Si bien el bloqueo a Cuba tiene sus raíces más cercanas en la política de contención del comunismo adoptada por EEUU en 1947, es decir, en la guerra fría con la Unión Soviética, sus orígenes más profundos se remontan a la Doctrina de Monroe de 1823.

Hace solo poco más de un año que el Secretario de Estado de EEUU, John Kerry, proclamó en el Salón de las Américas de la OEA, el fin de la Doctrina de Monroe. En cierto sentido, ésta tenía años moribunda; sin embargo, faltaban medidas –y aún faltan otras- para emitir su partida de defunción definitiva. La normalización de las relaciones diplomáticas con Cuba era una de las principales.

Después de casi 54 años de un embargo económico, comercial y financiero sobre Cuba sin resultados positivos tangibles para los objetivos norteamericanos, Barack Obama finalmente reconoció la futilidad del bloqueo y anunció desde la Casa Blanca el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, así como la adopción de otras medidas significativas para el proceso de normalización de las relaciones.

Escasos minutos después, apareció Raúl Castro en televisión presentando su declaración sobre las negociaciones con EEUU, revelando de paso un dueto sincronizado digno del más alto calibre diplomático.

Las repercusiones políticas para los dos países y también para Latinoamérica y el Caribe podrían ser trascendentales, inclusive hasta llevar a un cambio de paradigma en la región; pero, para lograrlo falta todavía un largo recorrido.

En ese sentido, la Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá el próximo abril indicará hasta que punto EEUU esté dispuesto a realmente transformar la nueva relación con Cuba y Latinoamérica en una asociación más igualitaria, pero también mostrará el nivel de madurez de Latinoamérica para comenzar a trascender el pasado e iniciar un nuevo nexo con EEUU. La Cumbre pudiera ser un parteaguas para los países americanos, si un buen número de los Estados más importantes entienden el momento y se colocan a la altura de éste.

Obama anunció que serán temas claves a tratar durante la Cumbre la democracia y los derechos humanos en las Américas. No existe un solo país en el Continente que pueda mostrar una historia reciente sin tachas en estos temas, incluyendo a EEUU, cuyo Comité de Inteligencia del Senado acaba de publicar hace pocos días atrás un detallado informe sobre múltiples actos de tortura cometidos por su Agencia Central de Inteligencia (CIA) contra los combatientes yihadistas detenidos entre 2001 y 2006, sin que ningún alto funcionario estadounidense haya sido investigado y menos acusado por estos graves crímenes. Tampoco puede olvidarse que aún hay alrededor de 136 presos encarcelados indefinidamente en Guantánamo, sin que se les haya abierto juicio alguno o permitido visitas de organismos internacionales de derechos humanos (como la Comisión Interamericana o algún órgano de la ONU) que publiquen los resultados de sus inspecciones.

Por su parte, Cuba ya no tendrá excusa para silenciar a aquellos que se oponen al régimen y, por tanto, debería permitir la más amplia libertad de expresión sin censura previa, incluyendo el establecimiento de medios de comunicación independientes. Asimismo, autorizar la formación de partidos políticos de oposición es un derecho del pueblo cubano y, en consecuencia, es un deber ineludible del gobierno cubano.

En mayor o menor grado, en el resto de los países de la región también ocurren serias violaciones de derechos humanos (desde México a Venezuela, pasando por nuestro país) que deberían llevar a todos los gobiernos a reflexionar con seriedad y madurez sobre los caminos colectivos que pueden llevar a la comunidad a dar un salto cualitativo en el fortalecimiento de los derechos humanos y la calidad de la democracia.

Será un arduo ejercicio en el cual ningún gobierno latinoamericano o caribeño debería simplemente escudarse de manera idiota detrás de los manidos conceptos de soberanía y auto-determinación cuando sean criticados, posición que en modo alguno serviría para avanzar la agenda democrática americana. Asimismo, Obama y su delegación necesitarán entender la importancia del momento y hacer un serio intento por trascender aspectos extremos del excepcionalismo estadounidense que considera a ese país como una nación cualitativamente diferente y especial frente al resto de los Estados; posición que también llevaría a un callejón sin salida.

Sin intención de ser dramático, podría ser que estén dadas las coordenadas de la historia para un cónclave memorable. La Cumbre de las Américas 2015, a celebrarse en el istmo de Panamá, estrecho que une a América del Sur y América Central y del Norte, podría ser simbólica y realmente el punto de relanzamiento, 189 años después, de los ideales de unión de los Estados de América, por los cuales luchó el gran libertador venezolano Simón Bolívar y que fueron proclamados en el Protocolo del trascendental Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826.