Conforme pasan los días la prensa registra mayor cantidad y más graves evidencias de actos de violencia en el área escolar.  Un rápido repaso por la prensa matutina de hoy nos ofrece sobrados motivos de preocupación en este sentido.   Veamos.

En el centro educativo Francisco Prudencio Parra, ubicado en la comunidad de Jacagua, en la ciudad de Santiago, a un estudiante de apenas trece años le ocuparon un arma de fuego que llevó al aula.  Llevado a la Dirección Regional Cibao de la Policía Nacional, en compañía de la psicóloga que presta servicios en dicho plantel, declaró que la misma pertenece a su padre, guardián de seguridad en una empresa privada.   Pero, según la información, cuando este se presentó en el plantel escolar para recobrar el arma, el menor se negó a entregarla.

El reporte de prensa desde la Ciudad Corazón revela que son frecuentes son casos de violencia en las aulas escolares, en algunos casos tan graves que han provocado muertes.  No es la primera vez que la Policía detiene estudiantes con armas de fuego, machetes, puñales y punzones en las mochilas escolares.

Peor quizás aún por su carácter colectivo, los hechos ocurridos en un centro educativo de la naciente ciudad Juan Bosch, en el municipio Santo Domingo Este y en el liceo Salustina Bans Peralta, en Santiago.

En el primero, los alumnos que participaron en el acto vandálico rompieron  numerosos pupitres, un escritorio, libros, cuadernos y cuanto encontraron a su paso, los mismos que reciben de manera gratuita y que ahora tendrán que ser repuestos.

Y en el segundo,  decenas de estudiantes llenaron las calles aledañas al centro escolar con miles de hojas arrancadas de los cuadernos y mascotas que también reciben de manera gratuita, contando con el respaldo de alumnos de otros planteles que se sumaron a la acción vandálica.  Se trata también de materiales que le son facilitados sin costo para sus padres para su proceso educativo.

Se trata de actos que no deben quedar sin sanción. Que no pueden ser considerados como “cosa de muchachos”.  Y que dan evidencia, una vez más del grave nivel de indisciplina que reina en el sistema escolar público debido a la falta de autoridad de los maestros y manifiesta incapacidad para imponer su autoridad y mantener el comportamiento ordenado dentro y fuera del aula que es requisito indispensable de todo educador capacitado.  Sencillamente carecen de liderazgo y no se hacen respetar.

Es una situación que en cierta medida, aunque menos ostensible,  se manifiesta también en algunos planteles del sector privado, aunque en estos casos por lo general con la aplicación de severas sanciones que incluyen la baja del alumno.

En ocasiones anterior, comentando el tema de la violencia escolar hemos sostenido que esta no nace en el aula sino que es llevada a ella desde el hogar en cuyo seno se genera, por lo general como producto de familias disfuncionales donde prevalecen distintos grados de violencia intrafamiliar.

Ahora con toda la autoridad que le otorga su experiencia y condición de profesional del comportamiento y la salud mental, el destacado psiquiatra César Mella lo puntualiza. Citamos:  “La violencia escolar es el resultado de lo que los niños viven en sus hogares muchos de ellos infuncionales”.  Es el mismo criterio que sustenta Milton Corniell, director del Instituto de Terapia y Psicología Familiar. 

Ambos profesionales coinciden además en que es preciso una mayor involucración de las asociaciones de padres y madres en el proceso de enseñanza de sus hijos, para que puedan mantenerse al tanto de su desarrollo académico y comportamiento personal.  Hay que insistir en que a la escuela se va a adquirir conocimientos, pero es en el seno del hogar donde se desarrolla el proceso de formación educativa que determinará el comportamiento posterior en el plano ciudadano y en la convivencia social. Es casi axiomático, que salvo casos de excepción, malos alumnos es el resultado de malos maestros y malos ciudadanos, lo es de malos padres.

En la  tarea de formar recursos humanos dotados de buenos conocimientos y ciudadanos conscientes que lo sean de formación cívica,  a maestros,  padres y  madres les corresponde jugar un papel de primer orden y de la mayor responsabilidad.