Hace ya muchos meses, ví en la región Este una camioneta repleta de haitianos. No usaban mascarillas. Digo que fue en la fecha previa a la llegada del coronavirus. El distanciamiento no estaba allí, todo el mundo apiñado. No les pregunté a dónde iban: estaba claro que era a una construcción. Venían de la frontera? Más de tres horas de viaje? No sabemos.
En el Distrito Nacional y otros pueblos, los haitianos visten mascarillas. Por otro lado, –y como nota curiosa–, alguien me dijo que no hay demasiados mensajes en la televisión. Otro dijo que ahora no era necesario. Es como que la gente ya sabía. Otro dijo que la cantidad no era accesoria. Las autoridades deben ser proactivas. Tienes que atacar al virus desde la comunicación. Y hay protocolos que evitan la contaminación. Decirlo alto a los cuatro vientos no era una mala política.
En la zona de la frontera, donde se mueven mucho, asimismo llevan mascarillas. No tenemos el número de haitianos que están en la zona de la costa norte. Otros dicen –dominicanos–, que las instrucciones han sido dadas con gran intensidad. De modo que la población haitiana en el país, tiene la información. Lo que sucede allí, en regiones como Petion Ville, o Gonaives, Cabo Haitiano, Jérémie, Puerto Príncipe, debe ser entendido por todos: si llevan o no llevan máscaras. Ponerse la máscara no es tan difícil.
Pero, los números reales se han publicado? Ese es el viejo debate. Puede decirse que las autoridades haitianas tienen una estructura organizacional para hacerlo? La educación virtual ha funcionado en este drama en Haití? Los niños tienen laptops? Han perdido clases? Las autoridades han hecho declaraciones sobre esto? Lo que está claro es que esta pandemia ha cambiado todo: la manera en que la gente actúa, se comunica y tiene su relación con el mundo. Y el sistema educativo también ha cambiado: ahora los profesores dan sus clases por una fibra óptica. Los estudiantes tienen que sentirse cómodos en este entorno.
Hace días, me tropecé con un haitiano y, siguiendo los protocolos, –3 metros de distancia–, aproveché para entablar una conversación con él: “Hola, soy Joseph”, me saludó y me dijo que no están viviendo momentos fáciles. Tener una opinión de primera mano es siempre pertinente. Y él era elegido para responder algunas preguntas. Me ahorraría un viaje a Haití en condiciones casi imposibles.
Diez segundos después, le pregunté de dónde era en Haití y luego de darme un nombre enrevesado, le pregunté también cómo le había ido a su familia en el terremoto del 2012. El drama de ese día –12 de enero– todavía está en el alma de los haitianos. La destrucción estaba en todas partes.
Los años han pasado pero aún se tiene el trauma de aquella catástrofe. Lento en su español, el haitiano me contestó que su familia no la pasó tan mal. De una manera milagrosa, pudieron librarse de los daños. Pero diferente ha sido con la pandemia: “allá la hemos pasado mal, muchas muertes”. Decía que la pandemia podía haber sido mejor administrada.
Un minuto más tarde, le pregunté por los haitianos que se pueden ver en las construcciones hoteleras del país. Me dice que no tiene mucho conocimiento; no tiene amigos que hayan ido al Este. “Lugar muy bonito”, dijo. De cualquier manera, había en él la sospecha de que estaría ganando más en uno de los hoteles. Recordamos el momento en que los haitianos corrían en las calles, cuando la camiona buscaba por ellos. Pero también existe la camiona que los trae.
Imagínese el estado sanitario de la vecina nación en esta época de pandemia. Lo que sucede allí es un desastre: falta de todo. Hay hospitales allí, la cantidad necesaria para una enorme población? Pueden atender a todos los contagiados de Coronavirus? Permanece la ayuda de la ONU? Está la clase política unida en torno a la acción contra la pandemia? Las medidas han sido aprobadas por la población? Las autoridades hablan regularmente a la población? Cuál es la perspectiva de sus líderes en medio de un cambio constitucional y unas elecciones prometidas?
Mucha gente sigue las noticias de las grandes cadenas internacionales. Esperan por excelentes noticias. El haitiano con el que hablé me dijo que esta situación no era sencilla. Extrañamente, tenía una sonrisa en su rostro. Podía decirme que la mascarilla que usaba no era de buena calidad.
No ha perdido la fe. La población haitiana espera de sus líderes que puedan administrar este proceso, repleto de interrogantes.