La copia fotostática que reproduzco más abajo zanja definitivamente la atribución de distintas fechas para el nacimiento del primer gran líder sindical dominicano Mauricio Báez de los Santos: Nació en Sabana Grande de Palenque el 22 de septiembre de 1909 a las 8 de la noche y le declaró el señor Severo Bonilla (mal escrito en el acta como CEBERO) ante el oficial del Estado Civil Enrique Soto Gallido, el 6 de mayo de 1910 y quienes lean el documento comprobarán el resto de los datos (números de libro, folio y acta, nombre del progenitor Daniel Báez y la madre Julia de los Santos).

El segundo apellido del oficial del Estado civil es poco usual en el país, aunque el Soto es típico de Baní y todo el valle de Peravia.

Agradezco públicamente a mi casi tocayo, Dr. Diómedes Mercedes, ejecutivo de la Red Comunitaria, el suministro de la copia fotostática del acta de nacimiento de Mauricio Báez. Esta organización, con sedes en varios puntos del país, trabaja, entre otras metas, por el reconocimiento de los personajes de origen humilde que han sobresalido en la historia social y política del país y que son, generalmente, escamoteados por los grandes relatos de los historiadores tradicionales o los del frente oligárquico, tal el caso de Mauricio Báez, en cuya memoria la Red construyó una tarja  en el centro comunal de Palenque.

El establecimiento de la fecha de nacimiento de Mauricio Báez es muy importante por la razón siguiente: Sus futuros biógrafos podrán, dentro de cincuenta o cien años, establecer con precisión el itinerario de su vida; su relación, contexto, época, alfabetización, formación política, influencia de los republicanos españoles avecindados en San Pedro de Macorís; su trabazón con personalidades nacidas en San Pedro de Macorís y que luego devinieron muy significativas en la historia intelectual dominicana, tales como Pedro Mir, Dato Pagán Perdomo, José Hazim Azar, fundador de la Universidad Central del Este, Virgilio Díaz, Ordóñez, Armando Oscar Pacheco, Ramón Marrero Aristy y otros que figuran en los distintos escritos del gran líder sindical compilados por Alejandro Paulino Ramos y también en el libro de Bernardo Vega, “Un interludio de tolerancia. El acuerdo de Trujillo con los comunistas en 1946” (SD: FCD, 1987), donde solamente Trujillo está citado en esta obra en más ocasiones que Mauricio Báez.

En el itinerario biográfico de Mauricio Báez hay que estudiar y situar su infancia y adolescencia, es decir, su vida entre los diez y veinte años (1909 a 1929), lo cual es un misterio (en sentido griego); su vida entre 1930, advenimiento de la dictadura trujillista, y 1949, el período más conocido porque es en ese interregno cuando el líder sindical despliega su gran capacidad y su estrategia político-sindical, reconocida por todos sus pares, la cual le condujo a la organización de los obreros del Este y les llevó a combatir por sus derechos a través de la lucha y las huelgas que en 1942 y 1946 paralizaron aquella región.

Habrán de establecer los biógrafos de Mauricio Báez sus orígenes históricos como obrero, si emigró atraído por el “boom” del azúcar o danza de los millones que tuvo lugar en San Pedro de Macorís y La Romana en los años previos a 1925; si se inició, ya alfabetizado, como ayudante de capataz o listero en el ingenio Boca Chica para escapar del destino que le esperaba como agricultor, como fue el de su padre, en Palenque; si de Boca Chica emigró a San Pedro de Macorís y trabajó como obrero portuario y es antes de 1942 cuando se inicia su proceso de concienciación política y sindical al entrar en contacto con los republicanos españoles avecindados en San Pedro de Macorís; en fin, su mundo familiar, casado con la maestra Altagracia del Carmen Frías, fallecida no hace poco a los 96 años en aquella ciudad y con quien procreó una hija, Magalis Báez, quien siguió la profesión de periodista, al igual que su padre, en este aspecto; y finalmente, establecer si el gran sindicalista tuvo otras relaciones sentimentales antes de llegar a San Pedro de Macorís, puesto que existen versiones orales sobre este tema tanto en el país como en Cuba.

El último punto nodal con el que tendrán que lidiar los historiadores o biógrafos de Mauricio Báez es con su labor cotidiana en Cuba desde que llega en 1947 como exiliado a ese país, así como el momento de su desaparición el 10 de diciembre de 1950 en las condiciones en que lo ha narrado su gran amigo y colega Justino José del Orbe y que, todavía hoy, Tulio Arvelo, ya fallecido, sugiere en su libro “Memorias” (SD: Búho, 2013, p. 17), como un capítulo de nuestra historia no cerrado todavía, que debe investigarse y establecerse la verdad de este caso: “La historia de Mauricio Báez y de su asesinato en Cuba por esbirros pagados por Trujillo es uno de los episodios del exilio dominicana que también amerita una revisión en sus más íntimos detalles.”

¿Por qué en sus “íntimos detalles? Porque, aunque casi todos los autores y políticos dominicanos que han tratado el tema coinciden en achacarle el secuestro y posterior asesinato  de Mauricio Báez a Trujillo, no se sabe dónde, cuándo ni cómo. También existen versiones de la oralidad sepultada que apuntan a posibles traiciones, ganchos o desaparición  a lo Dimitrov. Y no se sabe si le asesinaron en Cuba o le trajeron a presencia de Trujillo, como ocurrió después con Jesús de Galíndez. Barcos de más tenía Trujillo para realizar esa operación.

