Epsy Capmpel, política, economista, costarricense y mujer afroamericana. Presidió el Partido Acción Ciudadana, segunda  fuerza política de Costa Rica, de la que disputó su candidatura a la Presidencia.

Lillian V. Fondeur Quiñones

Conocí a Epsy en Agora Dominicana, donde con pasión y autodeterminación habló sobre su experiencia como mujer militante, convencida en que la política debe ser un proyecto colectivo que nos retorne a la humanidad.

Como mujer afroamericana en Costa Rica, ¿qué obstáculos ha tenido que enfrentar para que la respeten en la arena política y cómo lo ha logrado?

La primera barrera son los límites que uno se auto impone  y que nos impone  la sociedad. Cuando logramos romper esos límites, vemos hasta donde una quiere llegar y hasta donde la imaginación y las capacidades les permiten.

Creí siempre que mi espacio  era el universo.

Me han respaldado redes de apoyo: la familiar y las de amigas. Creo que esto tiene que ver con proyectos sociales y colectivos y tener la capacidad de decir lo que se tiene que decir, y hacer alianzas con quien haya que hacerla.

A las mujeres se nos permiten hacer menos cosas que las que se les permiten a los hombres. Para enfrentar esa discriminación, una tiene que ser más asertiva,  tienes que trabajar más que lo que trabajan ellos, tienes que tener más claro su proyecto político y tener una idea colectiva y crear redes para enfrentar obstáculos que no son mentales, sino reales.

Pero se cree que las mujeres no votan por las mujeres.

Para generar conflictos históricos entre grupos que deberíamos ser aliados, se genera el mito de que las mujeres no creemos en las mujeres. Así, nos creemos esos mitos y actuamos en consecuencias con ellos.

Para romper el mito,  hay que actuar a contrario sensu  a lo que se dice. Hablo con las mujeres, simplemente como mujer, como a una hermana, de la manera más llana. Eso le llega a las mujeres y también le llega a una gran cantidad de hombres.

Las mujeres tenemos que hablar de política con mujeres, para que no solo te apoyen, sino que se sumen.

¿Qué propone usted para enfrentar la violencia contra la mujer?

La violencia contra la mujer ha sido abordada sólo desde la parte legal. Se intenta  proteger la mujer una vez que fue agredida, o que está en ciernes de serlo.

Necesitamos programas agresivos con niños y niñas desde los niveles preescolares, para enseñarles otro tipo de relaciones, que no sean las de poder entre las mujeres y los hombres, que es lo que reproduce la violencia.

Tenemos que poner este tema en los medios de comunicación, radio, televisión,  Internet, en la escuela y en los espacios sociales como es el  trabajo. Generar espacios de diálogos sobre el respeto de los hombres hacia las mujeres, en lugares como las  oficinas públicas y privadas. Para que entiendan que no se trata de una lucha, donde las más "débiles" se convierten en víctimas permanentes.

Deben ser programas de transformación cultural que  pase por lo institucional. Convencer a los hombres en que con la violencia se renuncia a la humanidad  por  actuar contra sí mismo y contra una mujer que no tiene como defenderse.

¿Cómo valora la tendencia de la mujer en la política latinoamericana?

Será creciente. Es una puerta que se abrió, que no se puede cerrar. En el mundo veremos muchas más mujeres en los órganos de decisión. Mientras más mujeres entren a la política, más se animarán a hacerlo. Creo que eso va a ser un aporte a la calidad de vida de la mujer.

Aunque la  socialización de género nos ha colocado en desventaja, también hay una ventaja: nos ha generado más sensibilidad hacia el dolor del otro y eso es lo fundamental en la política.  Más mujeres en la política implican más democracia y un cambio cualitativo en la forma de ver y de ejercer la política.

¿Cuáles albedríos debe tener la mujer sobre su cuerpo?

Los métodos de anticoncepción  deben ser un derecho desde que se inicia la vida sexual. Como todo derecho,  niñas, niños y  jóvenes deben tener la información y los recursos necesarios que les garanticen su derecho a decidir.

Tenemos que entender que el derecho al placer no está cruzado siempre por el de la  reproducción. Son dos ámbitos absolutamente separados.

Si tuviéramos discusiones válidas sobre la interrupción del embarazo, los accidentes serian poquísimos.  Interrumpir el embarazo sería apenas una respuesta de emergencia.

Nos quieren ver como aparato reproductores que guardan la vida. La vida de otros, y no la propia vida. Es primordial cultivar el derecho al placer. Nuestro cuerpo nos pertenece, somos  sus dueñas.