Así pues, la obra editada o inédita de Max Henríquez Ureña, que ha estado extraviada y hasta perdida por archivos individuales y polvorientos estantes de bibliotecas, habla por sus ejes de producción y por la axiología implícita que encontramos en sus papeles de trabajo, informes, participaciones internacionales, entrevistas e intervenciones parlamentarias, entre otros momentos, donde ha tenido responsabilidad en cuanto a la toma de la palabra histórica, política y cultural.

Los tomos publicados bajo el título Letras de América 1, 2 y 3, respectivamente XVI, XVII y XVIII representa su práctica más integradora y ligada al oficio público de la crítica. Se trata de tres tomos cuya concepción abarcante la explica el estudioso cubano Rogelio Rodríguez Coronel en el prólogo titulado “Un fundador”:

“Max Henríquez Ureña tuvo el propósito de recoger en un volumen “los ensayos críticos que tienen por tema la obra de artistas y escritores de tres países a los cuales me hallo estrechamente ligado: Cuba, México y la República Dominicana”, según consta en el Prólogo, escrito en 1913. Sin embargo esta empresa nunca la realizó, y el número de esos ensayos y artículos se incrementó con el correr de los años”. (Op. cit. Tomo 2 (XVI), p. XI)

El estudioso y prologuista cubano lleva a cabo un trazado coincidente con los textos y la misma travesía de creación de MHU:

“Durante su residencia regular en Cuba, entre 1904 y 1931, con ocasionales estancias en México, República Dominicana y Europa, muchos fueron los ensayos, los trabajos periodísticos y de creación literaria publicados por Max Henríquez Ureña, como su primer libro de poesía, Ánforas (1914) o su notable El retorno de los galeones (1930) sobre el modernismo hispanoamericano, antecedente de su famosa Breve historia del modernismo (1954). En el presente volumen se ofrecen los escritos sobre escritos y obras  cubanos que encontramos en su archivo personal, guardados celosamente por el Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba, muchos de ellos inéditos.” (Ibídem, Op. cit.)

Tal y como señala Rodríguez Coronel, el segundo tomo de Letras de América está dedicado a la literatura cubana, a la que dedicó también un conocido y significativo Panorama histórico de la literatura cubana.  MHU estuvo ligado al arte, la cultura y la literatura cubanos por razones que ya hemos destacado en nuestro libro Max Henríquez Ureña. Las rutas de una vida intelectual (Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2011)

En efecto, los veintisiete ensayos publicados en 1909 y 1931 y que conforman el Vol. 2 (XVII) Letras de América, responden a ciertos momentos crítico-biográficos, histórico-culturales e histórico-literarios, desde los cuales se van armando textos de diversas circunstancias y de temáticas memorables propias de las situaciones de amistad, trabajo académico, análisis de poetas, novelistas, artistas, historiadores cubanos y presentaciones de libros y autores.

Un recurso utilizado por MHU fue la práctica periodística del comentario de vida y obra de autores, no sólo cubanos, sino también hispanoamericanos y europeos en general.  La capacidad de comentar analizando, hizo de nuestro autor un intelectual productivo y en algunos casos orgánicos, pues desde 1912 sus escritos giraron sobre literatura, arte e historia intelectual de América.

Según destaca Rodríguez Coronel en Prólogo citado:

“En Santiago de Cuba inició su larga y fecunda labor como docente: en 1915 funda la Academia Domingo del Monte, de rango universitario en los estudios de lengua y literatura.  Ese mismo año había matriculado Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, carrera que cursaría en un año por los numerosos exámenes de suficiencia y convalidaciones que realizó de las distintas materias”. (Vid. p. XVI)

Es importante señalar que el trabajo cultural y literario llevado a cabo en Cuba por MHU, era interrumpido por viajes, conferencias y estadías largas en Europa, México y en su propio país donde regresó en 1931 para ocupar importantes cargos como el de Superintendente de Educación, Canciller de la República, Embajador ente la ONU, la OEA y otros a nivel internacional, según se muestra en los tres tomos del Epistolario (Ver, Obra y Apuntes…, Tomos 1 (XXIV); 2 (XXV) y 3 (XXVI).

Max Henríquez Ureña se inició en el activismo político conjuntamente con sus estudios de Derecho que llevó a cabo en Cuba, concluyéndolos en 1912, según apunta Rodríguez Coronel.  Su actividad como abogado en un momento en que toda Cuba era golpeada por una profunda crisis económico-social, hizo de su bufete de abogado un espacio de defensa y acción en contra de procedimientos ilegales en el marco público, enfrentando también problemas sociales, pero continuando con su vocación literaria que lo llevó también a inscribirse en la carrera de Filosofía y Letras que concluyó en un año, presentando los exámenes libres para acceder a los créditos  que lo llevaron a obtener su título de Doctor en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana.

Según Rodríguez Coronel:

“Acontecimientos políticos en su país de origen Reclamaron su atención entre 1916 y 1921.  Como resultado de la ocupación del ejército norteamericano de la República Dominicana y el nombramiento de Francisco Henríquez y Carvajal como presidente interino, la defensa de la independencia y soberanía de su país consumió las mayores energías de Max, quien fungía como secretario del presidente”. (Vid. p. XVI)

La defensa de la soberanía y su nacionalismo inocultable y anti-imperialista, lo llevaron a escribir la obra Los yanquis en Santo Domingo (1977) y cuya base anterior fue Los Estados Unidos y la República Dominicana (1919) y el Panorama de la República Dominicana publicado en 1935. Su activismo nacionalista y de rechazo a la injerencia de los gobiernos estadounidenses, produjo en el joven Max una consciencia crítica responsiva contra la Ocupación Norteamericana (1916-1924).

Según acentúa Rodríguez Coronel:

“Hizo gestiones ante el congreso yanqui en Washington, recorrió numerosos países de América Latina, fundó comités de solidaridad en Cuba, y en el extranjero con la finalidad de procurar apoyo por la causa dominicana. Sin embargo, en 1922 un sector de la oligarquía dominicana cedió ante las presiones del gobierno de los Estados Unidos y ello motivó la neutralización de la Comisión Nacionalista”. (Ibídem. loc. cit.)

En efecto, la problemática de la Comisión Nacionalista en Washington y en el país se orientaba a una defensa persistente en cuanto a la no injerencia del gobierno de los Estados Unidos de América, pero también a la defensa que dio lugar a enfrentamientos entre algunos nacionalistas y defensores de la autodeterminación y de la libertad del país en cuanto a su propia soberanía.

En aquel momento MHU aprovechó toda oportunidad de viaje a Europa a América del Sur para difundir su ideal de nacionalismo, nación y autodeterminación divulgado en La República Dominicana y los Estados Unidos.  Según el prologuista del Tomo 2 (XVII):

“Obviamente, todas estas actividades de índole política incentivaron sus afanes sociales reformistas, y en 1922 creó el Partido Nacionalista de Oriente, al cual le otorgó un perfil distinto a los partidos existentes, al denunciar la corrupción gubernamental y la usurpación de tierras y propiedades por parte de firmas norteamericanas”. (Ver, p. XVII)

La propuesta de lectura potencializada en Letras de América-2, ofrece una muestra del espacio cultural, literario y social cubano que, entre 1904 y 1931, sustentó y asumió MHU bajo la vertiente modernista, de Martí, Rodó, Darío y otros liberales cuya afirmación democrática y renovadora de las ideas, prácticas políticas, morales y socioculturales levantaron cierta bandera liberal y democrática de las letras, apoyadas en el ensayismo crítico hispanoamericano.