A propósito de la más reciente encuesta Gallup, me he visto en la urgente necesidad de ayuda para entenderla y lo digo en serio. Los datos señalan que nueve de cada diez encuestados cree que el costo de la vida aumenta, el 78% se queja de la gravedad de la delincuencia, el 67% estima que la economía empeora  y entre el 77% y el 93.6% dice que la inflación, la inseguridad, el narcotráfico, el desempleo y la corrupción aumentan. Y en tres de las cinco regiones clasificadas, la gente opinó que las cosas van por mal camino. A pesar de estos números escalofriantes, una abrumadora mayoría de la población, muy cercana al 90%, está conforme con las autoridades y aprueba la gestión del presidente Medina, en clásica expresión de masoquismo.

Dada la frecuencia con que entre nosotros se utilizan las encuestas, sea para  lanzar un producto, saber el posicionamiento de una marca, medir la popularidad de un candidato y, sobre todo, para inducir el voto de los indecisos, las universidades y las escuelas técnicas y vocacionales deberían añadir a sus pensum la enseñanza de estas formas de medición científica del gusto o preferencia del público. Con ello contribuirían a mejorar la oferta de empleo y la calidad de la “mano de obra”, y ayudarían a muchos a interpretarlas correctamente, puesto que llegará el momento en que aquí todo se decidirá, y ya lo hacen los partidos, por lo que resulte de una encuesta.

A decir verdad, cosa esta última de enorme utilidad para la economía, porque ante la imposibilidad de evitar el uso masivo de recursos públicos en campañas electorales a favor del candidato del gobierno, se esté reeligiendo o no, y evitar los enormes déficit que traen dolorosas e infames reformas impositivas, para permitir que se siga en lo mismo, lo más sensato podría ser , si Dios lo permitiera, elegir los presidentes por encuestas, que siempre saldrán mucho más baratas.