Los estudios, ensayos, lecciones y apuntes de literatura universal que logró publicar Max Henríquez Ureña en vida, divulgaron también empresas culturales y saberes sociales que aún hoy guardan momentos e informaciones relativas a las letras alemanas, francesas, italianas, neogriegas, inglesas y otras conformadas por la idea de lo universal y de lo nacional en cada caso. Lo universal para MHU es un concepto eje, morfológico e historicista.
El carácter universal de su trabajo histórico-crítico se deja leer en sus idas y vueltas fijadas en una escritura, a veces académica y otras veces liberal. Lo que da pie para reconstruir algunos datos epocales de la llamada literatura universal, tal como se muestra en los textos contenidos en Literatura no hispánica 3 de Obra y Apuntes, donde la travesía de los grandes autores y obras ocupa gran parte de su obra y su cátedra académica.
MHU conforma su archivo con lo más moderno y contemporáneo de la literatura europea: Rimbaud, Rodenbach, Simone de Beuvoir, la literatura existencialista, Paul Claudel, Albert Camus, F. Sagan, Joseph Conrad, Cumnighame, William Watson, Eliot, Thomas Mann, Guasimodo, Dostoievsky y otros que contribuyen o incentivan con su obra a la comunidad de sujetos socioculturales.
Los recorridos literarios europeos se leen como experiencias narrativas, filosóficas, testimoniales en base a temas asumidos por autores en un tiempo de tendencias, escuelas, proyectos narrativos y filosóficos donde el sujeto literario, social e imaginario se concentran en géneros llamados impuros, siendo así que las líneas cardinales asumidas por Camus, Sagan, Conrad, Dostoievsky, De Beauvoir y otros conviven con sus fantasmas, demonios, fuerzas psicológicas y existenciales que ponen crisis la escena-mundo de la literatura.
La lectura y la metalectura literarias llevadas a cabo por MHU en los ensayos organizados en el volumen en cuestión, parten de un motivo mediante el cual, el autor construye su juicio histórico crítico, apoyado en el material psicológico, existencial y poético (Ver su doxa crítica sobre Paul Claudel y T. S. Eliot y Quasimodo, entre otros); pero también la lectura que orienta nuestro autor como proceso de entrada, penetración de mundo, relación de juicios y contextos de transmisión y extensión de significado.
La importancia del autor y la obra que observa Max, incide en el lector como pedagogía literaria, y como necesidad de investigación orientada a un conocimiento comparativo y crítico de la literatura. Sobresale en el citado volumen 3 el ensayo titulado “El mundo autobiográfico de Pasternak” a propósito del incidente registrado sobre el Premio Nobel de literatura otorgado a dicho poeta, narrador y ensayista ruso. Max refiere los dos telegramas (supuestamente) enviados por Pasternak a la Academia Sueca:
“El primero, del 25 de octubre de 1958, al recibir Pasternak la notificación de que la Academia Sueca le había otorgado el Premio Nobel, dice así: “Inmensamente agradecido, emocionado, orgulloso, asombrado, confundido”. El segundo, con fecha 29 del mismo mes, ya no es de aceptación sino de rechazo, y este rechazo bien lo revela el texto, es impuesto por las circunstancias: “Debido al significado atribuido a esa recompensa en la sociedad en que vivo, debo decir: “No, gracias por el premio inmerecido que se me ha concedido. No tomen a mal mi voluntaria negativa a aceptarlo”. (Ver Vol. cit. Tomo XII, p. 173)
MHU narra las circunstancias, controversias, motivos y actitudes a propósito del otorgamiento del Premio Nobel al escritor ruso y el impedimento de recibirlo y aceptarlo por parte del autoritarismo y la dictadura soviéticos del momento:
“Frente a los hechos y circunstancias que estos telegramas ponen en evidencia, la crítica mundial quedó escindida en dos. Los periódicos soviéticos acusaron a Pasternak de dar en sus obras una visión mendaz de la revolución rusa y lo tacharon de traidor, de tránsfuga que había elegido el camino de la vergüenza y la ignominia. La Unión de Escritores Soviéticos lo expulsó de su seno. Sentadas estas premisas, vano había sido esperar que los afiliados y simpatizantes del sovietismo emitieran algún juicio favorable a la producción literaria de Pasternak. Antes al contrario, abundaron las censuras: Pasternak era un autor de “talento limitado”; en el terreno de las concesiones podía admitirse que a veces había acertado en la poesía, pero su obra en prosa era deleznable”. (Op. cit. pp. 173-174)
Hacia finales de los años 50 y a comienzos de los años 60 del siglo XX, la crítica al estalinismo y al zdanovismo se hizo cada vez más comprometida, pues los problemas ideológicos del escritor conformaron muchos expedientes, denuncias, luchas de resistencia y liberación frente a las cárceles, destituciones, desapariciones y exclusiones que acechaban al intelectual en la era estalinista y zdanovista, hecho este que detuvo el verdadero campo de una revolución que ya para entonces había sido traicionada por la burocracia soviética de entonces.
