La bibliografía del modernismo es extremadamente abundante y elocuente. El uso bibliográfico activado por aportes sustanciales es tal, que el investigador activo con el tema está obligado a controlar fronteras, núcleos y cauces epistémico-literarios sobre la fundación de dicho movimiento y sus vertientes. Algunos aspectos significativos sobre el modernismo se leen en Homero Castillo (Comp.): Estudios críticos sobre el modernismo, Ed. Gredos, Madrid, 1968; en Iván T. Schulman y M. Pedro González: Martí, Darío y el modernismo, Ed. Gredos, Madrid, 1969; Ángel Rama: Rubén Darío y el modernismo (circunstancia socioeconómica de un arte americano), Eds. Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1970; Francoise Perus: Literatura y sociedad en  América Latina, Eds. Siglo XXI-Instituto de Investigaciones UNAM, México 1978; y otros teóricos, críticos e historiadores del modernismo. Estos estudios posteriores a Max Henríquez Ureña y su Breve historia del modernismo (1954), indican un rutario abierto a una investigación sobre los senderos diversos de esta expresión americana fundadora de un tiempo y un espacio de las letras americanas.

Luego del ensayo titulado Rubén Darío de Max Henríquez Ureña (en Obra y Apuntes, op. cit.), una gran cantidad de estudios publicados sobre el modernismo desde diferentes posicionamientos (contextuales, histórico-críticos, diasincrónicos, textuales, políticos y otros), la historia literaria de dicho movimiento ha crecido en diferentes  perspectivas de lectura, tal y como se puede constatar en Darío Puccini y Saúl Yurkievich: Historia de la cultura literaria en Hispanoamérica, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2016, Vol II; véase introducción de Saúl Yurkievich, y los estudios de Iván A. Schulman (pp. 17-42); María Rosaria Alfani (pp. 43-73); Luis Sáinz de Medrano (pp. 75-98); Martha L. Canfield (pp. 99-139).

En efecto, tanto anterior como posterior a Max Henríquez Ureña, la abundante bibliografía en torno al modernismo resulta casi inabarcable por razones bien comprensibles. La historiografía sobre el modernismo ha experimentado cambios en su interpretación; lo que hasta nuestros días se puede entender como un campo expandido de vertientes o lecturas que revela su sentido creacional, histórico, crítico, historiográfico, geopoético, estético-político y otras lecturas direccionales al respecto.

No hay que olvidar los aportes de Max en su vasta instrucción que encontramos en el ensayo (ya citado) y donde sus aportes resultan significativos desde la historia literaria, la estilística, la métrica y la preceptiva literaria. El trazado de nuestro estudioso y ensayista demuestra la continentalidad y transcontinentalidad del poeta, narrador y crítico nicaragüense, así como su perspectiva universal reconocida en la mayoría de las lenguas europeas.

MHU conforma su doxa crítica en torno al poeta y al prosista de Azul:

“Al igual altura que el poeta, en Azul… se revela el prosista. A no ser porque toda su posterior obra en prosa fue consagrada principalmente al comentario de los acontecimientos de la época y a la crítica circunstancial de obras de arte y literatura, tal como lo exigía su función de croniqueur y de corresponsal literario de diversos periódicos; no sabemos si el admirable prosador que había en Rubén Darío nos dejaría hoy vacilantes entre su obra de poeta y su obra de escritor”. (Op. cit. pp. 111-112)

La diferencia que plantea Max entre el poeta y el prosista, es puntualmente favorecedora del poeta:

“Pero, si bien su estilo conservó siempre gran distinción, el prosista quedó, a la postre, a buena distancia”.  (Ibídem.)

Con relación a los cuentos de Azul, MHU acentúa la calidad de los mismos en el marco de la narrativa continental entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX:

“Los cuentos de Azul… son joyas de antología: la más preciada de estas joyas es, acaso, El rubí, de facetas luminosas y fantásticas. La muerte de la emperatriz de la China, La ninfa y El pájaro azul son finos bibelots de corte parisino. El sátiro sordo encierra una delicada ironía de sabor helénico, aunque también con algo de espíritu del bulevar.  El velo de la reina Mab es una maravillosa fantasía…”. (Ibídem.)