¿Que Félix W. Bernardino fue el ejecutor y pagador del secuestro y asesinato de Mauricio Báez? Para liquidar las voces de la oposición en el exilio, le enviaba Trujillo como diplomático cada vez que era necesario. En aquel 1950, en junio o julio, había llegado a La Habana con el rango de Encargado de Negocios. ¿Le retiró del cargo o le envió Trujillo a otra sede tan pronto se produjo el secuestro de Mauricio Báez?

Para conocer el perfil sicológico de este asesino patológico, que se jactaba de hablar cumplido todos los trabajos sucios que Trujillo le encomendó y por los cuales tenía manchadas las manos de sangre, contrariamente a los burócratas trujillistas, solamente hay que leer el relato de Noel Henríquez publicado en 1960 en Nueva York (“la verdad sobre Trujillo. Capítulos que se le olvidaron a Galíndez”. SD: Ministerio de Cultura, Ed. Nacional, 2011, p. 67-72). Ahí se narra cómo Bernardino atrajo a su residencia a Henríquez a una entrevista para ofrecerle un encargo: pagarle 100 mil dólares para comprar el silencio de Miguel Ángel Quevedo, director de la revista “Bohemia”  a fin de que no permitiera en su publicación ataques a Trujillo y, de paso, la oferta de asesinar al exiliado Miguel Ángel Ramírez Alcántara y a José Figueres. Este Ramírez Alcántara fue hermano de Genoveva, la que le envió el recado a Mauricio Báez a fin de que se cuidara, pues Trujillo había enviado a sicarios para que le eliminaran a él y a otros dos connotados exiliados. Mauricio no le hizo caso a la advertencia, como se vio en el artículo anterior.

Colijo que si la oferta a Noel Henríquez se produjo de la manera descarnada,  grosera y cínica en que cuenta su entrevista con Bernardino, también pudo ocurrir, perfectamente igual en el caso de Mauricio Báez. Es decir, que para librarse del líder sindical se pagara no ya al gánster político cubano Jesús González –el Extraño–, como asevera Roberto Cassá (Paulino Ramos, “Mauricio Báez”, p.208), sino que posiblemente se reclutara a gente del exilio a fin de ganar la confianza del gran líder sindical y tenderle la añagaza. (FIN).

El gran líder sindical, aún después de muerto, ha sido un paradigma de combatiente por la libertad del pueblo dominicano y por los derechos de los obreros y es muy difícil, hoy día, encontrar en el vendido sindicalismo criollo una figura emblemática como la suya.

Después de los reconocimientos que hicieron de su personalidad autores dominicanos del exilio como Dato Pagán Perdomo en sus dos libros “Por qué lucha el pueblo dominicano”, recientemente reimpresos por el Ministerio de Cultura y el Archivo General de la Nación en 2012, así como los propios producidos por los historiadores y sindicalistas surgidos después de la caída de la dictadura, es bueno aclarar que salvo el libro de Jesús de Galíndez, “La era de Trujillo”, que vio la luz por primera vez en inglés en 1956 por la Universidad de Columbia y la versión en español (Buenos Aires, 1956), la mayoría de los libros escritos por dominicanos no mencionan a Mauricio Báez por haber sido publicados con posterioridad a su secuestro y desaparición (Verbigracia, Jimenes Grullón, “La República Dominicana. Pasado y presente”, 1940; Carmita Landestoy, “Yo también acuso”, 1946; Pericles Franco, “La tragedia dominicana. Análisis de la tiranía de Trujillo”, 1946; Jimenes-Grullón, Miolán y Bosch, “La tragedia dominicana y el Primero Congreso Ordinario de la C. T. A. L”, 1941; Miolán, 1938, “La revolución social frente a la tiranía de Trujillo”; 2011, “Un Generalísimo”, inédito, pero terminado en el exilio y un suceso de 1949, aunque rememorado en 1999: Horacio Ornes, “Desembarco en Luperón”). Pero incluso, libros posteriores de Bosch (Causas de una dictadura sin ejemplo, Caracas, 1959, o el que he mencionado más arriba de Noel Henríquez, tampoco mencionan a Mauricio Báez, pese a que este último trae un relato breve pero pormenorizado del asesinato del exiliado antitrujillista Mando Hernández en La Habana, ordenado por Trujillo, y cuyos sicarios fueron condenados a 30 años de prisión.

Otros autores que escribieron su obra en el exilio y que no mencionan, si no yerro, el secuestro y desaparición de Mauricio Báez son Germán Ornes Coiscou, “Trujillo, pequeño César del Caribe” (Nueva York, 1958) y posteriormente a la caída de Trujillo, la obra del ex general Arturo Espaillat, “Trujillo, el último de los Césares” (Henry Regenera: Chicago, 1963, ed. dominicana sin indicación de imprenta) tampoco se refiere a este crimen de Trujillo,  aunque tal obra abunda en los otros asesinatos espeluznantes del dictador. (FIN)

Vea el acta de nacimiento