MHU muestra la otra cara crítica del momento con respecto a Pasternak y al momento social luego de la Segunda Guerra Mundial:
“En cambio, la posición de Pasternak fue defendida en nombre de la libertad de pensamiento y de expresión, por la mayoría de los escritores de las democracias occidentales; y a este alegato en pro de los principios democráticos que se estimaban conculcados en el caso Pasternak, se sumaron apreciaciones sumamente elogiosas para su obra literaria, no entibiadas, siquiera en lo general, por el más ligero reparo”. (Ibídem.)
El juicio crítico sobre el Premio Nobel de Pasternak se difundió como parte de una doxa crítica dividida, aun en el caso de los países socialistas, debido a la malla política dominante en la burocracia del Soviet supremo y sus intelectuales carceleros y justicieros. Para Max:
“En uno u otro campo, el enfoque político en cuestión pasó al primer plano: anatema o ditirambo, según los casos, trascendió a la obra literaria de Pasternak, para condenarla o enaltecerla. Y lo que importaba era, sin embargo, examinar con espíritu sereno, objetivo, la labor integral de Pasternak, para determinar cuáles eran las cualidades y calidades, esenciales o intrínsecas, que podrían asignarle una posición elevada dentro de la escala de valores literarios de nuestro tiempo. Una reacción favorable a esa justa ponderación se ha manifestado después: en la propia Rusia se ha vuelto a enjuiciar a Pasternak desde el punto de vista de su capacidad creadora como poeta y escritor, no obstante la independencia con que expone su criterio histórico o político”. (Ibid.)
Por supuesto, las catorce páginas del ensayo de MHU sobre Pasternak eran para el momento una sorpresa, sobre todo debido a que el crítico dominicano estaba ligado a una una idea de la literatura marcada por la crisis cubana y la otra crisis política dominicana acentuada por el casi final de la dictadura de Trujillo.
Max estaba informado sobre una Europa donde la tensión capitalismo-socialismo era parte de la guerra fría, esto es, de una polarización que no dejaba de presentar un combate ideológico, mediante el cual la guerra de poderes se acentuaba por el triunfo de la Revolución Socialista y a la vez su decadencia, pero también por la crisis del capitalismo mundial y sus tentáculos de seguridad en gran parte del mundo.
No obstante, la lectura del “mundo autobiográfico de Boris Pasternak” que analizaba entonces nuestro hombre de letras, ensayista, poeta, profesor e historiador de la literatura, revela un conocimiento de su vida, obra y fuerza autobiográfica. Podemos decir que del caso Pasternak en América continental no encontramos muchos asertos críticos, analíticos, biográficos sobre el autor ruso de tal acento o pluriacentuación estético-literaria como el de MHU.
De ahí su fuerza mostrada en cuanto a la vida literaria de entonces, fuera del hispanoamericanismo y mediante un ejercicio acentuado del criterio histórico-literario y comparativo. Nuestro autor lee a Pasternak partiendo de instancias inmanentes y contextuales de su vida-obra y de su estética-literaria.