El índice de la antología realizada por Max Henríquez Ureña pretende ser una nuestra y a la vez una guía para recordar al hermano-guía luego de su muerte.  Los tonos y ritmos de la misma remiten a su vez a tiempos pasados, momentos de la infancia, visiones memoriales que como huellas presentifican un estado originario y familiar que recuerda los tiempos de un recorrido vital.

Hablar desde la evocación remite a una historia social y familiar pues lo que se recuerda se pronuncia en un relato marcado por la vida del ser y la palabra.  Travesía, momento y vuelta a lo que ha sido visión y cuerpo de hermandad motivan y revelan luces y sombras del pasado;  ecos y formas de la biografía necesaria, inmanente y trascendente donde genealogía y “arqueología” solicitan un nivel de apertura y “actitud” de memoria.

La relación de Max Henríquez Ureña con su espacio de origen, resulta significativa en Hermano y Maestro, pues la escritura del mismo es un espacio que no pierde ni cierra sus líneas de universo y visión:

“Tenía yo poco menos de diez años y Pedro sobrepasaba los once cuando, por primera vez, concurrimos a una escuela. Fran era el único de nosotros que había pasado por esa experiencia: había asistido en Francia a un aula de párvulos. Fran y Pedro ingresaron juntos en el curso preparatorio del bachillerato.  Yo quedé en el penúltimo grado de los estudios primarios”.  (Véase Hermano y Maestro en obra citada, p.XVII).

La misma visión de recuerdo crea un predicado, un matiz y un complemento de relato justificado por el detalle:

“Aunque separados por el plan de estudios, hubo sin embargo un aspecto de nuestro desarrollo intelectual en el que Pedro y yo seguimos unificados: el de nuestras lecturas, que continuamos haciendo juntos. Nuestra afición a las letras se había manifestado de manera precisa desde algún tiempo antes: Pedro contaba poco más de nueve años y yo ocho cuando leíamos la encomiable traducción que de algunas obras de Shakespeare había hecho el peruano José Arnaldo Márquez.  Empezamos por la Comedia de las equivocaciones, Como gustéis, Cuento de invierno y Sueño de una noche de verano…” (Ibídem. pp. XVII-XVIII).

La lectura de obras literarias y la puesta en valor del teatro en aquellos tiempos y “Días alcióneos”, determinarían su afición al teatro, la ópera y la música, a tal punto que más tarde ambos estudiarían música, siendo más tarde Max un talentoso músico y musicólogo. Pedro nunca dejó de asistir a conciertos y conoció a directores de orquesta, compositores, instrumentistas célebres, críticos e historiadores musicales.

MHU recuerda aquellos días sellados por su amor a la literatura y a las artes.  Pero también recuerda el ambiente y los signos del mismo:

“Para entonces, nos habíamos mudado a una casa de dos plantas, muy próxima a la Catedral, en la calle del Arquillo, con buenos salones  y cinco balconcetes en el frente… En esta casa nació mi hermana Camila. Allí pudo instalarse mejor la biblioteca de mi padre, que en su mayor parte era de obras de medicina, pero tenía una sección literaria abundante, aunque en ella, para contrariedad nuestra, predominaban los libros en francés…” (Ibídem. p. XX)

Un detalle importante en lo que toca a la educación cultural de la familia, sobresale en el relato de MHU: el idioma francés en sus padres y en su hermano mayor Fran:

“A veces nuestra madre nos traducía, leyéndonos unas cuantas páginas por día, algún libro que nos interesaba conocer”. (Ibíd. loc. cit.)

Otro detalle alude al cuarto de juegos en la nueva casa, “exclusivamente para nosotros” y donde el cuarto de juegos era destinado a la lectura y a “conatos de representaciones teatrales”.  Max y Pedro escribieron obras teatrales  y estuvieron ligados ambos a la crítica y la historia del teatro y la ópera.  Este detalle de inclinación a las artes escenas es recurrente en su ensayismo de creación artística.

El coleccionismo de obras literarias fue una de sus obsesiones intelectuales.  Recuerda Max que:

“Asomados una tarde a uno de los balcones del salón principal que daba a la calle, hablábamos Pedro y yo de lo interesante que sería coleccionar la obra de todos los poetas dominicanos”. (Ibíd.)

