¿Qué sería del urbanismo (de la arquitectura), sin una dosis de armonía y belleza, como parte consustancial de lo bien hecho, de las buenas acciones a nivel de planificación?

Para terminar hoy con los planteamientos de H. Heywood y sus Seis reglas estratégicas para ciudades sostenibles, extraídas de su libro de 101 reglas… (Heywood, H.; 2017. 101 reglas básicas para edificios y ciudades sostenibles; Barcelona, España. Ed. Gustavo Gili); veamos que nos continúa diciendo:

“Reclamar belleza y diversidad en lo público: una ciudad agradable para vivir es variada, atractiva, inclusiva, limpia, segura, biodiversa, está conectada y permite realizar desplazamientos a pie”.

Esta afirmación -tan absoluta por demás- incluso no tiene que ser 100% así en todos estos aspectos citados. Desde nuestro punto de vista con que se incluya algo, sea mucho o poco,  de cada una de estas cosas (siempre adaptándolas al medio), sería una buena estrategia. 

Variada podría ser sinónimo de inclusiva y al mismo tiempo complementaria.

Una ciudad variada, diversa, abierta, plural, suena mucho a una ciudad de acogida, tanto para los que vienen como para los que son del lugar. Esto implicaría, y solo por decir algo, una ciudad en la que el niño pudiera jugar en el parque de su barrio con total libertad; en un parque que respete y fomente la biodiversidad original del lugar y que esta esté adaptada para el disfrute de la colectividad y también para su supervivencia dentro del medio urbano. Sobre esto último,  algún purista nos dirá que es la ciudad la que debe adaptarse a la biodiversidad…No podemos hacer otra cosa que darle la razón; pero dado que no siempre eso es posible, nos conformamos con el equilibro entre lo implantado nuevo (lo urbano), y lo encontrado (la biodiversidad); …¡Menudo tema! …y muy matizable.

Lo de limpia y segura, es un imperativo y sobre esto no hacen falta mayores argumentos; de momento.

Sobre los desplazamientos a pie, estos serían altamente recomendables, pero antes deberíamos crear las condiciones mínimas en nuestras ciudades sin aceras,  o invadidas por cualquier clase de obstáculos; por no hablar de la no accesibilidad en muchos itinerarios peatonales.

Siguiendo las pautas de Heywood, leemos:

“En la ciudad dar prioridad a los peatones y a los ciclistas”

En Madrid, cuya política urbana no compartimos del todo, se hacen esfuerzos para que el itinerario del peatón prime sobre el vehículo de combustión y que este último sea sacado del centro. Al mismo tiempo se trazan políticas para que sea la bicicleta el vehículo por excelencia. Pensamos que esto de las bicicletas es mejorable en Madrid, pero la intención es buena. Friburgo, en Alemania, ha cedido el protagonismo a la bicicleta en gran parte de su casco urbano y da gusto lo acertado de la medida. Los carriles bici se comparten con los peatones en las aceras, las cuales están debidamente señalizadas para cada uno y sin conflictos.

Insistir en lo compacto

Todo Esto se consigue con las ciudades compactas, pero no compactas como el levante español,  o con una densidad aumentada sin planificación como el actual Santo Domingo y su polígono central. Nos referimos (se refieren Heywood, Higueras, Fariña Tojo, etc.), a ciudades compactas en la que los desplazamientos y por demás la huella ecológica se reduzca…No es solo hacer un edificio de 10 niveles en el solar que antes ocupaba una casa de dos niveles; es planificar una ciudad completa pero breve, (el que dice ciudad dice barrio y el que dice breve dice muchos breves), conectada con otra ciudad breve, completa, compacta,  en la que el trabajador, el estudiante, la ama de casa, etc. no se desplacen más de 15 minutos (contados como peatón) para realizar sus actividades, y que los desplazamientos mayores se cubran con una muy eficiente red de transporte público.

Seguiremos.