Los tiempos y textos que constituyen Letras de América se asumen también como lugares de la Biographia, la Geographia y la Doxa literaria comprensiva de grandes momentos del pensamiento cultural de Hispanoamérica. Podría considerarse un trayecto histórico general de las letras hispanoamericana y sobre todo las caribeñas que incluyen a Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, entre otras.

Las letras de México, Uruguay, Costa Rica, Bolivia, Paraguay y “de otros países” ocupan un espacio que, desde el ensayo, concurren en el mundo de las ideas hispanoamericanas. En los ensayos que conforman los mencionados volúmenes, Max Henríquez Ureña concentra su procedimiento denominado retrato y etopeya, basándose en el perfil biográfico y contextual.  Un ejemplo de dicho procedimiento descriptivo lo constituyen los ensayos sobre Amado Nervo, Efrén Rebolledo, Manuel José Othón, Ricardo Castro, Luis G. Urbina, Alfonso Reyes, José Vasconcelos, José Enrique Rodó, Justo Pastor Benítez y otros que marcan el rutario de las letras mexicanas, uruguayas, paraguayas y bolivianas, entre otros.  (Ver, Letras de América-3, Tomo XVIII).

En el caso de la literatura cubana, MHU aplica igual método de ensayo basado en el retrato, la etopeya,  la biografía literaria e intelectual.  La escogencia de grandes personalidades literarias cubanas, muchas de las cuales conoció y trató en amistad, trazó un panorama crítico y ensayístico fundado en modelos literarios clásicos y modernos.  Reseñas, presentaciones, perfiles y proyecciones constituyen los exempla que asumió nuestro intelectual en el contexto de una práctica exegética genealógica, biográfica e histórico-cultural.

Tal es el caso de autores como Jesús Castellanos, Enrique José Varona, Diego Vicente Tejera, Julián del Casal, José Antonio Ramos, José María Chacón y Calvo, Carlos Loveira, Eulogio Horta, Hernández Catá, José Martí, René López y otros que conforman el mapa de las letras cubanas de finales del siglo XIX y de comienzos del siglo XX.  (Por ejemplo: Mercedes Matamoros, Luisa Pérez de Zambrana, Julián del Casal y José Martí, entre otros).

El ensayo como experiencia literaria y cultural en MHU, presenta líneas composicionales de forma, tema y expresión particularizadas en su constitución formal y textual.

El tejido interno y externo que presenta su ensayismo se inscribe en el marco genérico-expresivo practicado en Iberoamérica del que fue testigo y lector este autor y maestro dominicano.  La línea que enlaza crítica y cultura, ensayo  y propósito también se conforma en la fuerza de la historia cultural, así como la memoria geoliteraria y poética.

En efecto, MHU suscribía en su estilo de ensayar argumentos biográficos y escriturarios, de tal manera que su modo de escribir y describir se situaba en el tiempo de la producción y el análisis basado en la relación Obra e Historia, Escritura y perfil, Obra-autor, Espacio-tiempo, Genealogía-biografía, texto-visión y sentido-materia verbal.

La idea que sobresale en los ensayos que constituyen los tres mencionados tomos titulados, agrupados bajo el nombre de Letras de América es la presentada bajo el dinamismo cultural y literario de la interpretación.

La proyección de lectura cuyo ritmo encontramos en los panoramas, perfiles, noticias o notículas biográficas, escritas por MHU, responden a un tratamiento de lectura que conecta con la historia literaria, cultural y testimonial que supone un texto, un contexto de trabajo y un lenguaje literario.  El fichado bio-gráfico y memorial de estos y otros ensayos críticos e historias panorámicas de la literatura, produce un marco estético-literario visible también en otros ensayos  que han logrado convivir con la crónica, el tratado y la creación propiamente literaria.

Tanto el joven MHU, como el maduro escritor y educador se desarrollaron en un ámbito de crear, hacer, poder hacer, constituir claves de trabajo motivado por un orden fijado y asumido por una disciplina de trabajo que parte de la tradición escrituraria y verbal aceptada a partir del origen, desarrollo, difusión y valoración de las letras dominicanas, mexicanas, argentinas, brasileñas, cubanas y otras asumidas en un orden cultural interpretativo.