El escenario que tenían delante, según la descripción de Max presenta los signos de una historia donde el poeta José Joaquín Pérez sostiene una conversación con su tío Federico Henríquez y Carvajal, advirtiéndole también Ramona de la presencia de ambos.  Refiriéndole a las dos celebridades, recuerda MHU un evento cónsono con lo que más tarde sería Pedro: un antólogo, colaborador y editor de selecciones antológicas.

“Ya estos dos –dijo Pedro-, están en La lira deQuisqueya, que es lo único que se ha hecho para reunir poesías dominicanas.  ¡Pero hay tantos otros…! Valdría la pena hacer una nueva Lira de Quisqueya…” (Ibídem.)

Lo que le permite hablar al autor es el numen revelador de estructuras míticas y conformativas, expandidas como núcleos intuitivos, sentientes y estéticos desde los cuales “habla” la memoria y el pensamiento en esta obra testimonial, biográfica y autobiográfica al mismo tiempo.

La bibliografía de PHU que selecciona MHU en esta obra, revela su condición de editor, antólogo, filólogo, ensayista, lingüista, periodista cultural, traductor, tratadista y divulgador educativo (Ver, pp. L1-LIV).  El respaldo bibliográfico e historiográfico de MHU orienta un trabajo que, aparte de significativo por lo que toca en tanto que materia de reflexión, también aporta como erudición, evocación y experiencia de mundo.

En la bibliografía que presentó y ordenó MHU, encontramos como profecía lo que más tarde se haría con sus obras, esto es, varios intentos de Obras Completas en su país. Dicha bibliografía establecida por MHU, da cuenta de algunas obras fundamentales publicadas hasta 1950. Sin embargo, el juicio sobre su obra y la necesidad de reunirlas, requiere de una voluntad seria  de trabajo, crítica, estudio, recuperación y fijación.

Así las cosas, MHU le acuerda lugar y atención a su hermano:

“Varios volúmenes pueden formar sus ensayos dispersos en periódicos y revistas de Santo Domingo, España, México, Cuba y la Argentina, principalmente, aparte de algunos artículos y notas bibliográficas en idioma inglés (entre ellos: Anatole France’s valedictory), publicados en los Estados Unidos”. (Op. cit. p. LIV).

Había intervenido en recopilaciones e informes bibliográficos y además publicados en colaboración, tal como lo señala Max, en la primera edición de 1950. Señala en tal sentido que el autor logró llevar a cabo una summa bibliográfica:

“… la selección de Lecturas del teatro español que hizo para la Junta para la Ampliación de Estudios, Madrid, 1920; los trabajos de bibliografía insertos en importantes revistas, como la Bibliografía de Sor Juana Inés de la Cruz (RevueHispanique, No. 97, 1917) y las notas sobre bibliografía dominicana, escritas en colaboración con Gilberto Sánchez Lustrino, al reseñar el libro de S. M. Waxman, A bibliography of thebelles-llettres of Santo Domingo (Revista de Filología Española, 1934)”.  (Ver, cit. en p. LIV).

Los relatos cruzados que encontramos en Hermano y Maestro de MHU, dan lugar a un reconocimiento y a una recordación que por sus intensidades orientan una investigación o un proyecto abarcante de ideas, obras, sentidos y valoraciones visibles en una hermandad intelectual respaldada  por el conocimiento de vida, obra, recepción y estudio de PHU.

Al entender el papel decisivo que jugó su obra extendida y acogida en América Latina, España, los Estados Unidos, México, Argentina y otros lugares donde vivió o influyó, se hace necesario pensar más las obras de ambos maestros de América. Las raíces de una actitud cultural, literaria, filosófica y social de estos dos polígrafos remiten a un cuerpo de obras fundamentales para el conocimiento y consciencia de la América continental.

La producción y fuerza de pensamiento de ambos cuerpos de reflexión, invita a un cambio de paradigma educativo, cultural y literario en Hispanoamérica y sus instituciones y sus prácticas de pensamiento.