La semana pasada se conmemoró el 8 de marzo, fecha importante para las mujeres del mundo. Recordar la fecha es conectarse con las movilizaciones sociales de las mujeres desde principios del siglo XX por derechos, dignidad y justicia en muchos ámbitos de la vida social, laboral, económica, política y cultural.

El espacio que tenemos las mujeres hoy en la vida social costó muchas luchas, vidas y movilizaciones sociales que ayudan a mirar hacia delante frente a todo lo que le falta aún para lograr equidad de género, igualdad de oportunidades y respeto a sus derechos en todas las dimensiones incluidos sus derechos sexuales y reproductivos.

En nuestro país la semana del 8 de marzo estuvo marcada con muchas actividades educativas, culturales  y artísticas que favorecieron la reflexión y la mirada a las condiciones de niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres en nuestra sociedad. Actividades desarrolladas en muchos lugares del país, barrios, campos, centros educativos y centros culturales conmuestras de que cada vez más la sensibilidad y la conciencia de los problemas que afectan a las mujeres se convierten en una prioridad.

Es hora de que los tomadores de decisión en políticas publicas y nuestros legisladores sean capaces de ver estos nuevos caminos que están trillando las mujeres en nuestra sociedad y escuchen sus reclamos de equidad y justicia

La semana cerró con la marcha-concierto del 11 de marzo la cual representó un salto cualitativo en las movilizaciones alrededor de los derechos de la mujer. Una movilización que contó con la participación de cientos de mujeres de diferentes contextos sociales y con diferentes expresiones culturales, mujeres:  campesinas, trabajadoras domésticas, trabajadoras sexuales, afrodescendientes, del movimiento LGBT, dominico-haitianas, organizaciones barriales, estratos medios, grupos musicales, de danza, teatro, pintura, profesionales-académicas, organizaciones sindicales, instituciones no-gubernamentales, muchas otras-… Igualmente el apoyo de población masculina también de distintos contextos.

Uno de los aspectos claves de esta movilización es el de romper el silencio frente a la violencia, el abuso sexual, la violación de derechos. Un “performance” en el parque de Independencia de Kalalu Danza en el que participaron niñas, adolescentes  y jóvenes de Villa Mella dirigidas por Marily Gallardo hizo énfasis en esa ruptura del silencio. El silencio que manifiesta el miedo de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, a romper con la violencia y a organizarse para cambiar sus condiciones de exclusión. La ruptura con el silencio y la sanción social a manifestaciones identitarias de origen afrocaribeño que desarrollan las Kalalusas son parte de esa ruptura.

Igualmente las interpretaciones artísticas de Enerolisa, Xiomara Fortuna, Los Guloyas, El Gaga, Roldan, Fefita La Grande. En ellas se hizo visible esa diversidad étnico-cultural que está presente en nuestra vida social y que las mujeres de las comunidades crean y recrean fortaleciendo distintas identidades.

En la cotidianidad las mujeres  en la cultura popular construyen espacios de quiebra del silencio, y crean redes de complicidad. Ese rompimiento cotidiano desde el micro espacio a un espacio público tiene otras connotaciones y significados para las mujeres. La ocupación de la mujer del espacio-calle para reclamar derechos sexuales y reproductivos reclamando “mi cuerpo es mío, yo decido” tiene esa trascendencia.

Es hora de que los tomadores de decisión en políticas publicas y nuestros legisladores sean capaces de ver estos nuevos caminos que están trillando las mujeres en nuestra sociedad y escuchen sus reclamos de equidad y justicia. Las demandas del movimiento de mujeres en la marcha-concierto deben ser recogidas y tomadas en cuenta. Estas se refieren a la intervención urgente en los feminicidios, mejora de condiciones salariales, seguridad social, representación política y la urgencia de que en el código penal se despenalice el aborto en las tres causales entre otras…