907, cuando (Vid. Op. cit.)…”, la Delegación de los Estados Unidos presentó una proposición para evitar las medidas coercitivas y el empleo de fuerzas militares y navales en relación con las deudas contractuales”.
El llamado de MHU va dirigido al Congreso y al pueblo de los Estados Unidos en dos vías explicadas en el libro en cuestión, pero también como reclamo a una visión, por la Unión Panamericana, sus principios, acuerdos y por lo que entonces eran los pueblos de América, sus acuerdos gubernamentales y tratados de paz. Los actos de violación e injusticias llevados a cabo en la República Dominicana por el gobierno del presidente Woodrow Wilson, no tuvieron repercusión en la prensa norteamericana de entonces, ni tampoco merecieron atención por otros países de la región, debido a que, y según MHU, los problemas de información y comunicación, obstaculizaban los hechos reales de cada país de la América continental.
El mensaje de nuestro autor era, en aquel momento el siguiente:
“De la actitud que mantengan los Estados Unidos frente a cualquier nación de las que conforman la Unión Panamericana depende la suerte de la doctrina panamericanista: bastaría que cualquiera de las repúblicas hispanoamericanas sea víctima de la violencia por parte de cualquier otra de las más poderosas del continente, para que las demás puedan considerarse desligadas de la Unión Panamericana, cuyo único fundamento es la protección recíproca y la defensa de intereses comunes”. (Ver, Op. cit, p. 9)
Claro está que el fundamento panamericanista al que alude nuestro intelectual se manifestaba de manera débil en el caso de la más poderosa nación del continente, siendo así que los Estados Unidos respetaba aquellos principios panamericanistas, sólo si no afectaban sus intereses, principalmente económicos, y si los mismos se veían lastimados por diversas causas políticas o internacionales.
Las consideraciones sobre el panamericanismo de MHU, dominado por los gobiernos de los Estados Unidos, fue una ilusión del pensamiento político ilustrado de la época. De ahí los errores de nuestros ideólogos, intelectuales, internacionalistas y presidentes de entonces, al entender el panamericanismo como una doctrina o práctica de paz en un momento de crisis económica, política, social y en el cual las crisis producidas por dos guerras mundiales eran un atentado contra la paz y la tranquilidad de los pueblos de la América continental.
Históricamente, el panamericanismo como doctrina política y práctica jurídica internacional perdía cada vez más fuerza en el ámbito de la dominación política internacional, debido a los trazados o nuevos diseños sociopolíticos y económicos justificados por la doctrina Monroe adaptada y manipulada por la autoridad gubernamental norteamericana. El mal entendimiento de dicha realidad en el discurso liberal, caudillista y dictatorial de comienzos de siglo XX y posterior a la primera mitad del mismo siglo, engendró y al mismo tiempo determinó un marco de dominación económica y política visible y sensible para los países de la llamada Unión Panamericana.
La crisis de dicho discurso se hizo más real en el momento en que los ritmos de dominación económica, alteraron las economías locales de América Latina y el Caribe. En el marco de las postdictaduras hispanoamericanas surgieron, además, las formas y modos de una tecnopolítica imperial que influyó y determinó los caminos de una dependencia económico acentuada en el espacio de dominación continental.
Según MHU, y en el contexto de la Ocupación Norteamericana (1916-1924):
“La República Dominicana, bajo la ocupación militar americana, ha sido prácticamente suprimida como nación. No puede haber nación donde no hay soberanía, y el pueblo dominicano no disfruta de su soberanía. Una simple ojeada sobre el tratado celebrado en 1907 entre los Estados Unidos y la República Dominicana basta para obtener a Prima facies el convencimiento de que el Gobierno del Presidente Wilson no podía considerarse facultado para proceder de esa suerte; aparte de que, aun sin examinar el tratado, nadie concibe que ningún pueblo libre reconozca en un convenio el derecho de ocupación de su territorio y la supresión de su propio gobierno”. (Op. cit. pp. 9-10)
MHU ha examinado en Los yanquis… toda una estrategia de ocupación llevada a cabo por el capitán H. S. Knapp bajo la decisión del Presidente Woodrow Wilson y el Congreso de los Estados Unidos, en el entendido que las consecuencias de la misma no dejó de alterar el presente y el futuro del panamericanismo y sus relaciones internacionales, debido a los sobresaltos e inconvenientes producidos por la intrusión y la instrucción gubernamental del gobierno norteamericano.
Lo que presentan aquellos hechos relatados por nuestro autor, hace ya más de un siglo, adquiere interés comparativo si pensamos que en 1965, y por segunda vez, la República Dominicana fue intervenida y ocupada militarmente por el gobierno y el ejército de los Estado Unidos. Este hecho interrumpió de nuevo un proceso histórico dominicano que hasta hoy ha causado respuestas de todo tipo al respecto.
Los historiadores Américo Lugo, Federico Henríquez y Carvajal, Vetilio Alfau Durán, Alejandro Paulino Ramos, Roberto Cassá, Ramón Espínola y muchos otros han narrado, analizado y discutido de manera comparativa y crítica el fenómeno Ocupación Norteamericana de la República Dominicana, las causas, efectos y violaciones de la misma desde diferentes perspectivas, lo que ha permitido comprender dicha acción histórica bajo la historiografía dominicana moderna.
La exégesis documental y crítica llevada a cabo por MHU en la obra analizada, presenta muchos cauces, así como determinadas cardinales que explican vida y obra de un autor que siendo un maestro de la cátedra histórica y literaria fue por lo mismo un divulgador de bienes intelectuales afirmados en el hispanoamericanismo epocal.