Max Henríquez Ureña fue un verdadero polígrafo dominicano, cuya presencia en Iberoamérica fue significativa como creación, influencia, mediación, educación, historia, política nacional e internacional.  Este verdadero sabio dominicano y latinoamericano, fue, como su hermano Pedro Henríquez Ureña, un gran divulgador de ideas, obras y pensamientos orientados sobre la base de ciertas cardinales y actitudes creadoras, intelectuales e ideológicas que aún deben ser estudiadas por razones culturales, históricas, literarias, diplomáticas y artísticas.

Al leer los diversos epistolarios, conferencias, mensajes, acciones solidarias, intervenciones internacionales, discursos de representación y otros textos educativos, celebratorios y políticos, podemos advertir senderos políticos, históricos, personales y diplomáticos importantes, no sólo como hoja de servicio de este intelectual poseedor de valores que ya hemos destacado en Odalís G. Pérez (2011 ).

Los roles de diversa índole que logró desempeñar MHU, no sólo en la República Dominicana, sino en toda América y Europa, constituyen un cuerpo de labores, significativas por influyentes, y funcionales por inminentes y consecuentes.  Pero en el país su vida-obra ha sufrido la indiferencia de una gran parte de la intelectualidad dominicana que por los conocidos prejuicios, perjuicios, intrigas, envidias y falsas apreciaciones, ha querido ignorar a uno de sus más grandes escritores e intelectuales.

Sin embargo, la peor inconsecuencia que se ha tenido con su obra es el desconocimiento de la misma en texto y en contexto.  Cuando en el 2011 el Archivo General de la Nación publicó nuestra obra titulada Max Henríquez Ureña: Los avatares de una vida intelectual, se empezó a publicar también un cuerpo de papeles y documentos titulado: Obra y apuntes. Max Henríquez Ureña (Ediciones de la Secretaría de Estado de Cultura  con el auspicio de la Presidencia de la República, Santo Domingo, 2008-2012; Vols. 1-28)

Recuerdo que en aquella ocasión habíamos finalizado nuestra investigación, y nuestro libro, casi terminado para entrar en imprenta, no se pudo beneficiar del aporte de dicha publicación, que por cierto, no acogió en su cuerpo de investigadores, estudiosos y prologuistas un solo estudioso dominicano que formara parte de aquel equipo; hecho este que criticamos, pues con dicho gesto exclusivo y excluyente, a don Max Henríquez Ureña y su obra se le alejaba más de nuestra llamada intelectualidad “al uso”,  algo que de todos modos no deja de crear expectativas negativas para la lectura de su obra.

Más tarde, trataremos dicho obstáculo para conocer el origen del mismo.  Lo cierto es que Max Henríquez Ureña conformó un variado archivo histórico-literario mucho mayor en cantidad que el de su hermano Pedro Henríquez Ureña, al que siempre honró como “hermano y maestro”  hasta su muerte en 1968.

Lo que desde hace tiempo hemos querido señalar, demostrar y destacar en cuanto a MHU es la vastedad de un corpus textual pobremente leído en el país, pero peor aún, poco difundido en su tierra natal y en la misma Hispanoamérica.  En muchos casos se ha creído que la brillantez y significación de su hermano Pedro ha sido la culpable de su “mala suerte” como intelectual, pues, aunque seguidor de su hermano en cuanto a coordenadas de vida y obra, don MHU ha tenido pocos seguidores en comparación con su “hermano y maestro”.

En efecto, MHU no ha gozado de grandes homenajes, grandes encuentros sobre su obra, foros sobre la misma obra, simposios o congresos institucionales, números de revistas dedicados a su vida obra-recepción o anuarios completamente dedicados a su empresa intelectual y culturológica, compilaciones de AAVV, celebraciones oficiales sobre su vida-obra y otros modos de difusión con grandes alcances a su favor.

Con todos esos obstáculos y exclusiones en su contra, encontramos que gran parte de su alumnado en los Estados Unidos, en Cuba, República Dominicana, Brasil o Puerto Rico,  ha sido tímido en cuanto a poner en valor y en vigencia su aporte, su obra y su pensamiento intelectual en el espacio cultural europeo y principalmente hispanoamericano.

Un dato importante que merece ser destacado como parte de la indiferencia ante su obra es que la Secretaria de Estado de Cultura, hoy Ministerio de Cultura de la República Dominicana, ha prácticamente “regalado” sus Obra y Apuntes con precios accesibles para ser adquiridos en ferias y librerías. Dicha obra no ha merecido aún, no ha gozado aún de serias o medianas lecturas de sus significativos tomos. Los 28 tomos parecen olvidados y la visita a los mismos no muestran sus frutos.

He sido testigo más de una vez que al país han venido intelectuales, escritores, historiadores y artistas extranjeros para adquirir este legado.  Sin embargo, aparte de algunas compilaciones modestas de, y, sobre MHU y su obra, el interés por la misma ha sido pobre.

La obra crítica, histórica, narrativa, poética, musicológica, diplomática, divulgadora y educativa de MHU debe hoy ser “escuchada”, rescatada como texto-memoria y texto-cultura.  Hacer visible su corpus literario  supone un contacto y un camino hacia el conocimiento de la República Dominicana, el Caribe y Latinoamérica.  La misma noción de cultura, progreso y presencia de la República Dominicana en su obra implica una necesaria lectura de las etapas conformativas de su corpus intelectual y creacional que, como veremos, propicia los valores del país desde la primera y la segunda década del siglo XX hasta su retiro como servidor estatal a mediado de los años 50.

Ciertamente, don Max Henríquez Ureña nunca se jubiló de su oficio literario.  Como divulgador cultural practicó un periodismo militante desde 1905 hasta 1968, desde cuya práctica publicó centenares de artículos periodísticos dignos de tomar en cuenta.  La “Cátedra abierta” de MHU debe ser conocida en su generalidad y particularidad al igual que su poesía, narrativa, ensayos, tratadística, publicística diplomática, política y jurídica.

Las acciones que emprendió MHU como abogado, profesor e internacionalista, presentes en Obra y Apuntes y otros textos significativos, motivan también el conocimiento de sus relaciones internacionales reconocidas en los tres tomos de su Epistolario (Tomos XXIV, XXV y XXVI, en Obra y Apuntes), donde aparecen las cartas enviadas a este maestro e intelectual dominicano, admirado por una cantidad importante  de alumnos, intelectuales visibles y legibles en los importantes tres tomos de su Epistolario.

No podemos conocer la literatura hispanoamericana,(dominicana y caribeña), sin tomar en cuenta la obra de MHU. Nuestro aserto, en este sentido, está respaldado por los tres tomos titulados Letras de América (Volúmenes XVI, XVII y XVIII), pero también por su Breve historia del modernismo (1954  ) y su Panorama de la literatura dominicana  (1945 ).

Sobre esta perspectiva y otras abordaremos el cuerpo intelectual del erudito y polígrafo dominicano, quien también sostuvo amplias y cercanas relaciones con figuras estelares de América y Europa desde una visión cultural abierta y dialógicamente respaldada.