Los filósofos, tan venerados como vilipendiados, siempre nos ponen a pensar, nos conducen a preguntar, aunque no encontremos respuestas, por ejemplo, podríamos inquirir sobre la naturaleza humana, sobre la cual existen infinidad de visiones, que van desde un profundo pesimismo hasta el más sublime optimismo.

Dando una mirada furtiva a la cuestión de la naturaleza humana, nos encontramos con  Jose Ortega y Gasset (JOG), uno de los filósofos mas influyentes de la modernidad occidental, quien acuñó la frase “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” Con esta expresión se infiere que, de acuerdo a la concepción de JOG, el hombre (el yo) es un sujeto cuya conducta y resultados de las mismas van a tener un determinismo signado por  el ambiente (político, social, religioso, económico, etc.) que el azar puso en su camino. En pocas palabras, el hombre es el fruto de un factor endógeno como es la herencia biológica, en la cual el azar también esta presente y factores exógenos como las circunstancias de su nacimiento, el lugar donde le toco vivir y los episodios que impactaron en su existencia. Si aceptamos como cierto este constructo, tendremos que concluir en que el libre albedrio es una falacia y que lo bueno y lo malo son conceptos muy relativos.

Hemos hecho un rodeo adrede antes de hacer referencia de Ramón Mateo, un nombre que para el dominicano común no dice nada, pero  los dominicanos que practican o son amantes del ajedrez saben que : Ramón Mateo es el primer y único ajedrecista nativo de la Republica Dominicana en haber obtenido el título de Gran Maestro (GM) que es el grado más alto que otorga la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE por sus siglas en francés) a un ajedrecista que ha cumplido con ciertas normas del juego ciencia, también es sabido por el mundillo del ajedrez vernáculo que   Ramón Mateo  ha tenido prolongadas y agrias  disputas con varias figuras de las que han dirigido los destinos del ajedrez nativo y con otros ajedrecistas, y que su temperamento no es el más adecuado, de acuerdo muchos de sus críticos. Algunos van mas lejos aún, poniendo en tela de juicio muchos de los logros que como jugador de ajedrez el GM Ramón Mateo ha alcanzado.

En ese tenor, recientemente (07/04/2019) el señor Rafael Damirón, un conocido e influyente promotor del ajedrez en Republica Dominicana, publicó un escrito titulado “Sobre los inmortales del ajedrez dominicano” en el mismo artículo, el señor Damirón ponderaba las virtudes de los cinco ajedrecistas dominicanos, que, hasta ahora, han sido llevados al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano (PFDD) y concluía diciendo

Más que números fríos, todos nuestros ajedrecistas inmortales tienen un denominador común: claro protagonismo durante el clímax de sus carreras; ausencia de resultados dudosos; y sobre todo un historial de vida ciudadana ejemplar, sin máculas, condición esencial para la inmortalidad deportiva”

El señor Damirón en su artículo no mencionó, ni en bien ni en mal, al GM Ramón Mateo, quien ya está retirado de las batallas de los trebejos y que por su historial está llamado a ser parte de los inmortales del deporte dominicano. Después de lo dicho yo pregunto ¿No cumple el GM Ramón Mateo con los parámetros señalados por el señor Damirón y por el PFDD para ser inmortalizado?

Antes de responder a la pregunta formulada en el párrafo anterior, no es ocioso decir que en nuestro país y en otras naciones  del tercer mundo, tradicionalmente el ajedrez ha sido una actividad generalmente practicada por grupos sociales con educación por encima del promedio de la población (v.g. en la Republica Dominicana: Los Malagón, Fiallo, Lamarche, Hernandez-Sevillano, Bonetti, Belliard, por solo citar algunos apellidos),en esta media isla, los jóvenes que  forman parte de la base de la pirámide social, los marginados, cuando ellos deciden, o sus padres lo inducen, se inclinan por la practica del beisbol, baloncesto o boxeo, quizás porque albergan la esperanza de llegar a ser tan ricos y famosos como Pedro Martínez, Al Hartford o el Big papi; o piensan que el ajedrez no deja cuartos, además de que tienen la percepción de que es un juego muy complicado, reservado para personas muy inteligentes, algo que tiene mucho de cierto.

La probabilidad de que se forme un ajedrecista bueno en un barrio marginado es casi nula, todo va en contra de los muchachos que crecen en la pobreza, con todo lo que ello implica: hogares disfuncionales, baja escolaridad, violencia, alcohol y droga. Muy pocos logran burlar ese círculo vicioso.

Es un ambiente como el que he descrito,  a principios de la década del setenta del siglo pasado, es que  comienza a emerger en el ajedrez nacional un mozalbete llamado Ramón Mateo, quien residía en un barrio de la zona oriental de la ciudad de Santo Domingo, Villa Duarte, un sector antiguo, colindante con la ribera del Ozama, cuyo sello de distinción era la pobreza cargada a cuesta, en su mudanza del campo a la ciudad, por la mayoría de sus moradores, entre los que se contaba  Mateo, cuya familia compuesta por su madre soltera y cuatros hijos que mantener, sin recursos, habían emigrado desde San Juan de la Maguana hasta Villa Duarte  en el año 1966.

Mateo fue un muchacho de barrio, común y corriente, que repartía su tiempo entre asistir a la escuela pública, ayudar a su madre en la compra de provisiones para surtir un ventorrillo (negocio de subsistencia dedicado a la venta de comestibles) y jugaba tablero (juego de damas). En su infancia bucólica y barrial, Mateo nunca había visto un tablero de ajedrez, hasta que un día del año 70 , según su testimonio, vio que un grupo de muchachos, congregados a la sombra de un árbol en el barrio Calero, Villa Duarte, observaban curiosos a dos personas sentadas frente a frente, concentrados en un  tablero, como en el juego de damas, pero que en vez de las fichas típicas de ese popular pasatiempo, tenía unas extrañas figuras, estaban jugando ajedrez, y Mateo  contagiado por la curiosidad, intrigado por la manera en que se comportaban los jugadores y sin saber como ni cuando el juego concluía, se sumó al grupo y se propuso entender lo que hasta  ese instante era algo novedoso para él, fue amor a primera vista.

Como el que busca encuentra, y dada la circunstancia de que Mateo era conocido en el barrio como un buen jugador de tablero, pronto encontró quien le enseñara los rudimentos del ajedrez y al poco tiempo comenzó a jugar a nivel de clubes y ya para el año 1979 se coronó por primera vez como campeón nacional de ajedrez, lo que hizo en siete ocasiones, la última de ellas en el 2008.

Ramón Mateo es un caso atípico en el ajedrez dominicano y hasta en el internacional, por lo siguiente:

(a)Tiene un origen muy humilde;(b) escolaridad muy limitada; (c)logra el grado de GM a una edad en que los jugadores están en retirada y (d) Se forma en el juego ciencia en un ambiente de poco desarrollo ajedrecístico y (d) no fue totalmente aceptado por el conjunto de la comunidad ajedrecística local (aunque tuvo algunos mecenas).

Finalmente: Mateo independientemente de su temperamento, baja escolaridad, excentricidades, virtudes y defectos, ha sido el ajedrecista dominicano más exitoso a nivel local y en lides internacionales, por lo que resultaría una mezquindad regatearle su ingreso al PFDD