De ahí que producción, lectura y recepción se expresen en la práctica literaria y cultural justificada por el texto artístico-verbal.  MHU no escribe fuera de la cronología, la periodización histórica y los actos literarios diacrónicos y sincrónicos.  El hecho mismo de propiciar el sentido de la obra analizada basada en la reseña que a su vez se apoya en el resumen y el comentario, participa de una impresión estética que no olvida al artista MHU ni su práctica de musicólogo y concertista.

La literatura fue para MHU un espacio de producción estético-verbal e histórico-cultural.  Su Breve historia del modernismo (1954), es hasta ahora una historia de las formas en cuya inscripción se justifica la primera expresión auténtica de las letras de América como funcionamiento literario y lenguaje.

Así pues, MHU fue también un poeta y músico reconocido por su calidad y fuerza expresiva.  Como cuentista y novelista proyectaba su modo y estilo modernista, realista y poético.  Su cultura literaria y artística acoge la poesía como estro y numen revelador de un lenguaje poético y una auténtica cultura literaria. Su ideal sobre la poesía podemos sentirlo y leerlo en aquella Recepción Académica y particularmente como “Respuesta al discurso de recepción leído por el doctor Guillermo Domínguez Roldán en la noche del tres de julio de 1913, al ingresar como individuo de número en la Academia Nacional de Artes y Letras” y donde nuestro ensayista, crítico, narrador, poeta e historiador de la literatura expresa su doxa sobre la poesía:

“¡La poesía! Ha sido esta, precisamente, la manifestación literaria que con mayor pujanza encontramos revelada en la vida de los pueblos.  Ha sido siempre la primera explosión vigorosa de arte y sentimiento que ha tenido el mundo.  Apenas un pueblo ha desenvuelto a través del tiempo su personalidad, sus tradiciones, sus sentimientos y caracteres propios, en él ha surgido la poesía.  ¡Un pueblo sin poetas, sería un pueblo sin leyenda y sin historia, sería un pueblo sin alma!” (VerLetras de América 2 (XVII), p. 179)

MHU es puntual y enfático en su percepción y comprensión de la poesía en la historia y en su ritmo creador:

“Ha sido, además, la poesía la forma de expresión más adecuada a los grandes ideales de la humanidad.  Cada vez que ha sido preciso unir por medio de una idea todos los corazones, no se ha encontrado para trasmitirla, mejor hilo conductor que la poesía.  Las ideas se ennoblecen al pasar por el crisol de la poesía.  De ahí la recomendación de Horario de mezclar lo útil con lo bello”. (Op. cit. Ibídem.)

La síntesis de tal camino o trayecto la encontramos en el siguiente aserto categorial y definicional de la poesía:

“Es así como ha sido la poesía aliento, sostén, consuelo, y amparo para la humanidad.  Amor, gloria, belleza, heroísmo, en fin, todo cuanto puede hacer amable la vida, todo cuanto puede obligarnos a levantar los ojos de la tierra para elevarlos al ideal, han palpitado en ella.  La poesía ha tenido la virtud profética de llenar de melodía y de esperanza las horas más amargas del mundo”. (Ibídem. op. cit.)

La respuesta de MHU al discurso de Guillermo Domínguez Roldán, leído el 3 de julio de 1913 para ingresar como individuo de número a la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba, alcanzó los acentos y ritmos de una cultura poética y memorial motivada por el tema mismo del discurso de Domínguez Roldán sobre la creación literaria de Jesús Castellanos, poeta, escritor, intelectual y abogado de gran significación para las letras cubanas de la primera mitad del siglo XX y a quien MHU le dedicara páginas fundamentales sobre su obra, en el “Panegírico leído en la sesión solemne consagrada por la Sociedad de Conferencias de La Habana, el 29 de junio de 1912”.  (Ver, Op. cit. pp. 1-47)