Hace exactamente setenta años Albert Einstein tuvo la osadía de criticar con sinceridad una idiosincrasia de su patria adoptada, por considerarla indigna de su elevado sentido democrático. El ensayo de poco más de setecientas palabras, titulado “Einstein: The Negro Question”*, publicado a solo un año de finalizar la Segunda Guerra Mundial en la revista  de circulación general Pageant,  es un documento valiente que merece ser reproducido en su integridad, como sigue en traducción libre a continuación:

EINSTEIN: La cuestión de los negros

Escribo como persona que ha convivido con ustedes en América por poco más de diez años. Y escribo en tono serio y admonitorio. Muchos lectores pudiesen preguntar:

“¿Qué derecho tiene él para hablar sobre asuntos de nuestra exclusiva incumbencia, y que ningún recién llegado debiera tocar?”

No creo que ese punto de vista esté justificado. Una persona criada en un ambiente da por sentado muchas cosas. Por otro lado, quien ha llegado al país como persona madura pudiese tener un ojo avizor para cosas peculiares e idiosincráticas. Yo creo que se debe hablar libremente sobre lo que se observa y siente, pues haciéndolo pudiese resultar útil.

Lo que pronto hace al recién llegado devoto de este país es la naturaleza democrática de su pueblo. No pienso tanto en la constitución política del país, que en todo caso merece el más alto encomio. Me refiero a las relaciones entre individuos y a la actitud que mantienen los unos hacia los otros.

En Estados Unidos todos se sienten valorados como individuos. Nadie se humilla ante otra persona o clase. Ni siquiera las grandes diferencias en patrimonio, ni el enorme poderío de unos pocos, pueden socavar esta saludable auto-estima y el respeto natural por la dignidad de sus semejantes.

Sin embargo, existe un punto sombrío en la perspectiva social de los estadounidenses. Su sentido de igualdad y dignidad humana se limita principalmente a la gente de tez blanca. Y aun entre éstos hay prejuicios de los cuales yo como judío soy plenamente consciente; pero son sin importancia en comparación a la actitud de los “blancos” hacia sus conciudadanos de tez oscura, y sobre todo hacia los negros. A medida que me siento más americano, más me apena esta situación. Solo puedo evitar el sentimiento de complicidad al denunciar este oprobio.

Muchas personas sinceras responderán: “Nuestra actitud hacia los negros es el resultado de experiencias negativas fruto de la convivencia con negros en este país. Ellos no son nuestros iguales en inteligencia, sentido de la responsabilidad, confiabilidad.”

Estoy plenamente convencido de que quien cree este argumento sufre de una equivocación fatal. Vuestros ancestros arrastraron a esta gente negra de sus hogares a la fuerza; y en la búsqueda del hombre blanco de una vida fácil y lujosa, ellos han sido salvajemente reprimidos y explotados, degradados a la esclavitud.  El prejuicio moderno contra los negros es el resultado de querer mantener este estado indigno.

En la Antigüedad los griegos también tuvieron esclavos. No eran negros sino blancos que habían sido capturados en guerras. No había cuestión de diferencias raciales. Sin embargo,  Aristóteles, uno de los grandes filósofos griegos, declaró que los esclavos eran seres inferiores que habían sido justamente sometidos y privados de su libertad. Se entiende que él fue enmarañado por un prejuicio tradicional, sin poder liberarse de éste a pesar de su extraordinario intelecto.

Gran parte de nuestra actitud es condicionada por opiniones y emociones que inconscientemente absorbemos de nuestro entorno durante la infancia. En otras palabras, es la tradición- en adición a nuestra capacidad y cualidades heredadas- la que nos forma como somos. Nosotros raras veces reflexionamos sobre lo insignificante que es la influencia de nuestro pensamiento crítico sobre nuestras  convicciones y conducta, comparada con la poderosa influencia de la tradición.

Sería ingenuo despreciar la tradición. Pero con nuestra ascendente autoconciencia y creciente inteligencia debemos empezar a controlar la tradición y asumir una actitud crítica hacia ella, si queremos mejorar las relaciones humanas. Tenemos que reconocer lo que en nuestra tradición es dañino a nuestro destino y dignidad, y moldear nuestras vidas en respuesta.

Yo creo que quien intente analizar honestamente este asunto, pronto reconocerá cuan indigno y hasta fatal es el tradicional prejuicio contra los negros.

¿Qué, sin embargo, puede una persona de buena voluntad hacer para combatir este profundamente arraigado prejuicio? Debe tener la valentía de dar el ejemplo con palabra y acción, y velar por que sus hijos no sean influenciados por este prejuicio racial.