Un detalle que es preciso atender en el contexto de la crítica diferencial que lleva a cabo Max sobre la obra poética y en prosa de Rubén Darío, es el siguiente:

“Don Juan Valera, la pluma más autorizada y amena de cuantas han corrido al margen de Azul…, se mostró sorprendido, al leer el libro, de que Rubén Darío no hubiese estado en París antes de escribirlo. Y aún más le sorprendía que, siendo perfecto y profundo el galicismo de la mente, no existiese el galicismo de la expresión, sino, muy por el contrario, un conocimiento cabal de los resortes propios del idioma español”. (p.113)

MHU entiende que:

“El espíritu cosmopolita es el que nos hacía falta, sin renegar por ello de la buena tradición española. Darío, lo mismo que Gutiérrez Najera, lo mismo que Martí, lo mismo que Casal, lo mismo que Silva, conocía bien la literatura castellana. Sólo con preparación semejante podían ir a la cabeza del movimiento literario que les tocó iniciar.  Ese conocimiento de las tradiciones literarias de nuestro idioma, así como el idioma mismo en su estructura y en sus leyes fundamentales, era la base necesaria para ponderar los elementos de otras literaturas y de otros idiomas que podían ser admisibles en el idioma español”. (Ibídem.)

Así pues, el modernismo como actitud, práctica literaria y estética amplió su horizonte, más allá de prejuicios de tradiciones locales, de tal manera que el cosmopolitismo de la obra, el lenguaje  poético, narrativo junto a ejes, culturales y memoriales, atildan sobre un marco de creación e interpretación que ha influido en todas las cardinales de creación en Hispanoamérica. Las innovaciones que han desarrollado cardinales estéticas, temáticas, técnicas y poéticas plantean en el modernismo una valoración de la forma, el contenido y el lenguaje de creación en la América Continental y en la península ibérica.

Así las cosas MHU explica la innovación de su estética verbal:

“Pero no se trataba solamente –continúa diciendo Max- de innovaciones relativas a la forma: también afectaban esas innovaciones la esencia artística de la obra literaria, pues dentro de las férreas mallas del pseudo-clasicismo el idearium español se había circunscrito a un círculo limitado, y parecía sufrir un empobrecimiento igual al de la forma poética esclavizada por el retoricismo”. (Loc. cit.)

La importancia del libro Azul era (y es) su sentido reconocido como poética, donde el sujeto va más allá de las fronteras, de sus bordes y centros.  Es por eso que MHU lo entiende como un proyecto, un programa, un manifiesto:

“Por sí solo el título, Azul…, es todo un programa de evolución ideológica. Es una hábil transmutación de lo objetivo en subjetivo…”. (Ibídem.)

La pluralidad de acentos que desarrolló el modernismo hizo posible no solo una política de la creación literaria, sino también una poética, una mitología, una estética musical de la prosa y el poema, pero además una ontología de la obra basada en un locus enunciativo con tendencia cosmopolita y dialógica. Darío movilizó las estructuras de la tradición poética hispanoamericana.

Los esfuerzos en torno a constituir un marco de amplio sentido comunicativo de las imágenes poéticas, pronuncian los diferentes grados de desarrollo del poema en América.

MHU se inscribe en la cuarta parte de su ensayo, titulado “Antes y después de Azul” un aspecto cuyo espacio aparece como cardinal biográfica del autor y su obra:

“Antes de Azul…, publicado en Valparaíso en 1888, Rubén Darío había escrito algunas obras. A los trece años publicaba versos en periódicos de Nicaragua, como El ensayo…, que veía la luz en León. Se le llamaba, según él mismo ha contado, “el poeta niño”. El público aplauso lo animó en 1881, a los catorce años de edad, a recoger sus poesías y artículos en un cuaderno que nunca se dio a las prensas, pero que se conserva aún, en manos amigas, gracias a lo cual el poeta pudo volver a releer esas páginas en uno de sus viajes a la tierra natal”. (Vid. p. 115)

Sobre la publicación de sus primeros textos, MHU coloca una estratégica nota 12, donde ofrece informaciones sobre las primeras poesías del poeta nicaragüense, y la publicación de un ensayo de Ventura García Calderón sobre dichos poemas en la conocida y prestigiosa Revue Hispanique (París, Tomo XL); y sobre El primer libro original de Rubén Darío, por Andrés Largaespada (Ateneo de El Salvador, febrero de 1916).