Tal y como se lo propuso, para los exámenes de cierre del trimestre – próximo a las puertas de la temporada navideña- Matilde cristalizó su meta anhelada. Estudió concienzudamente y logró excelentes calificaciones. Notas en sus manos, el área de acceso principal a la Facultad le resultó pequeña, para saltar y celebrar su regocijo.
En vacaciones navideñas, Matilde decidió descansar. Vísperas del Día de Los Santos Reyes, no tiene ningún plan, excepto ver por la televisión, el mítico desfile anual de la cabalgata.
Desde la mesita de noche, el timbre del celular quebranta su reposo.
-Hola, si, dime…
Su "Panita" la invita a salir.
– Me parece buena idea, estaba contando los peces en el aire, jajaja.
– Te parece bien a las 10 pm, ropa ligera?
-Excelente, te esperaré en la puerta.
Agradeció la invitación y compartir con sus amigas. Tanta quietud… Que tedio.
Jamás pensó que esa noche, para su vida, sería inolvidable.
Todas muy hermosas-"¡mejor muertas que sencillas!"- saludos al "ballet parking" por el año Nuevo. Luego de los saludos, se dirigieron al área preferida del exquisito ambiente donde aún se puede bien disfrutar.
Mientras ocupaban sus asientos, Matilde creyó reconocer el joven sentado próximo a su mesa. Se le veía alto, delgado, cabello y ojos negros, y buen porte. En fin, estaba ¡de muy buen ver!
Intrigada, se preguntó, ¿dónde le he visto? WAO, su cara me resulta familiar, cómo olvidar esas facciones, ¡tan ricas como el buen queso!
Transcurrieron algunos minutos. Las chicas ordenaron bebidas y picaderas. La música -con muy buenos acordes – empezó suavemente a sonar. Melodía contagiosa que invitaba al baile! Ella no bailaba sola, tampoco con sus amigas.
Disfrutaba escuchando la música y cercano a ella, aquella voz masculina que gentilmente le invitaba a bailar. ¡Qué matices! Y si, era él mismo.
Buen bailarín, no sufrió ningún "pisotón". ¡Una joya! Se sentía como pluma en sus brazos.
Mientras bailaban, surgió el diálogo fluido y ameno. Matilde necesitaba despejar su incógnita.
-¿Nos conocemos?, preguntó.
Con una sonrisa pícara, discreta y el comentario que casi la ruborizó:
-Si, en el frente de la Facultad. Tú saltabas, alegre, por tus buenas notas. Si no brinco, me hubieras tirado al jardín, jajaja. Todos reímos y también celebramos tu triunfo. Tanto a mi grupo, como a mi, nos gustan los buenos resultados. Tú, tranquila. Hurra por ti!
Matilde recordó el incidente y pidió le excusara. Continuaron bailando. Sereno, él sonrió aceptando las disculpas.
Antes de salir, para volver a sus hogares, tanto Matilde como sus amigas -previo intercambio de nombres, números de celulares, correos electrónicos, etc.- se despidieron como viejos amigos.
En el camino, Matilde comentó a su amiga lo bien que había pasado la noche, también con las demás, sin obviar al buen bailarín. ¡Qué inesperada sorpresa le traerán los Reyes Magos.
Entre sueños, escuchó el timbre de su móvil.
-Hola …apenas audible!
-Oh, perdona, estás dormida?
-Sí, un poco.
Sin pérdida de tiempo, él respondió -descansa, te llamo en la mañana. Buenas noches. Click…
Bien arropada, felices sueños la acompañaron, en los que no faltó la cara risueña de su casi atropellado y nuevo amigo.
Llegó el Día de los Reyes Magos. Despertó en una hermosa mañana, con un sol brillante, bellísimo y el timbre de su celular que la alborota. Reconoce quien la llama. Hablan, coordinan almuerzo juntos, paseo por la Ciudad Colonial. Y todo perfecto.
Matilde jamás pensó que aquella noche, festejando con sus amigas, los Reyes Magos le "trajeron" el amor, la felicidad, y el compañero de su vida. Sin percatarse, ella se estaba enamorando y no sospechaba que él sentía iguales sentimientos por ella. ¡La magia del amor y sus travesuras!
Asiduos visitantes de la Zona Colonial, una que otra vez, montados en coche, disfrutaban pasear con su viejo amigo cochero. Inmersos en aquel multicolor atardecer, una mirada… un beso..
sello definitivo para sus sentimientos. A partir de ese paseo – por ambos a menudo comentado – se les vio juntos, alegres, amorosos. Los amigos, felices, celebraban la novedad de una nueva pareja nacida entre los "panitas".
Transcurridos los meses, ambos terminaron sus respectivas carreras. Matilde recibió su título de Ingeniero Civil, siempre con notas sobresalientes. Él, graduado de Arquitecto, decidieron formar una compañía. Contratados, lograron excelentes resultados profesionales.
Carlos Enrique -al fin su nombre! – y Matilde, viven felices con su "parejita", recibidos como regalos especiales, días antes de festejar la llegada de Los Santos Reyes Magos.
¿Quién podría adivinar cuán hermosos serían los regalos de los Santos Reyes? Y sin pensarlo, Matilde recibió amor y felicidad por siempre. Con su ejemplar y bonita familia, Dios por siempre la bendiga