Por razones obvias Haití siempre será un tema de permanente interés para la República Dominicana, en estos momentos es motivo de creciente preocupación por el desorden generalizado y la falta de control de los organismos estatales que existe de aquel lado de la frontera, que si no logran detenerlo podrían provocar situaciones no deseadas y conflictivas para nuestra Nación.
La población haitiana aunque tiene un mismo origen, África, está constituida por individuos cuyos ancestros pertenecían a tribus diferentes de ese Continente, Los que fueron traídos como esclavos a la colonia francesa de Saint Domingue y que según algunos autores estudiosos del tema, tenían diferencias y rivalidades que se manifestaban y manifiestan aún provocando problemas de convivencia.
Otros estudiosos de los asuntos haitianos, dicen haber encontrado una enraizada creencia animista en gran parte de la población, que entiende que su vida y su futuro están determinadas por los espíritus y que no importa lo que hagan con ella ésta no va a cambiar. Frente a situaciones y creencias de ese tipo, es muy difícil lograr un proceso de organización, crecimiento económico y desarrollo, ya que los habitantes de ese país, salvo una escasa minoría, ya sea por rivalidades tribales o creencias religiosas, no colaboran ni se integran a estas iniciativas, con esos obstáculos en medio, es casi imposible lograr el progreso. En los momentos que Haití avanzó, lo hizo bajo regímenes dictatoriales o fuerzas de ocupación. Por las razones antes expuestas, consideramos que fue un garrafal error de los norteamericanos el desmantelamiento y eliminación del ejército haitiano, que hoy se está pagando muy caro.
El gobierno dominicano, pese a los llamados que ha hecho a los organismos internacionales y gobiernos extranjeros, parece estar solo frente a los grandes problemas haitianos, que al día de hoy no tienen una solución a la vista, que no sea otra que el control cada vez más evidente de todo el territorio del vecino país por parte de las bandas armadas que allí operan.
La susceptibilidad de los haitianos ante cualquier acción o propuesta dominicana, ha sido más que evidente y sus reacciones hacen muy difícil la intervención nuestra en sus problemas. Mientras éstos no dejan de crecer de aquel lado de la frontera, sus habitantes tratan de huir despavoridos hacia cualquier parte que les sea posible, pero esta es la que más cerca le queda y en donde encuentran acogida, porque en ninguna otra los quieren, dado el comportamiento que tienen carente de las más mínimas normas de educación y urbanidad.
Los dominicanos no podemos quedarnos esperando que las grandes potencias decidan hacerse cargo de Haití, porque no lo harán, ese territorio no les ofrece nada que les interese, lo que le podían sacar hace tiempo se lo llevaron.
El estado de anarquía que allí existe, aunque tiene un potencial desestabilizador para la región, a quien verdaderamente perjudica desde el punto de vista económico y de organización interna es a nuestro país, razón por la cual no podemos dejar que el actual estado de cosas se prolongue, no tenemos otra alternativa que intervenir de la manera más inteligente y conveniente posible para que nuestros vecinos se enderecen.
Los controles en la frontera son necesarios y el traspaso ilegal de la misma eliminado con verjas, muros o lo que sea, deportando a los ilegales e indocumentados; ahora bien, la deportación de parturientas haitianas no ayuda a la causa.
Los problemas de Haití nos tocan aunque no queramos, estamos demasiado cerca.