Somos una sociedad que necesita redimirse de sus dogmas y mitos, una sociedad que requiere salirse de una profunda modorra que no le alcanza a ver donde están las verdades y las mentiras; donde se encuentran la ficción y la quimera, la fidelidad y la autenticidad.

Develar los entresijos de los dogmas nos permite desterrar esta disonante desarmonía que nos envuelve. Es al mismo tiempo comenzar a descubrir por nosotros mismos, lo que de tanto oír, más allá de la falsedad que lo cubre, lo que se tenía por cierto.

Para un académico, para un intelectual, en medio de esta profunda crisis civilizatoria, cuyo eje transversal es la enormidad de la crisis ético-moral, postular de manera contestaria los signos de los mitos y de los dogmas es ir en contra de la corriente; empero, es la esencia medular de los forjadores de las nuevas generaciones, la búsqueda de la verdad y si para ello hay que derrumbar mitos y dogmas, lo asumen. Después de todo, ese es su verdadero y completo bienestar: Encontrar la luz en medio de la oscuridad, más allá de las distorsiones, manipulaciones, tergiversaciones y desinformaciones.

Es la agonizante tarea de poner en perspectiva cierta el presente, sabedores que la historia nos recrea. Ha sido el trajinar perenne de los sectores conservadores: Vivir el presente en la mentira para cubrir el manto de lo material; sin importarle el daño con que afligen a sus congéneres contemporáneos. Actúan como si la vida se eclipsara en su momento, como si su tiempo es el tiempo para siempre, de toda la sociedad.

Con los dogmas nos tratan de domesticar y domeñar para que no alcancemos a mirar y a ver, a pensar y en consecuencia, actuar. Porque como decía Manuel Castells: “Quienes tienen el poder institucionalizan nuestras vidas, en función de sus intereses y valores”. Los que usan los dogmas y los mitos tratan siempre de buscar atajos, de simplificarlos todos, de desestimar, trivializando y denigrando. Para ellos, nada importa que no sea imponer su visión, su odio y sus mentiras. La derivación de sus  decisiones son los efectos presentes sin acotar las consecuencias del futuro. Para ellos, hay palabras que no logran articular y conceptualizar y menos internalizar: Exclusión, Marginalidad, Pobreza, Igualdad, Desarrollo Humano, Derecho Adquirido.

La propensión de ellos a lo largo de la historia es crear el problema y luego buscar culpables y soluciones fuera de los canales institucionales, a través de la imposición del poder. Veamos el comunicado del Consejo Nacional de Migración “Propuesta de Proyecto de Decreto Reglamentario Relativo  al Plan Nacional de Regularización de Extranjeros en Situación Migratoria Irregular”. Se hacen eco de la fenomenal Encuesta de Inmigración ENI-2012, entre los que destacan que:

  • 35.31% de los inmigrantes llegaron entre los años 1929-2000
  • 55.31% entre los años 2001 a 2009
  • 8.36% entre los años 2010 a 2011; y
  • 1.02% en 2012.

Lo que nos están diciendo los estudios y que el Consejo de Migración lo hace suyo, es que el 64.69% de todos los inmigrantes que tenemos en el país, llegaron en los últimos 11 años. Dicho de otra manera, que la gran responsabilidad de todo el desorden de Regulación y Control de la Inmigración recae en los gobiernos del Partido en el Poder. Encontraron una Ley de Migración 285-04. Sin embargo, el Reglamento para su ejecución se puso en vigencia 7 años después.

No hay un ser humano responsable, serio y comprometido con los mejores intereses de su país, que no esté de acuerdo con la Regulación y Control de todos los extranjeros que lleguen a nuestro territorio; tanto de manera regular como de manera irregular. Lo que no se puede permitir ni humanamente ni legítimamente es que 209,912 descendientes de inmigrantes haitianos sean despojados de la nacionalidad dominicana. Ellos son dominicanos de ascendencia haitiana; como hay 34,239 descendientes de 60 países diferentes.

Hay 524,632 inmigrantes procedentes de 60 países, de los cuales 458,233 nacieron en Haití. A esos 524,632 es a los que tenemos que Regular, Registrar, como lo contempla la Constitución del 2010 en su Artículo 25. Los 244,151, de los cuales 209,912 son dominicanos de ascendencia haitiana, no hay que registrarlos en libros de extranjerías para posteriormente decidir si optan por la nacionalidad, vía la naturalalizacion. Porque ellos son dominicanos y las condiciones de un Naturalizado y uno que nació aquí son diferentes, en el desarrollo de sus potencialidades y de logros por alcanzar.

El otro mito, tan lleno de cinismo, es el que estipula todo lo referente al problema de la Deuda con relación al Producto Bruto Interno – PIB. De lo que se trata hoy en día, no es tanto la relación PIB/Deuda; sino de la dinámica de la economía, de su capacidad real para crear riquezas a través del aumento de la Productividad y la Competitividad y en consecuencia de las recaudaciones tributarias de esa economía.

Verbigracia, Japón tiene una deuda que ronda el 109% de su PIB. Sin embargo, el país oriental, apenas paga 9 Yens por cada 100 Yens que ingresan por efecto tributario de su economía. En cambio, nosotros, tenemos una deuda de alrededor de un 44% del PIB. No obstante, de cada 100 Pesos que recaudamos, tenemos que pagar 44 Pesos, en el Servicio de la Deuda. La insostenibilidad fiscal se advierte en el horizonte. RD$181,000,000 Millones de Pesos, pagaremos en el 2014, en el Servicio de la Deuda (Amortización e Intereses).

Una irresponsabilidad de los que nos han gobernado en los últimos 13 años. Comprometiendo totalmente a las futuras generaciones, esto es, aventurando el futuro sin ardorosar el presente. A más deuda, menos crecimiento y a menos crecimiento, más pobreza y menos empleos decentes y dignos. ¡Un daño terrible a la gobernabilidad con certidumbre cierta!

Hemos estado en presencia de un liderazgo de “café instantáneo”, que es aquel que no requiere ningún esfuerzo. Solo se abre la lata y se agrega el agua. Estamos asistiendo desde hace 13 años a un liderazgo Conservador/Populista/Clientelar; enteramente Light, que no se adentra en los problemas estructurales y en el planeamiento basado en el valor, sino en los meros marcos referenciales de los mitos y dogmas perpetuados en el presente. En los viejos paradigmas.

¡La confesión de la falta de esperanzas no es la respuesta, sino el acantilado fluvial del renacer de la esperanza a través de cada uno de nosotros!