Es tanto lo que ya se ha dicho sobre Marcha Verde, que seguir con otros puntos y consideraciones puede entenderse como rumiar el mismo bocado una y otra vez. Sin embargo, el escenario social en el que nos encontramos me hace insistir en la necesidad de apuntar el dedo hacia algunas reflexiones, aún si son harto analizadas en muchos ambientes de discusión, sea que estén sesgados por intereses de particulares o teñidos de la mejor de las intenciones.
Que el DNI investiga a las personas vinculas a Marcha Verde, que el movimiento está permeado por intereses políticos –y otros que trascienden a los símbolos tradicionales que conocemos–, que el financiamiento al movimiento por parte de estas fuerzas es innegable. Todas realidades cotidianas de nuestra selva política. Todos contextos que caracterizan la cleptocracia que nos arropa desde hace tiempo como nueva forma de administrar la cosa pública. Sería tonto pensar y esperar que en esta ocasión las cosas sean distintas.
Y ahí lo más importante. Asumir el conocimiento de esta realidad, comprenderla, aprenderla, pero no para servirse de ella, ¡caray! que eso sería favorecer y con ello perpetuar este caos nada arbitrario, sino que planeado; entenderla para abrir los ojos y desde dentro iniciar un cambio, que puede ser tan lento y paulatino como lo ha sido precisamente la instalación de aquello que deseamos cambiar. Es inevitable que haya dos o tres, -realmente más de dos o tres- vendidos y rebajados, actuando como impostores de la política, populistas, oportunistas, fósiles y animales sociales hambrientos de reconocimiento, con egos enflaquecidos, chupadores de sangre de una nueva generación que se presta, ingenua e ilusa, para terminar convirtiéndose en instrumento de una herencia rancia de valores hoy inoperantes. Todo ello es tan humano como inevitable.
Lo que sí es evitable es que aquellos que advierten la trama, terminen arropados y arrastrados por una dinámica que insiste en permanecer a toda costa. No hay forma posible de combatir desde fuera la situación que actualmente vive la República Dominicana; los cambios operan a lo interno, y todo los actores que permanecen al margen, sea por ignorancia o por un pleno ejercicio de la desesperanza, terminan favoreciendo al sistema de corrupción e impunidad instalado. La única manera de contrarrestar la filtración que se prevé como inevitable en Marcha Verde, si atendemos al contexto político que nos ocupa actualmente, es precisamente participar del proceso, pero hacerlo con el firme propósito de evitar el secuestro de decisiones, voluntades y oportunidades. Llegar a él y permanecer, insistir, persistir y no desistir hasta generar en lo posible la profilaxis pertinente y obligatoria.
Es poco sensato no comprender el momento en el que nos encontramos. El escándalo ODEBRECHT, caído del cielo de los creyentes, nos encontró en medio de una ausencia de liderazgo nuevo y responsable. Entonces si un grupo de líderes medio mocatos salen de debajo de las alfombras a hacer suyo lo que es del pueblo, a proclamarse gestores, líderes y dueños, más todavía, a pretender permear las decisiones de una nación que despertó y que está verdaderamente cansada, saturada de lo mismo, es de esperarse. Es bueno que sepan que cada vez somos más los que advertimos las agendas separadas de los intereses del país, que si no conocemos al dedillo los detalles de la compra y venta de conciencia que opera en el mercado político, al menos lo sospechamos grandemente y le tenemos la vista encima. Es bueno que entiendan que sí, que sabemos que hay quien se vende, que sabemos de los celestinos que van por ahí conquistando juventudes sensibles a la doctrina del oportunismo. Y he ahí una notable diferencia en este nuevo tiempo: Hay un despertar difícil de permear, uno que no entra en la nómina de aquellos que reciben sueldos, es un despertar que no admite secuestros ni manipulación. Lo verde se ha convertido en un sentimiento que va más allá de los grupitos.
Y sí, este momento histórico nos encontró con un manojo de “líderes” con hambre mórbida de protagonismo y enfermos de un ego rancio, es lo que nos toca y no podemos evitarlo, como tampoco podrán evitar que desde dentro afrontemos y asumamos una agenda de cambio.
El gran reto de Marcha Verde será lograr que, en medio de todo este escenario de cosas, las grandes decisiones asumidas sean verdaderamente representativas de la mayoría, lea bien, LA MAYORÍA, la gente, el pueblo, el soberano. No los grupitos, los secuestradores, los manipuladores, los oportunistas, sean estos visibles, obvios, o cubiertos del manto de la sospecha. Y no me engaño, no me adhiero a la paja mental de que esto es y será fácil y expedito. Muy al contrario, este escenario pinta complejo, complicado y nada sencillo, dado lo profundo del daño provocado a nuestro país hoy día. Sin embargo, hemos despertamos de un letargo que nos ha costado mucho, demasiado, y hay líneas que una vez que se cruzan, no suponen retorno alguno.
Les invito a reflexionar al respecto y a unirse a la lucha. Insisto en la idea sugerida más arriba: No puedes cambiar la realidad si decides salirte de ella. Los cambios se realizan desde dentro.
Y por último y aún más importante: Para aquellos que enarbolan la consigna de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Esta máxima puede encerrar la podredumbre en su propia esencia. No importa que un escenario nos una en una misma lucha, si el propósito ulterior nos divide en substancia. Mucho ojo con negociar la decencia, los principios y la ética personal solo por ir tras la obtención de un mismo objetivo. Hacerlo supone caer en la trampa del oportunista; es como rendirse a la seducción de la danza de una cascabel solo para morir luego por la mordida. Es estratégico que estemos unidos, pero no siempre será procedente el mezclarnos.