Jean Arthur Rimbaud (1854-1891) fue un poeta emblemático de la modernidad europea que logró influir en otras modernidades: africana, caribeña, latinoamericana, asiática, pero también ha sido leído como mito y cruce de preguntas y respuestas. Niño precoz, poeta maldito y metafísico del mal, influyó con su corta vida en los principales autores modernos de finales de siglo XIX y gran parte del siglo XX. Incluso, el “neomalditismo” rebelde de algunos poetas de siglo XXI se hace visible cuando aparece en los intersticios del poema abierto en sus Iluminaciones y su Una temporada en el infierno.
La influencia de Rimbaud en la prosa vanguardista latinoamericana y en cierta narrativa epistolográfica, anuncia, muy a pesar de su descubrimiento tardío un topos fragmentario y una vertiente simbólica acentuada por su viaje a África y sus itinerarios comerciales que conforman en muchos casos su ausencia mítica y aquella fortuna crítica, a la que se refiere el ensayista, el crítico e historiador dominicano Max Henríquez Ureña.
Nuestro autor refiere la incidencia intelectual del poeta Rimbaud en fecha de su centenario, refiriéndose al aporte del estudioso y comparatista francés René Étiemble:
“Coincidió con el centenario de Rimbaud la publicación de la anunciada obra de René Étiemble: El mito de Rimbaud. Étiemble almacenó durante más de tres lustros todo lo que se ha escrito y dicho sobre Rimbaud desde que Rimbaud existe para las letras, o sea, desde 1869. Todo ese trabajo preliminar y el estudio minucioso que hizo de Rimbaud y su obra le sirvieron para presentar una voluminosa tesis para el doctorado en Letras en la Sorbona”. (Ibídem. op. cit.).
Ciertamente, la tesis presentada y discutida en enero de 1952 fue, según MHU “…un acontecimiento literario. Entre los cinco miembros del tribunal de examen figuraban Jean Marie Carre, autor de una de las más populares y difundidas biografías del poeta: La vida aventura de Jean Arthur Rimbaud. Completaban el jurado los profesores Bruneau, que presidía, Levaillant, Jasinski y Dedeyan, algunos de los cuales habían también escrito sobre Rimbaud”, (Vid. Op. cit. pp. 7-8)
Sin embargo , aparte de las autoridades académicas, Max nos muestra un panorama rico en autores, poetas, filósofos, narradores y críticos en un espacio académico donde se discutió con entusiasmo y vigor la tesis de Étiemble sobre el poeta Rimbaud y donde el candidato sufrió el “fuego graneado de los cinco catedráticos” mencionados:
“Escritores y poetas de renombre estaban entre los espectadores: Jules Supervielle, el celebrado poeta francés nacido en el Uruguay; Michel Leiris, novelista, poeta y ensayista; el original e ingenioso Francis Ponge; el ensayista Roger Callois; el pensador existencialista Maurice Merleau-Ponty; el crítico y filósofo Jean Wahl, y muchos más. La discusión de la tesis en el anfiteatro Louis Liard, atestado de público, duró cinco horas durante las cuales Étiemble hubo de sufrir el fuego graneado de los cinco catedráticos. Naturalmente, resultó doctorado Cum Laude”. (Ibídem.)
MHU recrea en un ámbito casi escénico el marco de presentación de dicha tesis en la Sorbona, mostrando algunos “ejercicios de esgrima oral que hubo ese día” y que según Max “vale la pena recordar alguno que otro”. (Op.cit.)
MHU reproduce en este ensayo algunas partes importantes del debate:
“En un recio choque de invectivas de parte y parte, el profesor Jasinski concluyó:
“ – En resumen, usted no ama a Rimbaud. Usted es tanto un Diderot como un Voltaire. Con Rimbaud eso forma un hiato. Usted tiene una vieja cuenta que arreglar con Rimbaud. Usted lo quiere mal. Me asalta una curiosidad: saber qué le hizo a usted Rimbaud cuando usted era joven.
Por su parte, el profesor Levaillant interpeló a Étiemble:
- ¿No cree usted que el soneto de Las vocales puede explicarse por la audición coloreada? Un amigo mío posee audición coloreada…
- Es verdad que en el siglo XIX así se creía…”(Ibíd. loc. cit.)