Yo no creo que este ancestral mal pueda ser rápidamente curado. Pero hasta que esta meta sea alcanzada, no hay mayor satisfacción para una persona justa y de buenas intenciones que saber que ha dedicado sus mejores energías al servicio de la buena causa.

Pero, dirán muchos lectores, Einstein era un teórico abstracto y de seguro se conformó con escribir unas elocuentes palabras, desmintiendo con los hechos- o falta de acción-  su prédica. ¿Era Einstein buchipluma no más, hablando mucho y haciendo poco?

Hay abundante evidencia  de que Einstein cumplía con acciones contundentes desde mucho antes de predicar su sincero convencimiento sobre la insensatez del prejuicio racial. A modo de ejemplo:

  1. En 1931, antes de radicarse en EEUU, Einstein apoyó públicamente una campaña para defender a los Chicos Scottsboro, nueve negros acusados falsamente de violación sexual en Alabama.
  2. En 1937 un hotel en Princeton rechaza alquilar una habitación a la cantante operática Marian Anderson por ser negra. Al enterarse, Einstein la invita a hospedarse en su hogar, estableciendo una estrecha amistad. Hasta la muerte del científico en 1955, la contralto siempre se hospedaba en la residencia de los Einstein cuando visitaba la región. En enero 1955 Anderson finalmente se convirtió en la primera persona de raza negra en cantar en el Metropolitan Opera de Nueva York.
  3. Einstein en las últimas dos décadas de su vida no aceptaba doctorados honorarios, pero en 1946 fue a Lincoln University en Pennsylvania a recibir la distinción. Esa institución era una de las academias para estudiantes negros que no podían asistir a Princeton y otras universidades para blancos. Reiteró que no callaría sobre el tema, y mantuvo su campaña aun en medio de la histeria del maccarthismo.
  1. También el mismo año de su brillante ensayo sobre el problema racial de su país adoptado, Einstein trabajó arduamente en una campaña contra los linchamientos de negros, que aún eran una amenaza en el Sur de EEUU en esa época.
  2. Mantuvo amistad con y/o brindó apoyo  hasta su muerte a muchos activistas de los derechos civiles en Estados Unidos, invitándolos con frecuencia a Princeton contra viento y marea. Entre ellos el cantante y actor Paul Robeson, y el académico W.E. Du Bois, fundador y líder de la NAACP, entonces pionera organización de defensa de los derechos civiles de los negros. Todo esto a pesar de las presiones de sus colegas en contra de su “extraño” comportamiento, las investigaciones del FBI y las acusaciones de que era un traidor a su patria adoptada.

A pesar de todas las conquistas en materia de derechos civiles desde entonces, EEUU sigue luchando por eliminar los prejuicios que aún persisten como lacra del pasado esclavista- en ese país y muchos otros- validando el lamento de Einstein de que: 

«¡Triste época es la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio».

Y nosotros,  ¿qué hacemos para que en el futuro nuestros nietos no tengan que seguir lamentando la prevalencia de diversos arraigados prejuicios?

Con su valiente ejemplo de hace tres cuartos de siglo, Einstein nos obliga a reforzar el compromiso de  utilizar la mente como bisturí láser para extirpar el tumor de los prejuicios de nuestro corazón, y demostrar con acciones que sí somos capaces de colaborar para superar esta faceta negativa de la tradición. Nuestra mayor satisfacción será saber que, emulando a Einstein,  habremos dedicado nuestras mejores energías al servicio de una justa causa.

*Luego  el ensayo fue incluido en Out of My Later Years (New York, 1950), selección de escritos de Albert Einstein compilada por el propio autor.  Se puede consultar en línea en varios sitios el texto original en inglés, entre ellos ver enlace http://www.onbeing.org/program/albert-einstein-the-negro-question-1946  También recomendamos  http://news.harvard.edu/gazette/story/2007/04/albert-einstein-civil-rights-activist/ para conocer mejor esta faceta del célebre científico.  Y también ver la curiosa crónica de su visita a Liincoln University en valioso archivo sobre Einstein: http://www.theeinsteinfile.com/portal/alias__einstein/lang__en-US/tabid__3341/default.aspx

El libro Einstein on Race and Racism de los profesores Fred Jerome y Rodger Taylor, publicado por Rutgers University Press en 2005, es recomendable  si quiere explorar más extensamente las ideas y acciones de Einstein respecto a la discriminación racial.