Crear una obra a partir de un contexto de trabajo, instrucción y valoración implica, entre muchos gestos, cualificar las líneas de un conocimiento motivado por los principios de creación y abrazo humanístico de las letras. Esta visión que anida en Max Henríquez Ureña se afirmó en su juventud, cuando desde el periodismo cultural, literario y artístico galvanizó un saber y una perspectiva estético-comparativa basada en el comentario filológico-histórico y crítico-cultural.

No obstante MHU fue un escritor y pensador liberal al óleo hispanoamericanista y europeo, dada su curiosidad, placer y goce por las letras generales, mundiales y americanas.

El ideal de Max, como el de los Henríquez Ureña y los Henríquez y Carvajal se profundiza en sus obras como fuerza y raíz de una visión que busca los gestos identitarios y nacionales legibles en su producción intelectual y en la base de una historia de la nación y sus héroes emblemáticos.

Justamente desde una expresión basada en lo dominicano como fuerza nacional, aparece la visión democrática que demanda una concepción independentista representada por los ejes históricos con ejemplos, tomados del caso dominicano; pero lo mismo sucede con Cuba, México, Brasil, Venezuela, Estados Unidos, Argentina, México y otros donde también estuvo MHU.

En efecto, nuestro autor hizo de las letras un culto por el espíritu, mediante la creencia y el trabajo con los símbolos, lenguajes, retratos, etopeya, genealogías y otros tipos discursivos modalizados y particularizados por sus elementos vinculados a sus experiencias como embajador y o ministro plenipotenciario, representante del país en la OEA o en Naciones Unidas.

Las posiciones oficiales y oficiosas de nuestro intelectual no llegaron a interferir con su disciplina de trabajo en cuanto a la creación y el estudio de la literatura, tal como se hace visible en sus ya citados libros: Letras de América, Literatura no hispánica y Literatura no hispanoamericana. Tampoco afectaron su otra creación propiamente literaria. Su vasta producción crítica y narrativa la podemos encontrar en antologías, revistas, publicaciones sin posteriores ediciones o en su papelería depositada en La Habana y cuidadas en los archivos del Instituto de Lingüística y Literatura y otras instituciones cubanas.

Los mismos Documentos personales (Ver Obra y Apuntes) revelan sus actividades periodísticas, sus editoriales, comentarios, homenajes, nombramientos, acreditaciones diplomáticas, árbol genealógico, papeles de abogado, comunicaciones, cartas de alumnos, contratos, publicaciones críticas sobre su vida y obra, reseñas de libros y otros eventos de interés.

Resultan importantes para el conocimiento de su vida-obra intelectual y como testimonio epistolar, los tres tomos de su Epistolario desde el cual se puede escribir gran parte de su historial académico, diplomático y literario. Los puntos cardinales de una obra que aun no ha sido completamente publicada, se van desarrollando por etapas, procesos y sentidos de creación.

Los acuerdos intelectuales, políticos e institucionales fueron, en la vida de nuestro autor, cobraron interés, debido a todo lo que el intelectual pudo desarrollar como hombre social, cultural, académico e histórico.

En una conferencia cuyo título inicial fue Aspectos pendientes de estudio. Periodistas, historiadores, ensayistas y oradores y que se ha publicado en Letras de América 1 ( Op. cit. en Obra y Apuntes; ver al respecto la nota 142 de dicha edición, p. 157), don Max Henríquez Ureña concluye la misma con el siguiente cuadro argumentativo:

“Lo que puedo decir es que la generación a la que pertenezco, esta que ya va de pasada, recogió, como el lampadóforo de la antigua Grecia, la antorcha encendida del saber y la cultura que recibió de sus mayores. Hemos tenido el cuidado de que esa antorcha, de fuerte origen hispánico, no se apague, no se extinga, para entregarla, tan luminosa como la recibimos, un día, a los nuevos lampadóforos que han de conducirla triunfante al porvenir. Sabemos, eso sí, que la hemos entregado en manos fuertes, que avanzan sin temor por la nueva senda y prolongan la tradición de nuestra cultura. ¡Que esa antorcha brille siempre inextinguible y fecunda en los campos de civilización, para gloria inmarcesible de la República Dominicana!”(Vid. P. 172)

La conferencia citada quiere ser también una historia de ensayistas, oradores, periodistas y escritores que tienen una concepción de los procesos históricos y culturales, y que destaca don Max en la citada conferencia tomando en cuenta personalidades literarias e históricas de la República Dominicana.

Instituciones, personalidades estatales y figuras públicas del país son resaltadas por MHU al momento de hacer una panorámica de lo que significó el periodismo, la historia, el ensayismo la historia, el ensayismo histórico-literario, la oratoria y las vocaciones patrias puestas a favor de la nacionalidad y la preservación del país.

En un ensayo sobre Ulises Francisco Espaillat, MHU pone aún más en claro su vena patriótica, política y liberal, refiriéndose a la revolución del 25 de noviembre de 1873:

“… fue un movimiento espontáneo y anónimo que salvó la nacionalidad de graves amenazas e hizo efectiva la aplicación de los principios democráticos que en Santo Domingo han sido consignados por casi todas las constituciones. La labor persuasiva de Espaillat en la formación de la conciencia nacional adquirió en ese momento su más enérgico relieve. Fue entonces cuando Espaillat escribió sus mejores artículos y cuando, como un apoyo a esa propaganda civilizadora, Salomé Ureña lanzó sus odas más vibrantes y patrióticas. Mantuvieron ambos en aguda tensión el espíritu público. Por un momento sus voces unidas fueron la voz de la patria misma”. (Ver, ensayo citado en Obra y Apuntes, p. 178).

La reflexión de MHU no se detiene y sosteniendo el punto necesario de su argumentación histórica valiéndose de una concepción filosófico-histórica, particulariza su doxa crítica abierta:

“Sucedió entonces un hecho sin igual en la historia dominicana: un gobierno se vino abajo por la fuerza de las ideas. Solo la temeridad de uno de los prohombres militares del mandatario que fue acusado ante el Congreso por un grupo de ciudadanos, pudo ser causa de que corriera alguna sangre, pero el movimiento verdadero que dio al traste con la situación gubernativa no tuvo otro carácter que el de una revolución pacífica y claramente prevista en el Pacto Fundamental”. (Vid. pp. 178-179).

La defensa del Gobierno de Ulises Francisco Espaillat por parte de MHU, se apoya en un análisis de lo que ha sido la ideología histórica de un cuerpo gubernamental atravesado por los vicios de la política o las políticas de la misma tensión histórica social dominicana.

“El gobierno de Espaillat ha sido el único que en Santo Domingo ha cumplido a conciencia la función administrativa del Estado. En la organización planeada por Espaillat, la política figuraba en segundo término: lo principal era no apartarse del objeto esencial de todo Gobierno. No forjó Espaillat ningún plan ilusorio: era un hombre de gran sentido práctico y nunca prometió nada que no pudiera cumplirse dentro del período presidencial. Muchos proyectos bullían en su cabeza, pero ante todo se propuso encontrar un arreglo satisfactorio en la marcha de la Hacienda, para poder prestar impulso a la instrucción, fomentar la agricultura y emprender algunas obras públicas de indispensable utilidad. Todo esto era reducido, pero, por lo mismo factible” (İbídem. op. cit.)