A seguidas, nuestro ensayista y crítico extiende la actitud replicante de Étiemble, pero explica el nivel de significación de la misma:
“Esta réplica de Étiemble sólo tiene significación relativa porque no creo que nadie encontrara en el soneto de Rimbaud (A negra, E blanca, i Roja, U verde, O azul…) más que un reflejo enteramente personal, esto es, un eco impresionista del efecto musical distinto que en su mente provocaba cada vocal; y de igual manera René Ghil dio otra notación de tipo coloreado diferente, pues para él la I era azul, la U amarilla, y la O roja. GustaveKhan, uno de los principales corifeos del simbolismo, dilucidó en estos términos la cuestión en un artículo que publicó en la Revue Blanche en 1898…” (Ibíd. loc. cit.)
MHU muestra citando la doxa del poeta y físico Gustave Khan a propósito del simbolismo de Las vocales y del fenómeno de la “audición coloreada”:
“A no dudarlo Rimbaud estaba al corriente de los fenómenos de audición coloreada; quizás sí conocía por propia experiencia esos fenómenos. No estoy bastante seguro respecto a la fecha exacta del soneto de Las vocales para adelantar, de otro modo que no sea una mera hipótesis, que Rimbaud pudo perfectamente escribir ese soneto, no en provincia, sino en París; que, si lo escribió en Paris, habiendo sido Charles Cros, que estaba al tanto de esas cuestiones, uno de sus primeros amigos en esa ciudad, él pudo revisar y ordenar, con la ciencia, a la vez real e imaginativa de Cros, ciertas ideas suyas, clasificar ciertas aproximaciones personales suyas, dar notación a un sonido y un color. Los versos del soneto son muy bellos, todos dan imagen”. (Vid. pp. 8-9)
Khan citado puntualmente por MHU, aunque desde una visión un tanto esteticista, analiza Las vocales a la luz de lo que ha sido la interpretación simbólica del color y las vocales, aparte de la historia misma de aquel soneto:
“Rimbaud no les atribuyó otra importancia, puesto que no vuelve a encontrarse más notación, conforme a esa teoría, en sus otros escritos. Ese soneto es una divertida paradoja que da en detalle una de las correspondencias posibles de las cosas, y en ese aspecto es bello y curioso. No es culpa de Rimbaud que espíritus densos, enojosamente lógicos, hayan hecho de ese soneto un método que más bien resulta divertido, y menos aún es culpa suya que se haya atribuido a ese soneto, en su obra y no importa en qué sentido, una importancia exorbitante”. (Ibídem.)
Desde la crítica y la exégesis literaria moderna MHU entiende que hay extremos que, en el caso de algunos estudiosos como Khan, han sido aclarados en cuanto a la estadía de Rimbaud en Paris en los últimos seis meses de 1871 y a comienzos de 1872, siendo así que el soneto Las vocales es anterior “al mes de abril de 1872”. Tal y como puntualiza Max, refiriéndose a la relación entre Rimbaud y Charles Cross:
“A fines de 1871 Rimbaud fue hospedado por unos días en el laboratorio de Charles Cross, físico y poeta que en efecto estaba muy al tanto de las novedades científicas y en esos días la audición coloreada era una de ellas. De acuerdo con esos datos, no hay duda de que de la amistad de Rimbaud con Charles Cross surgió la idea fundamental del soneto de Las vocales”. (Ibídem.)
Prácticamente el soneto aludido será interpretado más tarde como un soneto más vanguardista y motivador de rupturas que iban a ser retomadas por algunos postsimbolistas, tanto en el marco de las artes visuales y la música, así como también en las lecturas posteriores del poema y otros textos que serán responsivos en tal sentido.
MHU estudió a Rimbaud, no solo en base a sus conocimientos poéticos y musicales, sino también en las líneas cardinales y otros procedimientos que desde la técnica y la composición crean un articulado sonoro y textualmente nuclear. Las lecturas poéticas de Max se reconocen debido a la vinculación sujeto-persona+historia individual. En su caso Rimbaud abrió una puerta amplia para sus andanzas por el mundo, y los lectores de sus obras (no solo críticos, poetas, historiadores, artistas o eruditos), captaron más tarde los ritmos, las formas que hicieron del verso rimbaudiano una suma de sentidos y articulaciones vocálito-consonánticas cifradas y des-cifradas en la lectura del poema.