Tal y como hemos señalado en nuestro ensayo anterior, el encuadre Rimbaud surge de la crítica y la historia de su obra, interpretada desde ciertos rasgos y lecturas de la tradición moderna que ya habían tomado cuerpo en esa frontera temporal del siglo XIX y el siglo XX, cuando ya la orientación de algunos géneros y registros estéticos se inscribían por aquel entonces en la orientación simbolista, facilitada por las tendencias llamadas vanguardistas y particularmente de ruptura que ya asomaban la cabeza en aquel contexto.
En efecto, toda la filología, la poética, la historia y la crítica que ha estudiado a Rimbaud, desde la perspectiva del autor y su obra, del lenguaje y la sociedad y de la utopía y la contrautopía modernas, ha hecho de su travesía una clave de su imaginación poética y visionaria. Los caminos trazados por Las iluminaciones y Una temporada en el infierno, crean el asimiento entre tradición y ruptura; tradición y contra-tradición a partir del espacio íntimo de la escritura poética.
El valor que Max Henríquez Ureña ha observado desde una lectura concentrada en su contexto, permite entender el momento precoz de la juventud luego de escaparse del infierno ontológico y metafísico de la pregunta y la respuesta ante el mal que gobierna en la tierra de mitos y lenguajes.
Sin embargo, la tesis de Étiemble, famosa por su extensa documentación y por el recorrido riguroso de la obra de Rimbaud, levanta una crítica a la obra y a sus aristas de lenguaje y función expresiva, toda vez que, según Max Henríquez Ureña los libros que ha escrito Étiemble dedicados al conocimiento del poeta francés han aportado a la vida-obra del mismo dentro y fuera de Francia.
“En los volúmenes que ha publicado Étiemble sobre El mito de Rimbaud, Étiemble ha comentado lo que se ha escrito sobre Rimbaud en los idiomas que conoce o puede leer, además del francés: el alemán, español, el holandés, el inglés, el italiano, el griego moderno, el chino. Conserva Étiemble casi todas las citas que ha podido compulsar –unas dieciséis mil-, y sostiene que en torno a Rimbaud, han predominado la falsedad y el error. Pero en verdad, ¿valía la pena, para llegar a esa conclusión, ordenar y clasificar esos millares de citas, muchas de las cuales son la repetición de otras? Para deshacer el mito de Rimbaud, basta con presentar el dato preciso y desechar el impacto en vez de copiar el texto de muchos comentarios inconsultos que se basan en errores y confusiones.”(Vid. p. 10)
MHU pondera en este caso, no sin reflexionar críticamente sobre el esfuerzo hecho por el estudioso francés en el proceso de acopio de dato extremo, según su opinión, y por lo mismo innecesario como método o procedimiento de búsqueda. A juicio de Max:
“Para deshacer el mito de Rimbaud basta con presentar el dato preciso y desechar el inexacto, en vez de copiar el texto de muchos comentarios inconsultos que se basan en errores y confusiones”. (Ibídem. loc. cit.)
MHU entiende que la fórmula analítica y recopiladora utilizada por Étiemble para deshacer y pulverizar la biografía de Rimbaud publicada por el escritor, pintor y cuñado del poeta, se apoya también en lo que otros biógrafos y estudiosos han escrito sobre el mismo:
“Porque –como sigue diciendo MHU-, la vida de Rimbaud es una de las más extrañas y contradictorias que pueden recordarse, e importa esclarecer aquellos extremos que por cualquier motivo hayan sido falseados o alterados, aunque a la postre eso no es lo que pueda interesarnos desde el punto de vista literario, pues el fenómeno Rimbaud en literatura no necesita aclaraciones ni rectificaciones: se trata lisa y llanamente, de un muchacho genial, que a los dieciséis años escribe poemas admirables, un año después produce El barco ebrio y a poco el famoso soneto Las vocales; y que después de haber innovado y renovado la poesía francesa con audacias de expresión y asociaciones inusitadas de ideas, bruscamente abandona las letras en 1874, al cumplir los veinte años…”. (Ibídem.)
Nuestro crítico parte para su argumento de premisas que surgen de la relación vida-obra, esto es, biografía y escritura para llegar a fases demostrativas de un itinerario que muchos creen metafísico, otros rebeldes, y algunos irreverentes. Max señala el recorrido del poeta como una ruptura, una aventura y un regreso, para luego ausentarse del mundo a los 37 años en su espacio de origen:
“…al cumplir los veinte años, parte en busca de aventuras, se establece en las selvas de África, y de allí vuelve, pasado bastante tiempo, para morir en Francia a los 37 años”. (Ibídem. loc. cit.)
MHU propicia una lectura crítica de la obra de Rimbaud apoyada en lo que hasta aquel momento había aportado la historia literaria y los, a veces, contradictorios juicios de sus contemporáneos:
“Lo esencial para la historia literaria es eso, y nada más que eso. Rimbaud realizó una revolución en la poesía francesa y, sin embargo, su obra se compone tan sólo de lo que escribió antes de cumplir los veinte años, porque voluntariamente hizo dejación (sic) de sus facultades poéticas y, convertido en explorador, se dedicó a menesteres más prácticos y productivos. Tenía, seguramente el sentimiento de que la poesía es auroral, y se dio cuenta de que, si algún mensaje traía, ya estaba entregado”. (Vid. pp. 10-11)
Es importante señalar, a propósito del citado ensayo crítico de MHU sobre Rimbaud, el marco de las preguntas y la intencionalidad que conforman el fundamento del argumento crítico ya señalado y sobre todo las cinco preguntas que se hace el maestro dominicano, cuestionando en cierto modo a gran parte de los exégetas, contradictores y biógrafos del poeta francés:
“¿Qué nos importan los detalles menudos y los episodios secundarios de su vida, que por momentos parece una novela picaresca? ¿Qué más da que fuera un enfant terrible y tuviera por ley su capricho, sino otra cosa puede esperarse de un mozalbete genial que se lanza al azar de la vida, sin brújula ni freno? ¿Qué puede despertar nuestro interés en la amistad apasionada que le profesó Verlaine que un día, exasperado por el anuncio de una separación definitiva, lo hirió de un tiro, a no ser que el anuncio de que esa crisis moral haya podido tener en el obra poética del uno y del otro? ¿No debe quedar para el que se dedica a estudios de psiquiatría o de psicopatía sexual la investigación y el análisis de ese proceso morboso? ¿Y de su vida de explorador en África, qué otra cosa puede tomarse en cuenta dentro de la historia literaria, a no ser algunas páginas en que narró sus experiencias y la confirmación, que de esas páginas se desprende, de haber hecho total abandono del cultivo de la poesía?” (Ibídem)
Como resultado de su lectura e hipótesis de trabajo, nuestro crítico puntualiza el registro (y su registro) de la historia literaria como base del método biográfico propio del siglo XIX y del siglo XX:
“…La historia literaria registra, a modo de evocación melancólica, los nombres de algunos poetas que murieron en plena juventud; pero el único caso en que un poeta –y un poeta de categoría excepcional- decide, a los veinte años, dar por terminada su obra ysuprimirse él mismo como hombre de letras, es el de Rimbaud”. (Ibídem.)
Los propósitos de la historia y la crítica literarias cuando se asumen como estudio, tratamiento y análisis de obras como las de Rimbaud, piden instrumentos de investigación más intensivos y rigurosos para interpretar y comprender la obra junto a la vida de un poeta que estremeció incluso la misma poética del simbolismo en la Francia del esplendor y al mismo tiempo de la decadencia sociales.