La semana pasada, junto a otras compañeras, estuve participando en un foro, donde se presentaban los resultados de un registro de los feminicidios del año 2016. La investigación fue realizada por la joven profesional Flor Batista Polo con el auspicio de la Unidad de Sociedad Civil del Observatorio Político Dominicano de FUNGLODE.

Me solicitaron que hiciera un comentario de la obra que ese día se puso en circulación para la comunidad en general. El registro de los feminicidios se tomó de las noticias publicadas en los medios de comunicación impresos y digitales.

La cantidad de feminicidios reportados fue de 111, cifra que coincide con los datos del informe sobre feminicidios en la República Dominicana ofrecidos por la Procuraduría General de la República, en relación a la clasificación del feminicidio íntimo que fueron 88 en el año 2016.

Pero este no es el dato del que me quiero ocupar en este artículo, sino de la cantidad de mujeres que en ese mismo año asesinaron a sus parejas siendo esposas, novias, amantes o concubinas y la conducta asumida después de cometer el delito, según reportes de este registro.

12 mujeres dieron muerte a sus parejas en el año 2016, de acuerdo a los datos ofrecidos por la prensa, 5 de ellas lo hicieron "para defenderse de los golpes y salvar sus vidas", otras 2 para "defenderse del intento de violación sexual de la víctima". De manera que esto reduce la cifra a 5 ya que estas 7 reaccionaron para salvar sus vidas, es decir actuaron en defensa propia. De las 5 restantes no se identificaron los motivos en el reporte de la noticia.

De estas 12 mujeres, lo que con más frecuencia procedió, luego de dar muerte al hombre, fue ser tomada presa, 6 de ellas de manera inmediata, 3 se entregaron a las autoridades y las otras 3 escaparon de la justicia; ninguna se suicido ni intentó contra su vida.

En los hombres que asesinan a sus parejas o ex parejas, de acuerdo a la literatura del tema y los datos de este registro, las acciones después de la muerte suelen ser dos: a) el suicidio del agresor y b) tratar de escapar. (Echeburrua y Paz del Corral, 2009)

En el 44.2 % de los casos del año 2016 el asesino intentó escapar, esto es 49 de 111, mientras que el 23%, 25 en total se suicidó y otros 9 lo intentaron. Los asesinos de parejas se suicidan aproximadamente en un 20% de las veces. Un 10% lo intenta sin éxito (Echeburrua y Paz del Corral 2009)

Este registro plantea las razones que suelen tener los asesinos de mujeres para quitarse la vida luego de cometer el hecho. La teoría desarrollada por Radfort y Russell plantea como una de las hipótesis la búsqueda de la impunidad luego de cometer el homicidio, evitar pagar ante la familia de la víctima, la sociedad y la justicia por el crimen cometido.

Este suicidio evitativo también es planteado por Echeburrua y Paz del Corral (2009) quienes plantean que el objetivo principal es evitar las consecuencias posteriores al homicidio que son el rechazo social y el castigo penal. Plantean también que este tipo de suicidio se da en agresores que se encuentran bien integrados familiar, laboral y socialmente.

Lo que vivimos es una cultura de muerte en la que el hombre y la mujer actúan bajo los mandatos del patriarcado que da permiso al hombre para matar y las herramientas para librarse del castigo.

En cambio, la mujer en la mayoría de los casos mata para defenderse y luego, sin el permiso social para hacerlo, se entrega asumiendo la responsabilidad en la mayoría de las veces.

No se trata de mujeres y hombres enfermos, sino de un sistema de creencias machista que modela una construcción social del amor que produce enfermedad en las relaciones y que se manifiesta en codependencia, sumisión, miedo, violencia, control y muerte en las relaciones de pareja.

Tampoco es un problema familiar que se genera por falta de valores de los padres y madres, esta sería una mirada reduccionista a una problemática social que transmite los valores del patriarcado a través de las instituciones organizadas de la sociedad como es el estado, el sistema de justicia, las fuerzas armadas, las iglesias, las escuelas, las familias, los clubes y los medios de comunicación. La familia lo que hace es reproducir estos valores y ser víctima de ellos, responsabilizarla solo a ella sería injusto.

Se trata de una problemática multicausal vinculada al sistema de creencias, a la impunidad, la corrupción, la violencia generalizada, la falta de oportunidades, de educación, de controles y de voluntad política para invertir y abordarla desde todos los sectores de la sociedad.