La historia se repite. El 19 de junio se conmemoró el primer aniversario de la “Masacre de Charleston”, Carolina del Sur, donde “un loco” asesinó a mansalva a 9 personas, en la “Iglesia Enmanuel”, de ¨rito afro-metodista-episcopal.

Justamente al cumplirse casi un año de esta masacre, el 12 de junio de este año, “otro loco”, en este caso dizque homofóbico, irrumpió en la discoteca “Pulse”, de Orlando, Fl., y asesinó a 50 personas inocentes, hiriendo a 56. La masacre más grande en la historia  de los EE.UU.

Me encuentro en estos precisos momentos a dos esquinas de la discoteca “Pulse”, visitando a mi prima Jacqueline, cuyo marido trabaja cerca de la escena del crimen.   Aquí estuvo hace unos días el Presidente Barack Hussein Soetoro Obama, junto al Vice-presidente, Joe Biden, depositando sendas flores blancas, ofreciendo sus condolencias y hablando del “odio intransigente que amenaza con dividirnos”. “Tenemos que incrementar nuestras defensas para evitar estas tragedias”. Esas fueron sus palabras textuales. Más de lo mismo.

Como punto de referencia, he dedicado cinco artículos a este tema en Acento.com:Control mental” (13-4-2014); “Zombis amaestrados” (20-10-2015); “El Cuco” (6-11-20-2014); “Estado de sitio” (2-4-2016); “Es cuestión de lógica” (29-3-2016). Solamente tienes que cliquear sobre mi nombre y aparecen todos esos artículos, cortesía de Acento.com. Te invito a releerlos, aunque después me acuses de “alarmista”, como han hecho algunos lectores.

Un punto importante en este tipo de tragedias masivas es la frecuencia con que se repiten y el patrón de “coincidencias” que manifiestan, como si se tratara de crónicas esperadas de muertes anunciadas. Veamos algunas:

  • Un “loco” con antecedentes penales o bajo la sospecha de la policía, como en el caso de Orlando (el FBI estaba siguiéndole la pista), de nombre Omar Seddique Mateen, de origen afgano musulmán, de repente perdió la cabeza y comenzó a disparar indiscriminadamente sobre personas inocentes. Es una escena intermitente que se ha repetido en otros sitios. En este caso, se trató de una discoteca LGBT (lesbianas-gays-bisexuales- transexuales), lo cual nunca había sucedido anteriormente. Le tomó más de cuatro horas a las fuerzas del orden (SWAT) repeler la acción del asesino.
  • Casi siempre se trata de un “lobo solitario” que “pierde la cabeza” en nombre del Islán y, apenas minutos después de las masacres, como siguiendo un libreto preparado, los canales de televisión ya tienen los antecedentes del nuevo “loco” y comienzan a desgañitarse, dando los pelos y las señales de la vida y de los milagros del “loco” de turno, como si se tratara de un curriculum vitae macabro. Este procedimiento siempre es el mismo, dedicándosele días enteros y hasta semanas, hasta aturdir la mente de los oyentes, infundiéndoles un terror generalizado a nivel subconsciente. Una y otra vez, todo se paraliza.
  • En el 99% de los casos el “loco”, predeciblemente, es eliminado o se elimina a sí mismo, sin poderse saber a ciencia cierta cómo pudo obtener las armas (casi siempre armamentos sofisticados de asalto). En el caso de Orlando: un rifle automático AR-15, arma de guerra de destrucción masiva, que, con tantas masacres repetidas a intervalos pre-establecidos como los que suceden en los EEUU, debiera de estar prohibida su venta. Mientras Obama sugiere más control de los armamentos, los mercaderes del templo reclaman que ese es un derecho constitucional de acuerdo con la Segunda Enmienda.
  • El “loco” de turno deja siempre indicios que lo comprometen, como si lo hiciera premeditadamente, como su conexión con grupos musulmanes fanáticos (el “Estado Islámico” o algunas de sus organizaciones primas-hermanas, como “Al-Qaeda” o “DAESH”, todas creadas, mantenidas y armadas por agencias internacionales. O sea, que el enemigo siempre está en el norte de Siria, en Raqa o en Alepo, no entre nosotros mismos.
  • Los culpables siempre son “terroristas” procedentes del Medio Oriente y contra los cuales hay que defenderse, atacándolos antes de que ellos terminen por diezmarnos a todos.
  • Ese proceso de auto-defensa empezó el 11 de septiembre del 2011, cuando las torres gemelas de Nueva York y un edificio aledaño a ellas se desplomaron desde sus bases, dizque por “el impacto de dos aviones realengos”. De ahí en adelante, el país se ha envuelto en tres guerras: Afganistán, Irak y Siria, donde han muerto casi un millón y medio de seres humanos, incluyendo 5,000 soldados estadounidenses.
  • Este libreto se ha repetido una y otra vez, hasta el punto de que ya nos hemos acostumbrado a ello. La película se sigue repitiendo y nosotros, hipnotizados como zombis amaestrados, seguimos creyéndola y azorándonos más que antes, hasta el punto de que ya hemos perdido la capacidad de asombrarnos. Tan aturdidos estamos, que la hemos convertido en parte de nuestra realidad diaria.

Coincidencia adicional: en el caso de la discoteca “Pulse” de Orlando, Omar Seddique Marteen trabajaba desde el 2007 para la G4S, una de las grandes corporaciones de seguridad militar (más de 625,000 empleados) en 120 países, situada a pocas millas de la discoteca. En otras palabras, que éste conocía muy bien el lugar y había recibido entrenamiento en el uso indiscriminado de armamentos de guerra (globalresearch.com).